¿Se liberará el primer ministro polaco Donald Tusk de la cohabitación complicada con un presidente ultranacionalista? Esta es una pregunta clave ante la segunda ronda de las presidenciales de Polonia de este domingo. Más de 28 millones de polacos están llamados a elegir al nuevo jefe del Estado entre dos opciones en las antípodas: la del alcalde de Varsovia, Rafal Trzaskowski, europeísta y correligionario de Tusk, o la de Karol Nawrocki, un neófito aspirante a suceder al presidente saliente, Andrzej Duda, que accedió al poder con el apoyo del ultraconservador partido Ley y Justicia (PiS).
La primera ronda la ganó el alcalde, con un 31,4 % de los votos, una ventaja de menos de un punto sobre su rival. Todo puede depender de por quién se decanten los votantes del recalcitrante ultra y libertario Slawomir Mentzen, que quedó tercero con un 15 %.
Una victoria de Trzaskowski impulsaría la restauración del Estado de derecho erosionado en los ocho años consecutivos en que el PiS ocupó el gobierno (de 2015 a 2023), además de la presidencia. Resituaría a Polonia entre los grandes socios de la UE y país estratégico del flanco este de la OTAN.
Uno y otro candidato representan dos polos opuestos, pero coinciden en algunos rasgos: defienden el cerrojo al asilo, recelan de Alemania y comparten su temor a la voracidad de Rusia.
El carisma de un alcalde casi perfecto
“Trzaskowski es clave para que Tusk lleve a cabo sus reformas: adiós al control sobre los medios, independencia del poder judicial y abolición del veto al aborto”, explica Maria Paduch, del colectivo Abotak, cuya oficina ante el Parlamento vende camisetas con el lema ‘Abortion is normal’ e impulsa el derecho a la interrupción libre y segura del embarazo.
Para esta mujer sobre los 45 años, Trzarkowski ha sido el alcalde carismático y ‘casi perfecto’ que ha modernizado Varsovia y tiene además una trayectoria sólida para alcanzar la presidencia. De 53 años y politólogo, llegó a la alcaldía en 2018 tras haber sido eurodiputado, domina cinco idiomas y pertenece a la corriente más progresista de la Plataforma Ciudadana (PO) del primer ministro Tusk. En 2020 luchó por la presidencia, pero perdió por la mínima ante el ultranacionalista Duda. Le ha ‘cambiado la cara’ a Varsovia, impulsado el uso de los carriles bici y dotado a la capital de un moderno sistema de transporte público, ha extendido la red de guarderías públicas o los programas de fertilización in vitro. “Con él en la presidencia, Polonia dejará de ser un país marginal de la UE”, sostiene la activista Paduch.
El defensor de la ‘identidad’ polaca
“No todo el mundo se mueve en bici o patinete eléctrico. No todo el mundo vive en la capital. No queremos una Polonia gentrificada, donde no reconocemos nuestras esquinas y donde se olvida la esencia de nuestro país: el campo”: el veredicto de Janosch Berko, de 35 años e instructor en una piscina municipal de Varsovia, es diametralmente inverso al de la activista. Es originario de Gdansk, la ciudad natal de Nawrocki, y aspira a volver a esa región, donde sus padres tienen una granja. Si sigue en pie, afirma, es por el apoyo al sector del PiS.
Su candidato era ya en la primera vuelta Karol Nawrocki, porque rechaza los “extremismos ultras”. No le interesan los escándalos que han sacudido al candidato del PiS – vínculos pasados con mafias de la prostitución siendo guarda de seguridad-. “Es un hombre auténtico, no un producto de elite como el alcalde”, dice.
En la biografía de Nawrocki, de 42 años, confluyen su pasado como boxeador o guarda de seguridad, pero actualmente su profesión es la de historiador. Está al frente del Instituto de la Memoria Nacional, entre cuyos objetivos está la retirada de los monumentos al ejército soviético o la ‘desrusificación’ de la vida pública. Su fuerte es la cercanía y su cometido es retener la presidencia del país para el partido que lidera Jaroslaw Kaczynski, desde hace décadas el hombre fuerte de la política polaca.
El factor neolibertario en un país polarizado
“Polonia está polarizada y seguirá estándolo, sea quien sea el ganador. Pero no son dos bandos monolíticos. En cada uno conviven muchas corrientes y tenemos, además, la nueva ultraderecha indefinible de Mentzen”, explica Joanna Maria Stolarek, directora en Varsovia de la Fundación Heinrich Böll, afín a los Verdes alemanes.
Slawomir Mentzen, con millones de seguidores a través de Tiktok o You Tube, es el líder de Confederación, un partido al que votan desde movimientos indentitarios a jóvenes empresarios enemigos de las ayudas al campo o a la familia que defiende el PiS. También tiene ‘en su bolsa’ corrientes prorrusas, lo que le aleja de los dos aspirantes a la presidencia.
Ha adquirido un protagonismo inusitado y logrado que ambos rivales participaran en uno de sus chats para atraerse ese voto. Un 21 % de los votantes de Mentzen se decantará por el alcalde, mientras que un 76 % lo hará por su rival, según una encuesta de IBRIS.
“La noche electoral puede ser frenética. En caso de empate o victoria muy ajustada, puede ser que el derrotado no reconozca el resultado”, afirma esta experta. De ser así, podría tener un papel decisivo la misión de Observación Electoral de la OSCE, que el lunes emitirá su veredicto.
Temor a Rusia y compromiso en declive con Ucrania
El temor a Rusia es compartido por ambos aspirantes, lo que se ha traducido en sucesivas alertas del presidente saliente, Andrzej Duda, ante el riesgo de ‘injerencias’ en la jornada electoral. Se han reforzado los dispositivos de seguridad, en un país que, con el inicio de la invasión rusa de Ucrania, hace tres años, ha visto ratificadas todas sus advertencias contra el Kremlin ante sus aliados tanto de la UE como de la OTAN.
Está en el grupo de países que, mientras Alemania de debatía aún en sus dilemas, se orientó hacia el objetivo de aumentar el gasto en defensa al 5 % del PIB -lo que ya prácticamente ha alcanzado-, además de reforzar a velocidad vertiginosa su Ejército. Le ayuda en ese cometido la expansión asimismo espectacular de su economía, actualmente alrededor de un 3 % del PIB anual.
Representó en los primeros dos años de guerra de agresión rusa el máximo apoyo a Ucrania. En los últimos tiempos ese compromiso ha caído. En parte, por el peso de la acogida de más de un millón de refugiados. Pero en parte, también, porque han resurgido las hostilidades históricas entre ambos vecinos -alimentadas desde el PiS- y también por la competencia desleal, a ojos del campo polaco, que suponen las ayudas europeas al grano ucraniano.
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