Varias personas con sus equipajes en la estación de tren de Atocha-Almudena Grandes. / EP
Si vas todos los días a la estación, tarde o temprano acabas recibiendo a alguien. Eso me repetía yo, junto a un grupo de gente que, cuando las puertas se abrían, estiraban el cuello en busca de su hijo, su hija, su marido, su amante…, resultaba imposible adivinar los parentescos o el tipo de relación de los unos con los otros. Había padres que parecían hijos e hijos que parecían padres. Llegaban ferreteros e informáticos y representantes de comercio: toda la variedad que quepa cabría esperar de un zoológico humano. La confusión dominaba igual que en el resto de la existencia, solo que allí aparecía más desnuda, más cruel también, más áspera. Algunas de las personas que esperaban llevaban perros, por lo general pequeños, que se alegraban mucho de recibir quienes venían. Me hice habitual hasta el punto de que la señora del puesto de café me saludaba por mi nombre, preguntándome siempre a quién esperaba.
-A alguien —decía yo sin entrar en detalles.
Durante meses, observé aquella vida en tránsito y empecé a reconocer a los que viajaban por rutina —maletín, mirada al suelo, cero nostalgia— y a los que huían —mochila al hombro, ojos llenos de futuro o de miedo.
Yo no sabía bien a quién esperaba. O quizá sí, pero me lo callaba. En la libreta donde anotaba horarios y perfiles inventados, escribí un día: “Llegará en el tren de las 18:12, con una gabardina verde y una bufanda de rayas”.
Lo escribí como quien lanza una botella al mar. Y empecé a mirar con más atención a los pasajeros de ese tren.
Pasaron días, semanas. Y una tarde, exactamente a las 18:12, apareció una mujer con gabardina verde. Llevaba una bufanda de rayas. No miraba su móvil, miraba hacia afuera, como buscando algo. O a alguien. Me acerqué y me ofrecí para llevarle la maleta.
-¿Adónde vamos? -pregunté.
-Me dijeron que usted lo sabría -dijo.
La llevé a un hotel del centro, donde, donde reservó una habitación. Luego se volvió hacia mí:
-Enseguida bajo -dijo.
Pero no bajó.