Contenedores en el Puerto de Barcelona, una de las salidas para las exportaciones. / Ricard Cugat
Las reglas del juego económico internacional están experimentando un cambio profundo en los últimos tiempos. Asistimos a un giro hacia el proteccionismo, una fragmentación de las cadenas de suministro y graves conflictos geopolíticos que fuerzan a Europa a aumentar su gasto militar. Todo ello configura un escenario global volátil que obliga a repensar nuestras estrategias desde una perspectiva territorial.
En este contexto, la franja mediterránea de España afronta riesgos que pueden llegar a convertirse en oportunidades dependiendo de cómo se gestionen. La gran región mediterránea española ha sido históricamente la más abierta al exterior, tanto por su tejido industrial como por el peso del sector turístico. Esta apertura ha supuesto una fortaleza en momentos de debilidad de la demanda interna, pero también la convierte en más vulnerable ante cualquier shock externo.
Hoy uno de los focos de mayor riesgo es la subida de aranceles en Estados Unidos. En 2024, el Mediterráneo español exportó bienes por cerca de 169.000 millones de euros. De ellos, casi 9.000 millones -lo que supone el 5,3%- se destinaron al mercado estadounidense. Es un porcentaje bajo si lo comparamos con el 10% de Alemania o Italia, pero superior al promedio español (4,7%). De hecho, casi el 50% de las exportaciones españolas a Estados Unidos proceden de provincias mediterráneas, con Barcelona (20%) y Valencia (8%) a la cabeza. Sin embargo, Castellón es la más expuesta: aunque solo aporta el 6% del total nacional a ese mercado, el 10% de sus propias exportaciones van a parar a EEUU.

Exportaciones de bienes. / ‘activos’
Capacidad de resiliencia
A pesar de todo, las empresas españolas han demostrado en los últimos años una gran capacidad de resiliencia ante las sucesivas crisis. Y buena muestro de ello es que hoy muchas de ellas ya están buscando activamente mercados alternativos al norteamericano. Frente a estos riesgos, también emergen oportunidades. La deriva proteccionista de Estados Unidos liderada por Donald Trump está haciendo despertar a Europa. La apuesta por una mayor autonomía estratégica y una cohesión más firme en ámbitos como la defensa, la energía y las tecnologías disruptivas puede convertirse en una palanca para fortalecer el proyecto europeo.

