Aficionados del Elche en una de las gradas de Riazor / LOF
Cuarenta años, cuarenta, se cumplirán el próximo julio, justo cuando el Elche arranque la pretemporada de un nuevo regreso a la Primera División, desde que entonces un joven periodista, el que esto suscribe, dejaba su Bilbao natal para hacerse cargo de la información del Elche C. F. Corría el verano de 1985 y el equipo acababa de bajar a Segunda, en esa época en la que el club se había convertido en una especie de ascensor futbolístico con ascensos y descensos según el año. Muy lejos de la gloria de los años 70, cuando era un habitual de la Primera División. Empezaba así mi carrera en la sección de Deportes del periódico, nada menos que haciéndome cargo de la información de un “miura” de la categoría aunque, he de confesarles, que mi historia de amor con el Elche había empezado mucho antes, precisamente en la década de los setenta cuando cada quince días iba con mi padre, Joaquín, a San Mamés.
Y en la catedral, no recuerdo bien la temporada, recibiría mi primera camiseta del Elche, antes incluso que la del Athletic de Bilbao, de la mano de su entonces secretario técnico ilicitano, el todopoderoso Joaquín Vidal. Nada más preciada entonces que la de Miquel Sitjá, aquel extremo gironí, capitán y gloria franjiverde, que jugó 232 partidos y marcó 45 goles durante las ocho o nueve temporadas que lució la elástica franjiverde. Sitjá nos dejó el verano pasado pero seguro que desde allí arriba estará hoy disfrutando como lo estoy yo, que ya como periodista también me tocó vivir ascensos y descensos informando sobre el Elche; el último después de encajar una goleada en el Bernabéu tras la que, paradojas de la vida, cambié de sección
Cinco años estuve siguiendo al equipo por toda España. Aquel Elche por el que los Miguel, Bracun, Sixto, Claudio, Sánchez Lorenzo, Belanche, Puente, Quesada, Boria, Lasaosa, Adriano, López Pérez, Cartagena, Liceranzu, Robi, Asencio o, entre otros, Marcelo Trobbiani (segunda y corta etapa en 1986) uno de los muchos “galácticos” que también han pasado por el club. Tantos buenos jugadores como entrenadores. Hoy, la nave la capitanea mi paisano Eder Sarabia –qué buen futbolista era su padre-, pero el Elche ha tenido preparadores inolvidables como, entre otros Roque Olsen, Felipe Mesones o el mismísimo Ladislao Kubala en su última época. Y que decir de los presidentes; Martínez Pomares, digno heredero de su padre, Diego Quiles, José Sáchez-Riquelme, Aledo…., todos en aquellas cinco temporadas inolvidables
Pero volvamos al siglo XXI, al año de los Josan, Bigas, Castro, Dituro… y compañía. Jugadores que han subido al equipo a la liga de las estrellas de la mano de Sarabia y el dueño de la sociedad, Cristian Bragarnik, que tendrá sus luces y sus sombras desde que cogió las riendas en 2018, pero al que hoy hay que felicitar y agradecer por el regreso del Elche a Primera, y con ello, que el año que viene podamos ver por el Martínez Valero a los Jamal, Nico Williams, Mbappé, Bellingham… y todo ese firmamento de estrellas que juegan en la Liga española. La pregunta es ahora, sin embargo, ¿hasta cuándo?
Y digo hasta cuándo porque el ascenso del Elche no es solo un éxito deportivo para el club. Hablamos de un éxito y una oportunidad para la ciudad y sus sectores productivos, sobre todo los servicios y, en concreto, la hostelería.
La consultora KPMG calcula que el fútbol profesional en España genera al año unos 20.000 millones de euros, contabilizando efectos directos e indirectos. Un 1,44% del Producto Interior Bruto nacional. Las arcas públicas ingresan unos 8.390 millones de euros a través de IVA, Impuesto de Sociedades, Seguridad Social, IRPF e Impuestos Especiales. Solo por el ascenso a Primera División, el Elche se llevará unos 50 millones de euros pero hay más. La ciudad de Girona, por ejemplo, cuyo equipo subió no hace nada y este año ha disputado la Champions ingresa 30 millones de euros anuales (hoteles, bares, restaurantes….), que dejan los miles de hinchas que cada quince días siguen a sus equipos.
¿Elche es menos?. Para nada. La imagen de marca y el potencial de la ciudad y el término municipal, hasta bañado por el Mediterráneo, pueden multiplicarse si las cosas se hace bien. La afición nunca falla. El club este año tampoco pero la Primera División necesita inversiones, capital y acierto en la dirección técnica franjiverde para generar ilusión y las garantías de que el proyecto sea para largo. Cierto que el Elche hoy es una empresa y las empresas muchas veces se venden pero seguro que la tasación será mucho más generosa con un club que se mide al Real Madrid, Barcelona o recibe al Athletic de Bilbao, club, por cierto, con cientos de seguidores en el sur de la provincia. El salto se ha dado pero ahora toca que Ayuntamiento, Diputación, Generalitat y las empresas, desde las más grandes a las más pequeñas, muestren su apoyo y el Elche se consolide en la categoría que nunca debió perder. Si se logró en los 70 del siglo XX, por qué no hacerlo cuando hemos cumplido el primer cuarto del XXI.