Recientemente escribí una columna para explicar cómo el potencial despegue de Alemania podía ser un catalizador importante para el resto de Europa, gracias al ambicioso plan de inversión en infraestructuras previsto. Pero no solo por este motivo Europa puede sorprender positivamente por un tiempo pronunciado a los agentes. Empecemos por los aspectos menos halagüeños para posteriormente centrarnos en los esperanzadores.
El bloque europeo se encuentra en una encrucijada realmente difícil. Ha estado durante demasiado tiempo aumentando su dependencia de Estados Unidos. Una dependencia militar, energética, tecnológica y comercial. Así, la autonomía europea respecto al país norteamericano se sitúa hoy en niveles reducidos, justo en el momento en que dicho país pretende reducir su apoyo militar y sus déficits comerciales con Europa. No solo eso, sino que, en mitad de una posible guerra comercial, la señalada dependencia europea de un elemento tan esencial como la energía le otorga a EEUU un valioso poder negociador.
Ahora busquemos los catalizadores positivos relacionados parcialmente con los problemas actuales de Europa, antes señalados. Es precisamente en los momentos de máxima urgencia cuando más acucia la necesidad de mejorar una situación y cuando puede haber sorpresas positivas en cuanto a ponerse de acuerdo países que normalmente tienen dificultades en entenderse. A priori parecía difícil que en Alemania se pusieran de acuerdo los políticos en anular el déficit fiscal máximo constitucional, y recientemente lo hicieron. Otra sorpresa positiva fue la emisión de bonos soberanos europeos para financiar los fondos de recuperación tras la pandemia de coronavirus; en este caso sorprendió también la aceptación alemana. Finalmente, convendría no infravalorar la capacidad de reacción que puede generar en la vida la percepción de ser menospreciado o faltado a la dignidad. Y ahora mismo, Europa puede estar experimentando esa sensación con los desprecios que realiza Donald Trump.
Informes de calado
La argumentación anterior es muy importante para entender las siguientes reflexiones. De este modo, han podido elevarse sustancialmente las probabilidades de que Europa pueda por fin impulsar un plan sólido de aceleración sostenible de la autonomía y la productividad, y con ello del crecimiento. Dicho plan puede diseñarse y ejecutarse a partir de las recomendaciones de informes de prestigiosos economistas encargados por las autoridades europeas (los informes de Enrico Letta y Mario Draghi). De hecho, la Comisión Europea ha diseñado ya una ruta para impulsar sensiblemente la competitividad del bloque europeo (Compass).
¿Por qué existe tanta preocupación por acelerar la productividad europea? Porque, en los últimos 15 años, la brecha de productividad por hora trabajada entre EEUU y Europa se ha ampliado casi el 15% en favor del primero. La razón principal ha sido que este ha invertido bastante más, ergo será necesario aumentar el peso sobre producto interior bruto (PIB) de las inversiones en Europa para reducir la brecha de productividad mencionada. Draghi aconseja aumentar anualmente la inversión en nada menos que el 4,5% del PIB europeo. Aunque existen múltiples recomendaciones para conseguirlo, las más destacables son incrementar la inversión en I+D+i, impulsar la descarbonización (aumenta también la autonomía energética) y la defensa, desregular y desfragmentar los mercados, e impulsar la financiación. Esta se favorecería de una Unión del Mercado de Capitales, que reduciría el coste de financiación, y de mecanismos sofisticados que funcionan desde hace tiempo en EEUU, como las titulizaciones (una especie de venta indirecta a inversores de los créditos a empresas que conceden los bancos).
En definitiva, aunque las recomendaciones cuantitativas de inversión de Draghi serán muy difíciles de conseguir, simplemente con ejecutar una parte ya supondría un importante catalizador de productividad y crecimiento europeo que podría sorprender al alza los próximos años. Otros vientos de cola serán los planes de inversión en infraestructuras de Alemania, los descensos esperados de tipos de interés y la mejora del consumo futuro derivada de la resistencia del empleo, la ganancia del poder adquisitivo y el exceso de ahorro acumulado. Si a todo ello le añadimos la desconfianza duradera previsible en las políticas de Trump y en su impacto en los EEUU, no sería descartable que una proporción no desdeñable del ahorro ahora situado en el país estadounidense terminara recalando en Europa (facilitando aún más la financiación de las inversiones necesarias).