Un paraíso de calas escondidas y pueblos con encanto. Una zona con una arraigada y marcada pasión por sus olores, sus sabores y sus colores que ha conseguido hacer de la gastronomía una narradora en primera persona que nos lleva de viaje por su historia y sus tradiciones.
Recorremos la Costa Brava, una suculenta porción de Cataluña salpicada por el Mediterráneo y abrazada por la belleza del Empordà en la que el arte de comer está íntimamente unido a su identidad. Una ruta que recorre algunos de sus pueblos más emblemáticos: Cadaqués, Calella de Palafrugell o Peralada, y que culmina en Girona, una ciudad que ha hecho de la gastronomía su mayor emblema.
Unas cuantas paradas por una de las regiones más codiciadas de la costa catalana que deberías tener en el radar para culminar tu viaje, literalmente, con buen sabor de boca.
La alta cocina al detalle
No todas las experiencias gastronómicas tienen que ver con el arte de sentarse alrededor de una mesa. Eso lo saben muy bien en la primera parada de esta ruta: elBulli1846, el espacio creado por Ferran Adrià en Cala Montjoi (Roses) que ocupa el lugar del legendario restaurante elBulli, ahora transformado en un laboratorio-museo que invita a reflexionar sobre la creatividad, la innovación y la historia de la cocina.
Terraza de elBulli1846. / Félix Lorenzo
A través de una cuidada puesta en escena que combina instalaciones interactivas, archivos documentales y piezas icónicas del restaurante, el recorrido por este espacio permite al visitante entender el proceso creativo del equipo de elBulli. O lo que es lo mismo: permite conocer de primera mano los recovecos, las recetas, el funcionamiento y toda la logística que había detrás de uno de los proyectos culinarios más influyentes del siglo XXI.
Para continuar la ruta habrá que tomar la misma carretera que nos ha traído hasta la primera parada: de sinuosas y serpenteantes curvas que bordean el Parc Natural del Cap de Creus. Mirar por la ventana es un acto necesario, pues se hace a través de un paisaje agreste y salvaje que se deja ver a través de abruptos acantilados y calas escondidas entre pinares.
Comer en el pueblo que enamoró a Dalí
El siguiente destino no es otro que Cadaqués, considerado por muchos como uno de los pueblos más bonitos de España. No es de extrañar, pues la primera panorámica que nos deja este coqueto pueblo costero es el de un edén abrazado por escarpadas colinas al que bañan unas tranquilas aguas que ya, en su momento, inspiraron al mismísimo Salvador Dalí. Este conocido pintor surrealista lo tenía claro afirmando que este era “el pueblo más bonito del mundo”. No fue el único al que atrapó su belleza: también a Pablo Picasso, Marcel Duchamp, Joan Miró, Federico García Lorca o Luis Buñuel. A todos ellos había una cosa que les fascinaba del lugar: la luz de Cadaqués.
Razones no les faltaban para enamorarse de este lugar, como tampoco faltan ahora para embarcarse a visitar un pueblo que es más que sus senderos frente al mar, sus sinuosas calles empedradas y sus casas de imponente blanco. Porque Cadaqués, más allá de ser uno de los lugares más codiciados de la Costa Brava, es también un paraíso del buen comer. Y su máximo exponente es el restaurante Compartir.
Nació en 2012 de la mano de tres extrabajadores de elBulli: Oriol Castro, Eduard Xatruch y Mateu Casañas que, tras el cierre del icónico restaurante de Ferrán Adrià, decidieron crear un proyecto conjunto que recuperara el espíritu creativo, pero de una manera más accesible y cercana. Un espacio gastronómico que se ubica en una antigua casa de pescadores y que es conocido por ser el “hermano pequeño” del restaurante Disfrutar, otro de sus proyectos considerado como uno de los mejores restaurantes del mundo por ‘The World’s 50 Best’.

