Brigitte Macron. / EPE
La escena ya es un clásico. A punto de descender por la escalerilla del avión en el aeropuerto de Hanoi, donde la pareja presidencial francesa inicia su gira asiática, una cámara capta el momento en que dos manos impactan de un modo nada amistoso sobre el rostro del presidente de la República, Emmanuel Macron (47 años). Dos manos como prolongación de dos mangas de color rojo, dos manos que empujan como una prensa hidráulica. Sorprendido por la cámara, Macron disimula y sonríe como quien se precipita al suelo en plena calle y se asegura de que nadie ha visto la caída antes de palpar la rodilla magullada. Desde ese momento, sabe que es peor la vergüenza que el daño.
A continuación, ambos bajan de la aeronave. La mujer de las mangas rojas es Brigitte Macron (72 años), primera dama de Francia. El hombre le ofrece su brazo para asegurar el descenso y ésta rehúsa. Inmediatamente, el país de Edith Piaf y la grandeur, y por extensión el resto del mundo, ya es un hervidero de comentarios, memes y rumores. Nada nuevo para esta exprofesora de Secundaria que lleva soportando habladurías más allá de lo grosero desde que su marido accedió al Elíseo en 2017. Luego vienen las explicaciones. Primero aseguran que las grabaciones eran falsas, luego que se trata de «una pequeña disputa», más tarde es una broma de pareja, «un momento de complicidad» que algunos quieren convertir en una suerte de complot. Cada excusa es peor que la anterior. Para cuando el hecho acumula más versiones que La vie en rose, queda claro que la inventiva de un político no entiende de fronteras. Entre Macron y Mazón apenas difieren tres letras.
La diferencia de edad. Cuando Brigitte Macron, nacida Brigitte Marie-Claude Trogneux, se casó por vez primera en 1974 a los 21 años, faltaban tres para que Françoise Noguès y Jean-Michel Macron alumbraran a Emmanuel. Mientras el futuro presidente se formaba en las aulas de los jesuitas de Amiens, Brigitte se esforzaba en apuntalar las pretensiones políticas de su primer marido, que trató sin éxito de acceder a un cargo municipal. Los caminos de la pareja se cruzaron en el mismo liceo donde ella enseñaba literatura y él despuntaba como alumno, ella con 40, él con 15. Amour fou. Pese a que para la comunidad educativa aquello fue escandaloso, la relación continuó y acabó en boda en 2007. Macron siempre ha puesto en valor el papel fundamental que Brigitte ha jugado en su carrera, haciendo caso omiso de las bromas de mal gusto sobre la diferencia de edad.
«Nació hombre». Víctima de todo tipo de teorías de la conspiración, los aficionados al género extendieron el bulo de que Brigitte Macron «nació hombre», un disparate del que tampoco han escapado Michelle Obama o Begoña Gómez. Los medios franceses se encargaron de llegar a la fuente que originó el bulo, en este caso, una pseudoperiodista que apoya contenidos antisemitas y antivacunas y se atrevió a publicar la falsa transexualidad de Brigitte en un folleto. Una médium de YouTube lo convirtió en viral. La fuente original está a menudo tan enfangada que para descubrirla basta con escarbar un poco entre los purines digitales y aflorar a quien acostumbra a revolverse entre mierda.
La trama rusa. A estas alturas, a la esposa del presidente de la República no debería importarle si el incidente del avión trascendió como chanza, fue una hostia en todo lo alto o si, como se ha bromeado, en su calidad de exprofesora de Emmanuel no era el primer tortazo que le endilgaba. Es bastante probable que si las manos que se precipitan sobre ese rostro fueran las del hombre y quien recibió el impacto hubiera sido Brigitte, Francia entera habría salido a la calle pidiendo elecciones y Macron se encontraría frente a unas diligencias por agresión. Nada le habría complacido más a Rusia. El escenario en que se mueve la pareja, la preferida en la campaña de confabulaciones nacidas en el entorno del Kremlin, no ayuda precisamente a la convivencia relajada de los inquilinos del Elíseo a la que Macron aludió en la tercera o cuarta versión del manotazo.
Los analistas coinciden en responsabilizar a los eficaces servicios de desinformación de Moscú, que tratarían de desestabilizar a ambos y, por tanto, a la presidencia francesa, desde la transexualidad de Brigitte a la homosexualidad de Emmanuel, el desagradable encuentro con el turco Erdogan en una cumbre europea o el viaje en tren a Kiev de Macron en compañía del canciller alemán y del primer ministro británico. La telaraña rusa convirtió una bolsa sobre la mesa en una fiesta en el vagón a base de cocaína. Eso sí, el manotazo lo vimos todos. Probablemente, Brigitte pensó que el mayor ajetreo en sus vidas iba a ser que una mujer de 40 se liara con un chaval de 15. Aquello era la vida en rosa comparado con el presente.