Es su día grande. Ocurre sólo una vez al mes y, ojo, pese a llevar 35 años repitiendo la maniobra, al cabo mayor Heras aún se le agarra cierto nervio al estómago. Está amaneciendo, pero su cabeza lleva horas repasando la misión que el Regimiento de Infantería ‘Inmemorial del Rey’ nº1 tiene encomendada. Queda poco para el cambio de guardias que, el último viernes de cada mes, desde 1990, protagonizan en el Palacio de Buenavista. Una herencia que, poco a poco, como en Buckingham, se ha convertido en un símbolo cultural de Madrid. En el acuartelamiento General Cavalcanti acaba de izarse la bandera de España: la jornada ha comenzado y, tras leer las reales ordenanzas, la ley por la que se rigen, arranca la preparación.
«Nuestro objetivo es acercar las costumbres del Ejército de Tierra al pueblo. Recordar el pasado es mejorar el presente», sostiene Heras, que ingresó en las Fuerzas Armadas en 1988. Lo hizo por convicción, siguiendo una tradición familiar. Aquí encontró honradez y compañerismo, valores que le ataron definitivamente al oficio. Mientras la unidad desayuna en la cafetería, el cabo mayor desgrana los entresijos del cambio de guardias. Café en mano, da en la tecla: «Recreamos una ceremonia antiquísima para que los ciudadanos sepan quiénes somos. Es una forma de contarles qué hacemos. Queremos que nos vean cercanos, estamos aquí para ayudarles. Cuando desfilamos, se nos ponen los pelos de punta. Da igual la edad, la emoción nunca falta».
El Regimiento de Infantería ‘Inmemorial del Rey’ nº1, en acuartelamiento General de Cavalcanti. / ALBA VIGARAY
Se palpa en el ambiente. En el comedor, hay un alboroto especial: aún tienen que cambiarse y organizar el armamento antes de emprender el camino a Madrid. Por lo que, sin prisa, pero sin pausa, apuran el último bocado. La cabo Molina ya está en su habitación rematando detalles. Pese a llevar 22 años de servicio, el relevo sigue enamorándola. «Hacerlo delante de tanta gente, en el centro, a la luz del día, ensalza lo que somos. Es un orgullo que reconozcan tu trabajo con sus aplausos», comenta. Se mira en el espejo, está impoluta. Ni una sola arruga en el traje. Viste uno típico de 1908, propio de la época de Alfonso XIII. Éste es uno de los dos modelos que alternan. El otro, de Carlos III, correspondiente a 1773, lo lucirá otra compañía en la próxima cita.

La cabo Molina preparándose antes de poner rumbo al Palacio de Buenavista. / ALBA VIGARAY
«Me metí en el Ejército porque me gustaba y, por suerte, menos mal, mi familia me apoyó. ¿Mi mayor preocupación hoy? Que la revista salga bien, que vayamos perfectamente uniformados», añade Molina. Su Regimiento es considerado el más antiguo del mundo, así lo especifican distintos documentos que subrayan su primera función como Banda de Castilla. Con esta denominación, concurrió a la reconquista de Sevilla con Fernando III el Santo en 1248. Tomada la plaza, fue constituida como unidad permanente y de élite, llevando por insignia el pendón de Santiago. Posteriormente, tras renombrarse como Tercio de los Morados, adoptó su organización definitiva en 1516, cuando el cardenal Jiménez de Cisneros estableció las tropas permanentes.
Sólo en Madrid y Toledo
Para la ocasión, la cabo Molina y sus compañeros levantarán fusiles Máuser modelo 1943 que, ordenadamente, con precisión milimétrica, recogen en una de las estancias de Cavalcanti. En silencio, uno detrás de otro, se dirigen al autobús que recorrerá los 20 kilómetros que les separa del Palacio de Buenavista. Una solemnidad que, una vez iniciado el viaje, ya en carretera, se transforma en jolgorio. «Sácame guapo», dice uno entre risas. «Meto barriga», suelta otro. La complicidad del grupo se intuye a la legua. Rondan los 35 años de media y proceden de todo el país. Aunque algunos duermen en el cuartel, la mayoría se ha instalado en los alrededores. Si bien cada uno vive el Ejército a su modo, hay un lazo que los ha unido de por vida.

