¿Y ahora qué hacemos con esto?

¡Vaya historia la que ha salido a la luz en un rinconcito de la frontera entre España y Portugal! En un pueblo perdido en La Raya, esa línea imaginaria que separa a los dos países, una casa ha protagonizado un culebrón geopolítico que parece sacado de una comedia. 

Resulta que, por una ampliación un poco «creativa», España acabó ganándole 10 metros cuadrados al vecino luso. Sí, como lo oyes: ¡un trocito de Portugal pasó a ser español por una obra en una cocina! Vamos a desgranar este lío, que tiene miga.

Lugar de la frontera donde ocurrió el hecho

una ampliación de la cocina

Todo empieza en La Fontañera, un pueblo de esos donde el tiempo parece ir más despacio y todos se conocen. 

Allí, en una casa pegadita a la frontera, los dueños decidieron que su cocina se les quedaba pequeña. «¡Vamos a tirar un tabique y a ganar espacio!«, pensaron. 

Pero claro, nadie se paró a mirar con lupa dónde estaba exactamente el límite con Portugal. Total, que la obra se hizo, la cocina quedó de lujo, pero la casa acabó invadiendo unos metros del país vecino. No estamos hablando de un imperio conquistador, sino de una pared que se fue un poquito más allá de lo permitido.

la cocina no se tira, la frontera se mueve

La movida no se descubrió hasta que llegó la Comisión de Límites, esos señores serios que se pasean con mapas y GPS para asegurarse de que todo está en su sitio. 

Cuando llegaron, se encontraron con el percal: la casa, tan pancha, ocupando terreno portugués. Imagínate la cara de los funcionarios. «¿Y ahora qué hacemos con esto?«. Hoy en día, lo normal sería tirar la construcción, multar a los dueños y a otra cosa. 

Pero, atención, porque aquí viene lo bueno: esto pasó hace décadas, en una época en la que las cosas se resolvían de manera más… digamos, «pragmática».

En lugar de liarse con demoliciones, un avispado decidió que lo más fácil era mover un hito fronterizo. 

Sí, sí, una de esas piedras que marcan dónde acaba un país y empieza el otro. Agarraron el mojón, lo desplazaron unos metrillos y listo. ¡Frontera nueva, problema resuelto! La piedra no indica la frontera, la piedra es la frontera. Así de simple. 

Y como nadie puso pegas, los informes se firmaron en Lisboa y Madrid, y España se quedó con esos 10 metros cuadrados de Portugal de la forma más inocente del mundo.

Hito fronterizo entre España y Portugal, que fue movido para

Hito fronterizo entre España y Portugal, que fue movido para «legalizar la obra»

Esta anécdota, que parece de chiste, está recogida en el libro Historiones de la geografía de Diego González, y no es la única rareza de La Raya. 

las casas en «duda» de la raya

La frontera entre España y Portugal, con sus 1.234 kilómetros, es la más larga y antigua de Europa, y está llena de historias curiosas. 

Por ejemplo, antes de que existieran las técnicas de medición modernas, había «casas de la duda», edificios que no se sabía muy bien si eran españoles o portugueses. 

Estas casas eran el paraíso del contrabando, porque nadie tenía claro quién mandaba allí. En La Fontañera, la casa protagonista de nuestra historia es una de esas rarezas: tiene una piedra en la pared con una «P» de Portugal y una «E» de España. ¡Más fronterizo, imposible!

Pero no te creas que este «robo» de 10 metros desató una crisis diplomática. Nada de eso. España y Portugal son como hermanos que se llevan bien, y estas cosas se toman con humor.

De hecho, la relación entre ambos países es tan buena que hasta comparten proyectos como el puente internacional sobre el Guadiana, que conecta Sanlúcar de Guadiana con Alcoutim. 

lo de olivenza no es una anécdota

Eso sí, los portugueses no olvidan ciertos episodios, como lo de Olivenza, un pueblo que España se quedó en 1801 y que algunos lusos aún reclaman. Pero lo de la casa de La Fontañera es más bien una anécdota para reírse en el bar.

La casa en cuestión, por cierto, no es solo famosa por su «invasión». Hasta 2023 funcionó como alojamiento y bar para excursionistas, y sigue siendo un punto curioso para los que visitan la zona. 

Imagínate tomarte una caña en un sitio donde un pie está en España y el otro en Portugal. Eso sí, ahora que los GPS no perdonan, seguro que nadie se atreve a hacer otra obra sin consultar antes con los vecinos.

Esta historia nos recuerda que las fronteras, aunque parezcan líneas fijas en un mapa, a veces son más flexibles de lo que pensamos. 

En La Raya, donde los ríos como el Miño o el Guadiana han marcado el límite durante siglos, las historias de cruces, trueques y pequeños «robos» como este son parte del encanto. 

Así que, si alguna vez pasas por La Fontañera, echa un ojo a esa casa. Quién sabe, igual te inspiras para ampliar tu cocina… pero mejor mide bien antes.

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