Paula agarraba la mano de Sergio mientras los dos se asomaban a una de las entradas de la Catedral de Santa Ana. Los pétalos caían, anunciando el casi final de una misa en la que el obispo del Archipiélago, José Luis Mazuelos, abogó por el alejamiento del individualismo. Una homilía en la que la protagonista fue la Virgen del Pino, que desde ayer reposa a la derecha del altar para recibir la visita y las peticiones de los fieles que quieran acercarse a ella hasta el 15 de junio, día en el que retornará a su pueblo, a Teror.
«Es una promesa», expresó Paula con una sonrisa junto a su marido refiriéndose a la patrona de la Diócesis de Canarias. «¿Y qué le han pedido?» La pregunta queda flotando en el aire: «Eso no se dice», respondieron ambos con una risa y una mirada cómplice. Una pareja joven rodeada de una gran mayoría de personas mayores y familias con pequeños que buscan acercarse a esta imagen que ayer sacó a tantos isleños a las calles.
Mientras el sonido de una batucada que llegaba a la Plaza de Santa Ana perturbaba a algunos de los presentes, la indignación de un señor de pelo blanco y dedo en el aire, se hizo notar. «¡Esta gente humilde tiene que entrar! La iglesia está vacía. ¡Es un error muy grande hoy!», gritaba ante la imposibilidad de acceder a la catedral cuando la misa aún no había terminado. Y durante una discusión acalorada con el personal de seguridad, las personas que esperaban fuera aprovecharon la coyuntura para entrar.
«¡Entren todos! Toda esta gente aquí sin poder entrar… Y la iglesia vacía, por una norma. ¡La iglesia abierta!», continuó exclamando este vecino cuyos gritos terminaron consiguiendo su objetivo.
Y mientras algunos fieles entraban, otros salían. «Adiós Emilita, que siga usted bien», le deseaba una mujer a una anciana. Seguir bien. Salud. Seguramente la petición más recibida por la Virgen del Pino. «La misa me pareció bonita. Lo de las flores con los niños me pareció un poco excesivo, estuvieron como mucho tiempo», apuntó Maribel a la salida del templo. «Le pedí salud, esencialmente», añadió.
«A nosotras nos ha parecido muy bien. Ha sido fantástico. Inmejorable», expresaron Amada, María y Margarita. «Me ha gustado todo, desde el principio hasta el final», apuntó María. «Y le hemos pedido lo que siempre pedimos salud, que es lo que interesa», completó Amada.
Sentadas en un poyete junto a los perros de la plaza, estaban las hermanas Marta y Nina, conversando y con la vista clavada en la catedral. Ya habían ido el día anterior a presenciar la llegada de la virgen, pero en la mañana de hoy, ahí estaban de nuevo. «No se podía pasar mientras estaba la misa. Y vi lo de los pétalos. Ayer también vinimos a verla», comenzó explicando Marta, mientras Nina fumaba a su lado. «Para nosotras es nuestra madre, tenemos mucha fe en ella. Nosotras siempre que podemos, vamos a Teror a verla. Siempre», apuntó su hermana entre calada y calada.
Las dos son las únicas que quedan de los cinco hermanos que eran y, desde entonces, hacen todo juntas. Incluido ir a pedirle a la patrona. «Yo soy viuda y ella separada. Quedamos dos de cinco hermanos, y a donde quiera que vayamos, vamos juntas», indicó Marta.
«Ahora que viene ella a vernos a Las Palmas, tenemos que estar con ella también. Hace once años que no venía. Entonces, esto para ella son unas vacaciones. ¡Unas vacaciones a Pinito! Ahora recorre otras iglesias y vuelve aquí otra vez», añadió Nina entre risas.
¿Y qué le piden? «Lo más importante, lo que no se puede comprar», manifestó Nina. «Salud, para mis hijos, para mis nietos y para nosotras. Salud para acompañarla, para que ellas nos acompañe», completó Marta. Y ambas continuaron esperando para entrar a la segunda misa de la mañana.
También en la plaza se congregaba un grupo de niños y niñas que no llegaban a los diez años y que habían llegado hasta el templo capitalino acompañados por un muñeco de pelo azul, abrigo amarillo y cruz enorme al cuello, Lucho.
Sentados en círculo, pegaban papelitos amarillos a un bastón, algunos correteaban, otros miraban distraídos lo que ocurría a su alrededor. Estaban descansando después de hacer «la peregrinación infantil», tal y como lo definió una de las mujeres que guiaba al grupo de pequeños. «Venimos de la parroquia de Santa María de Guía. La peregrinación ha sido muy bonita, ellos están encantados. Vienen a ver a la virgen y también a la misa», añadió otra de las organizadoras.
Y mientras esperaban para entrar, hacían un ejercicio de reflexión. «Camino hacia el prójimo cuando…, y escriben ustedes lo que crean que les hace caminar hacia el prójimo. Por ejemplo, compartir», les explicaba otra de las mujeres que los acompañaba.
Entre misa y misa, los fieles continuaron entrando y saliendo de la catedral de Las Palmas de Gran Canaria, donde la Virgen del Pino va a estar durante dos semanas dando esperanza y recibiendo peticiones, ojos llorosos e ilusión.