Plato del restaurante Compartir / Félix Lorenzo.
Su nombre no es casualidad: toda la experiencia en el restaurante está pensada para que los platos se sirvan en el centro, con elaboraciones pensadas para disfrutar en compañía, pero sin perder la sofisticación. Su propuesta está basada en la cocina mediterránea, con raíces tradicionales que beben de las técnicas modernas. Entre los platos imprescindibles está el tartar de tomate con sandía, tomate, mostaza de pinot noir, pistacho y vinagreta de frambuesa; las sardinas escabechadas con zanahoria y cebolla encurtida o el canelón de atún relleno de tagalo de atún con tomate, almendras, alcaparras y olivas. También las ostras, las anchoas de l’Escala o el salmonete en suquet con pure de patata y alioli de azafrán.
Una bodega de obligada visita
Hay una parada que no puede faltar en tu itinerario por la Costa Brava y l’Empordà. El pueblo medieval de Peralada es mucho más que un paseo por uno de los pueblos más encantadores de la zona: es aventurarse a descubrir una de las experiencias más completas y sorprendentes de la región. Un lugar difícil de catalogar con una sola palabra, pues lo tiene todo: un castillo de cuento, museos, una iglesia de estilo gótico con claustro, una de las bodegas más bonitas del mundo y una experiencia gastronómica de nivel.

Castillo de Peralada. / Josep M. Palau Riberaygua
Hablamos del complejo más famoso de Peralada, que toma su nombre del pueblo. La visita puedes empezarla por su Celler. Fundado en 1923 por Miquel Mateu, se alza sobre los terrenos de la antigua granja. Ahora es un renovado complejo con una construcción de arquitectura vanguardista diseñada por RCR Arquitectes, ganadores del premio Pritzker. Esta destaca por su integración en el paisaje, pues toda la bodega se encuentra “excavada” en el suelo y por ser la primera bodega europea con certificación LEED Gold, la maxima certificación en eficiencia y sostenibilidad constructiva del mundo.
La visita es una experiencia inmersiva de nivel: empezarás por el auditorio, donde podrás conocer de primera mano la historia del celler. Pasaras por su laberinto, una serie de pasillos que te llevarán a conocer todos sus viñedos en un paseo que parece de otro planeta. Seguirás por sus depósitos, la sala de las barricas y la de las botellas. Terminarás en el Templo, el lugar donde envejecen sus mejores vinos. Un viaje único por una de las bodegas más espectaculares y especiales de España que termina en su sala de catas, un espacio ante el que solo cabe constatar la belleza y el cuidado al detalle de esta bodega.

Exterior del Celler Perelada / Félix Lorenzo
La experiencia debe completarse visitando sus demás instalaciones, que se recorren a través de unos jardines privados de siete hectáreas. Nos encontraremos con su famoso y precioso castillo del siglo 14, una de las panorámicas más bonitas y espectaculares del complejo en el que es inevitable no quedarse mudo con el baile de los cisnes en sus alrededores. Es en el interior de este castillo donde nos encontraremos con el Castell de Peralada Restaurant, galardonado con una estrella Michelín y dos Soles Repsol. Aquí se ofrece una cocina contemporánea basada en productos de proximidad y capitaneada por el chef Javi Martínez.
No debes irte sin visitar el Museo del vino, con piezas históricas vinculadas a la viticultura del Empordà; el Museo del Vidrio y la Cerámica, con más de 1.000 piezas de cristal de distintas épocas o su Biblioteca, que alberga una de las colecciones cervantinas más importantes del mundo, con ediciones únicas del Quijote.
Aunque si crees que lo has visto todo es porque no te has acercado a su iglesia, con un precioso claustro, en el que se encuentra uno de los pocos techos mudéjares que se conservan en España.
La experiencia puede completarse en el Hotel Peralada Wine Spa & Golf que cuenta con un recorrido a través de 6.000 metros con 18 hoyos para amantes de este deporte, un Wine Spa que tiene como eje la vinoterapia y restaurantes imprescindibles como L’Olivera, liderado por Paco Pérez, en el que se reinterpretan recetas clásicas del Empordà acompañadas por los excelentes vinos del Celler Perelada.
Experiencias que emocionan
Hay otra forma de disfrutar del paisaje de la Costa Brava. Un lugar desde el que se tienen algunas de las vistas más privilegiadas y especiales de la zona: el mar. Hay cientos de ofertas para disfrutar de las vistas, pero una que todo viajero que se precie debería probar, la de embarcarse en un barco tradicional de la zona para conocer algunos de sus pueblos y paisajes más conmovedores.

