Soy Teresa Cutillas, fisioterapeuta pediátrica (col. 2100), directora de Juntos Fisioterapia y colaboradora habitual del Espacio Jorge el Pediatra. Hoy quiero compartir una reflexión profesional sobre una de las herramientas terapéuticas que más utilizamos en nuestra consulta: la hidroterapia.
Una piscina puede parecer, a simple vista, un lugar de juego. Pero para un fisioterapeuta puede ser también un entorno clínico. Un recurso con bases científicas claras que nos permite abordar objetivos motores, posturales y respiratorios desde una lógica diferente a la de la camilla, siendo un gran apoyo en aquellos niños con dificultades motoras
El agua tiene propiedades físicas que la hacen ideal para el tratamiento de muchas alteraciones. Su capacidad de sostener, amortiguar, resistir y relajar nos ofrece ventajas que en suelo no existen. En hidroterapia no buscamos que el niño «haga más», sino que haga mejor, con menos esfuerzo y más conciencia corporal.
Los bebés con hipotonía, bajo tono muscular, encuentran en el agua una resistencia suave que les ayuda a activar su musculatura, los que presentan hipertonía, gran tono muscular, se benefician del calor y la flotación para soltar tensiones, y aquellos con dificultades en la organización motora descubren movimientos que antes no estaban disponibles para ellos.
Pero la hidroterapia no es solo para niños con alguna alteración. En el niño sano, también ofrece un entorno ideal para acompañar el desarrollo psicomotor de forma respetuosa y preventiva. Nos permite estimular habilidades como el control postural, la coordinación y el equilibrio, mientras reforzamos la conexión con su entorno. Además, en casos de cólicos del lactante, el agua templada y el movimiento controlado pueden contribuir a aliviar el malestar y mejorar el tránsito intestinal.
Desde la fisioterapia no solo nos centramos en lo que el cuerpo hace, sino en cómo lo hace y con qué sensaciones lo vive. El agua elimina parte de la carga gravitatoria y eso permite experimentar posturas, desplazamientos y transiciones que fuera del agua serían más costosas o frustrantes.
También lo utilizamos como un entorno de trabajo respiratorio. La presión hidrostática que ejerce el agua sobre el tórax estimula el trabajo ventilatorio. Con el acompañamiento adecuado, podemos mejorar la movilidad costal, la coordinación entre respiración y movimiento y favorecer patrones más eficientes. Ayudando así a expulsar esas flemas que provocan tanto malestar a nuestros peques.
¿Y el componente emocional? Sí, existe. Pero no es lo que encabeza el tratamiento. Es una consecuencia lógica de un entorno respetuoso, donde el niño no se siente forzado ni evaluado constantemente. Donde puede participar desde su propio ritmo sin sentir el miedo de poder hacerse daño.
En nuestra clínica, diseñamos las sesiones según las necesidades de cada niño. No hay protocolos cerrados. Hay objetivos, criterios y observación clínica constante. Porque una intervención en piscina no es simplemente «meter al niño en el agua», es leer su tono, su postura, su respiración, su nivel de alerta… y trabajar desde ahí.
La hidroterapia no es una moda ni una actividad complementaria. Es fisioterapia con mayúsculas, aplicada en un entorno que la potencia. Es técnica, es mirada, es experiencia. Y cuando se aplica bien, da resultados que trascienden el agua y se trasladan al suelo, a casa y a la vida cotidiana.
Podéis contar con nuestro equipo de Espacio Jorge el Pediatra, contactando por Whatsapp en el 667719202.
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