Viaje en el autobús desde el acuartelamiento General Cavalcanti al Palacio de Buenavista. / ALBA VIGARAY
A su llegada a la calle Alcalá, toca ensayar. Es en el patio central de Buenavista donde se desarrollará un acto que, cada vez, atrae a más y más interesados. De hecho, ya hay algún que otro curioso fotografiándoles. «Ahora, están tomando las medidas. Se hacen ligeras marcas en el suelo para saber dónde pisar. Es importante que todos estén al corriente y conozcan su cometido. Es un ejercicio riguroso y bonito», cuenta el soldado auxiliar Zancajo. Como explica, se trata de una actividad que sólo se realiza en Madrid y Toledo. En este último, tiene lugar dos veces al año. Por lo que el relevo capitalino es el único que, como en Londres, salvando distancias, puede contemplarse habitualmente en España. «No hay uno igual», resalta.
Gran expectación popular
Está previsto a las 12 horas, pero fuera ya comienza a amontonarse la muchedumbre. Mientras tanto, en el interior, la unidad de Música ofrece un concierto selecto. Está compuesta por 30 cornetas y tambores, así como 60 profesores pertenecientes a las distintas escalas. «Desarrolla una labor de difusión clave. Para alcanzar este fin se caracteriza por ser una banda versátil que es capaz de adoptar diferentes configuraciones e interpretar una gran variedad de estilos», destaca el teniente coronel Rodríguez. Formada 1943 bajo el nombre de Batallón del Ministerio del Ejército, entre sus competencias, además, se halla la rendición de honores a las autoridades nacionales y extranjeras que visitan el país.

El cambio de guardias, a punto de comenzar. / ALBA VIGARAY
«Es la tercera vez que les veo. Me gusta cómo cuentan la historia y la hacen amena a los visitantes», asegura María, vecina de Madrid. A su lado espera Roberto, que ha venido desde Segovia para asistir al cambio de guardias: «Unos amigos estuvieron hace tiempo y me lo recomendaron. No sé muy bien qué voy a encontrar, pero hay bastante expectación». Por su parte, a Andrea, de Málaga, le ha pillado de imprevisto: «No conocía su existencia. He visto sus vestimentas, tan coloridas, tan majestuosas, que no he podido evitar quedarme. A ver qué pasa». Entre los cientos de personas que se amontonan en el vallado hay abuelos, padres y niños. No faltan los móviles, todos quieren inmortalizar el desfile.
30 minutos de historia
El acto empieza con el toque de asamblea, momento en el que se reúnen las guardias salientes y entrantes. La primera lleva sus armas al hombro a la espera de que la segunda llegue precedida por la Escuadra de Gastadores y la Banda de Guerra. Una vez formadas, sus respectivos jefes se saludan, solicitando permiso a la autoridad competente para proceder al cambio. Con su beneplácito, se efectúa la lectura de reales ordenanzas de Carlos III. A continuación, el capitán jefe ordena el relevo. Así, progresivamente, los centinelas van reemplazado sus puestos en presencia de los cabos: por un lado, se produce el saludo militar, arma presentada mediante; y, por otro, se transmiten las consignas del puesto, arma descansada mediante.

La unidad de Música, a su paso por la calle Alcalá. / ALBA VIGARAY
Para finalizar, 30 minutos después, los oficiales de ambos grupos dan las novedades antes de retirarse la entrante. Por su parte, la saliente camina al son de una marcha militar. «Impresionante», dice Saúl, de Ávila, que no ha parado de vitorear mientras la unidad de Música interpretaba canciones populares de Madrid. A Ana le queda una hora para coger el tren de vuelta a Málaga, pero está apurando hasta el último segundo. No quiere perderse nada: «Lo que más me ha impresionado es su coordinación. Iban súper acompasados». A otros, como Raúl, de Córdoba, les ha fascinado tanto el despliegue que quieren sacarse una foto con el Regimiento. «Repetiremos», sentencia. De regreso a Cavalcanti, el cabo mayor Heras y los suyos sonríen. Lo han vuelto a hacer.