Paseo en llaüt por la Costa Brava. / Félix Lorenzo
La experiencia de subirse en un llaüt se puede hacer con Custom Sailing, que tienen su base a escasos kilómetros de Calella de Palafruguell, en Palamós, y que se puede complementar con una de las experiencias de La Gastronòmica, una empresa que realiza diversas actividades como espectáculos de cuerdas y vinos, otros de poesía y vino o este, el de hacer una cata de productos y vinos del Empordà con una panorámica de los paisajes desde el mar. ¿El destino que recomendamos? Embarcarse desde Palamós hasta Calella de Palafrugell, un pueblo que es como sumergirse en un cuadro impresionista.
Por el camino, mientras degustas algunos de los vinos típicos de la zona en una experiencia que se vive con los cinco sentidos, te encontrarás con varios hitos: la Playa de la Fosca, el Castell de Sant Esteve o la Playa de Salger. Todas ellas te llevarán a la panorámica más esperada: la de tener enfrente el precioso pueblo blanco de Calella. Tomarse un vino desde el mar con estas vistas es una experiencia que emociona, y mucho.
El arte del aceite
Habrá que dirigirse al Baix Empordà para toparse con más de 12.500 oliveras que modelan un paisaje del que es imposible apartar la mirada. Allí, entre Peratallada, Palau-Sator, Ullastret y Pals (pueblos considerados como el círculo de oro del Empordà), nos encontraremos un paraíso para amantes del oleoturismo: la Finca Fontclara.
Esta, además de ser conocida por producir uno de los mejores Aceites de Oliva Virgen Extra del territorio, también es una parada imprescindible si eres un fanático de este oro líquido.

Recogida de la oliva en Finca Fontclara. / Félix Lorenzo
Aquí la experiencia gastronómica está clara: un relajante paseo por los olivos en el que conocerás la historia de esta finca y una visita a la almazara para entender el proceso de fabricación del aceite. Terminarás haciendo una cata de aceites rodeado de sus olivos a los que acompaña un aperitivo contundente de panes, embutidos y vino. Una experiencia incapaz de explicar si no se tiene el inconfundible aroma de los miles de olivos que te rodean.
Un castillo convertido en paraíso
La ruta gastronómica no podía terminar en otro lugar que no fuera Girona, una preciosa ciudad bordeada por el río Oñar. Un lugar en el que es necesario perderse entre las calles del Barri Vell, donde se encuentra la imponente Catedral de Santa María, con la nave gótica más grande del mundo y las escalinatas que conforman una de las escenas más comentadas de Juego de Tronos. Además de uno de los barrios judíos mejor conservados de Europa, esta ciudad ofrece un laberinto de callejuelas estrechas que te transportarán a la Edad Media.
Esta ciudad es también conocida por tener uno de los templos gastronómicos más codiciados del país: el Celler de Can Roca, reconocido como uno de los mejores restaurantes del mundo fundado por los hermanos Joan, Josep y Jordi Roca. Una familia que se ha aventurado a crear una nueva experiencia en las inmediaciones de la ciudad que nace bajo el nombre Esperit Roca, ubicado en el precioso Castillo de Sant Julià de Ramis. Una experiencia que podemos dividir en dos partes: el hotel y el restaurante.

Bodega del Restaurante Esperit Roca. / Félix Lorenzo
El hotel es todo lo que soñamos cuando nos vamos de viaje: lujo, diseño y naturaleza ubicado en lo más alto de la montaña en el que se ofrecen 15 habitaciones de lujo que han sido concebidas para integrarse armoniosamente con su entorno. Con amplios balcones, estas tienen unas vistas panorámicas del Empordà y el Gironès. No nos podemos ir de aquí sin disfrutar de su piscina, su mirador rodeado de jardines y un desayuno buffet que destaca por su calidad y variedad.

¿Planificando tu viaje a la Costa Brava?
Por otra parte, a las faldas del castillo, nos encontramos con el restaurante Esperit Roca, galardonado con una estrella Michelín en la edición 2025 de la guía. La propuesta gastronómica se basa en la reinterpretación de platos icónicos de El Celler de Can Roca, ofreciendo dos menús degustación: el Menú Espíritu Salado, con seis platos principales y dos postres, y el Menú Espíritu Dulce, con dos platos principales y seis postres.
El espacio destaca por su diseño contemporáneo, con materiales como cemento y hormigón, y grandes ventanales que integran el paisaje natural en el comedor. Además, los comensales pueden disfrutar de una bodega con más de 80.000 botellas y una exposición que recorre el proceso creativo de los hermanos Roca.