Libros de arte y de fotografía, poesía francesa traducida, clásicos poco conocidos de la literatura, psicología de la educación y un libro sobre María Moliner. No es fácil resumir lo que la reina Letizia se ha llevado a casa tras su tradicional visita inaugural a la Feria del Libro, porque cada institución, editorial o librería le regala un puñado de libros en los que puede entrar de todo, desde las novedades principales que quieren promocionar hasta los libros que creen que le pueden gustar a la monarca. En cualquier caso, la reina se ha dejado aconsejar más que elegir ella misma, aunque todos los profesionales del libro con los que se ha visto este viernes han subrayado lo mismo: que es una reina lectora y que se habían quedado sorprendidos no solamente de sus conocimientos literarios, sino también de cómo funciona el sector editorial.
Se preveía calor tórrido este viernes en Madrid, pero la realidad superaba las expectativas, hasta el punto de que a media mañana se conocería que el Retiro tendrá que cerrar antes esta tarde, a las 18h, en previsión de los fuertes vientos que pueden povocar las altas temperaturas. Antes, a las 11 de la mañana, cuando estaba prevista la llegada de la reina al Paseo de coches del Retiro, los periodistas formaban una línea perfecta justo en el lugar en el que empezaba la sombra, y era a las autoridades y los representantes de la Feria o del mundo del libro que esperaban para saludarla a quienes les tocaba aguantar el tipo bajo un sol de justicia. Allí estaban Eva Orúe, directora de la Feria del Libro de Madrid, el ministro de Cultura Ernest Urtasun, y el alcalde de Madrid, Jose Luis Martínez Almeida, entre otros.
Después del multitudinario saludo, casi de recepción en palacio, la reina hacía su primera parada, acompañada del ministro Urtasun, en la caseta del ministerio de Cultura, donde se hacía con unos cuantos libros de gran volumen: los catálogos de los museos nacionales son una parte esencial de sus publicaciones. El que más comentaba con los responsables del Ministerio era el de la exposición ‘Raíces’ del Museo del Traje, actualmente en cartel y que recorre la historia de la indumentaria tradicional española. No iba a ser fácil cargar con esos bultos, así que en el propio ‘stand’ le daban una ‘tote bag’ que acabaría en el hombro de una agente de la Guardia Civil ataviada con tricornio, como manda el protocolo.
El paseo por la feria, con frecuentes paradas para saludar a la gente y mucha foto con grupos de niños, recalaba después en la caseta compartida por tres editoriales: de Círculo de Tiza se llevaba el libro del fotógrafo Jeosm ‘No soy uno de los vuestros’, de Demipage el volumen de poesía francesa ‘Cartas a una joven poeta’ y de La Huerta Grande ‘Señales’, de Tim Gatreux. El recorrido estaba previamente estudiado y pactado, pero había lugar para improvisaciones. Justo al lado de la caseta anterior está la de la librería Tipos Infames, y allí hacía una parada imprevista la reina para comentar con uno de sus libreros, Gonzalo Queipo, el nuevo libro de Rodrigo Cortés ilustrado por el grabador Tomás Hijo, aunque finalmente no se lo llevaba.
«Ha estado en la librería varias veces, hemos hablado de eso», contaba Queipo, que la ha visto allí en diferentes ocasiones. Lo mismo decían que les había comentado en las dos librerías que visitaba a continuación, Olavide Bar de Libros y la Alberti, aunque en estos casos no tenían tan claro el haberla visto alguna vez. Letizia comentaba que era porque lo había hecho de incógnito, pero revelaba detalles de sus locales que demostraban que sí los conocía. En la primera, los libreros argentinos Raquel Garzón y Daniel Ulanovsky le regalaban ‘Hasta que empieza a brillar’, el libro de Andrés Neuman sobre María Moliner, y de la Alberti, donde se dejaba recomendar por su propietaria Lola Larumbe, salía con, entre otros, ‘La fortaleza/Los nuestros’ de Lucía Carballal, ‘Futuro Imperfecto’ de Xulia Alonso y ‘Prohibo morir aquí’ de Elizabeth Taylor (la escritora, no confundir con la actriz). «Es una mujer muy lectora y conoce muy bien lo que se publica», comentaba Larumbe.
Los gritos infantiles de «Letizia Letizia» la perseguían por todo un recorrido que también paraba en la editorial Morata para celebrar los 100 años que acaba de cumplir, en el pabellón del CSIC o en el Espacio Indómitas, dedicado a las editoriales alternativas y donde abundan los libros en formatos especiales. De allí se llevaba uno sobre Carmen Gaite y Anamaría Matue fabricado a mano, ‘Hable con ellas’, y en otro en formato póster, ‘Autorretrato de Nueva York’, con manuscritos de García Lorca.
El paseo remataba en el pabellón infantil, con un curso de niños y niñas del colegio privado FEM dibujando las escenas de un cuento. Letizia se sentaba con ellos y les ayudaba con sus pinturas, bajo el mando de una divertida animadora que daba instrucciones y marcaba tiempos. Hacía una temperatura infernal en ese espacio, con los periodistas, a estas alturas, al borde de la lipotimia. Cuando la reina por fin salía para subirse a su coche con aire acondicionado, por fin todos podían respirar tranquilos. Lo comentaba entonces Eva Orúe, con tono de profecía: «no es bueno que haga tanto calor, porque esto desata viento y ya sabemos lo que pasa». Solo una hora más tarde se conocía que la noticia del cierre adelantado, esta tarde, de el Retiro y otros ocho parques madrileños. Mala suerte para empezar una feria marcada por grandes expectativas.