Datos de PIB de las provincias del Mediterráneo. / ‘activos’
Este nuevo marco abre una gran oportunidad para el Mediterráneo español. Su posición geoestratégica excelente para la logística y la exportación, así como la capacidad de atracción de talento (nacional e internacional, por su calidad de vida), son activos muy importantes. Como lo es disponer de cuatro puertos internacionales (Valencia, Algeciras, Barcelona y Tarragona) con capacidad para conectar infraestructuras, comercio y conocimiento. Además, el norte de África se está consolidando como un gran centro de producción industrial por su proximidad al mercado europeo, lo que puede favorecer la localización en nuestro país de sedes corporativas y centros de innovación de las empresas globales que allí operan.
A todo ello se suma el potencial de la región en energías renovables. Gracias a lo cual el mediterráneo tiene la oportunidad no solo de liderar la transición energética, sino también de mejorar la competitividad de su industria.
Exportaciones que peligran
La economía valenciana exportó a Estados Unidos 2.850 millones de euros en 2024, con dos sectores muy destacados. Por un lado, la industria cerámica de Castellón, columna vertebral de la economía provincial, que exportó el año pasado por valor de 490 millones de euros a EEUU, representando casi la mitad de todo lo exportado por esta provincia a ese país (1.004 millones). Cabe decir que EEUU es el principal importador de baldosas cerámicas españolas. Por otro lado, destacan las exportaciones de aparatos eléctricos creados en Valencia (533 millones en 2024).
Otro sector donde amenaza con impactar significativamente la subida de aranceles de EEUU es el agroalimentario, con una gran producción en las regiones mediterráneas de Andalucía, Catalunya, la Comunidad Valenciana y Murcia. Estas cuatro comunidades concentran el 76% de las exportaciones agroalimentarias al mercado estadounidense. Así, en Andalucía, el aceite de oliva es el principal producto exportado a EEUU, con ventas que alcanzaron los 980 millones de euros en 2024, cifra que representa el 31% del total de exportaciones andaluzas a ese país. Además, concentra el 80% de todo el aceite vendido por España a dicho mercado, a mucha distancia de Catalunya, que es la segunda con el 12% (148 millones de euros).
Murcia, por su parte, exportó productos por valor de 621 millones de euros a EEUU en 2024, con el 65% concentrado en el sector agroalimentario. En Catalunya, la provincia de Tarragona exportó a EEUU sobre todo productos químicos, plásticos y también aceite de oliva, mientras que Girona está más especializada en productos cárnicos y en Barcelona predomina la venta de artículos de cosmética y farmacéuticos.
Ante esta situación, las empresas españolas están tomando medidas para mitigar el impacto. De hecho, entre enero y marzo de 2025, muchas adelantaron sus exportaciones a EEUU con el objetivo de colocar en el mercado el equivalente a seis meses de ventas antes de la entrada en vigor de los nuevos aranceles. Además, muchas se han lanzado a explorar nuevos mercados, especialmente asiáticos, donde los productos con sello español son muy valorados, y latinoamericanos.
Aumentar la productividad
Ahora bien, para aprovechar todo ese potencial, debemos abordar de forma decidida un reto pendiente: aumentar la productividad. En 2023, las 12 provincias mediterráneas representaban el 40% del producto interior bruto (PIB) nacional, el mismo porcentaje que a principios de siglo. Sin embargo, su peso poblacional ha crecido notablemente desde el 39% de la población española en el año 2000 al 42% en 2023. Se ha pasado de 15,7 millones de habitantes a 20,3 millones.
Estos 4,5 millones más de habitantes son mayoritariamente ciudadanos extranjeros que han venido a trabajar, pero a su vez han generado actividad económica sobre todo en la construcción y los servicios, retroalimentando así el crecimiento económico. Un crecimiento que, en los últimos dos años, ha contribuido a que España sea uno de los países europeos más dinámicos. En 2023, España creció el 2,7% frente al 0,4% de la eurozona, y en 2024, el 3,2% frente al 0,9%.

Empleo en las provincias del Mediterráneo. / ‘activos’
Pero ese crecimiento del PIB no ha ido acompañado de un aumento proporcional en el PIB per cápita. Si en el año 2000 el PIB por habitante en el conjunto de las provincias del litoral mediterráneo estaba un 2% por encima de la media española, en 2023 se situó el 5% por debajo. Para mejorar este indicador, la vía es aumentar la productividad, lo que implica actuar en varios frentes.
Cuatro retos
Uno de ellos es el tamaño empresarial. Tenemos un déficit de medianas y grandes empresas con capacidad de invertir, innovar y salir al exterior. Este desequilibrio limita nuestra productividad y también la capacidad de crear buenos puestos de trabajo.
Además debemos mejorar el entorno institucional. Muchas iniciativas empresariales se topan con barreras como la burocracia, la inseguridad jurídica y la falta de coordinación entre las diferentes administraciones. Necesitamos un ecosistema más ágil y estable, que facilite la inversión productiva. Asimismo, debemos apostar sin reservas por la innovación. Contamos con universidades, centros de investigación y empresas dinámicas, pero falta que haya conexión entre ellos. El conocimiento no debe quedarse encerrado en el laboratorio, sino llegar al mercado y generar valor. Por último, el turismo debe afrontar sus debilidades. La clave no está en reducirlo, sino más bien en transformarlo: apostar por la calidad en lugar de por la cantidad y por la sostenibilidad en lugar de por la masificación.
Estamos ante un momento decisivo. El mundo cambia y tenemos dos opciones: liderar el cambio o ser arrastrados por él. La zona del Mediterráneo español tiene todos los ingredientes para salir fortalecida si actúa con visión estratégica porque dispone de capital humano, recursos naturales, infraestructuras clave y un modelo económico dinámico. Solo le falta dar el salto en productividad y consolidar un entorno que favorezca la inversión y la innovación. Si lo consigue, no solo será una puerta al mundo, será uno de los motores del nuevo mapa económico europeo.