La incursión de Elon Musk en el Gobierno de Estados Unidos ha concluido. El hombre más rico del mundo aseguró el miércoles que abandona la Administración de Donald Trump, lo que le permitirá centrarse en sus negocios empresariales, mermados por su deriva reaccionaria.
El magnate tecnológico pone así fin a su rol como asesor clave de Trump al frente del mal llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), un polémico programa para despedir a miles de funcionarios, suprimir todo tipo de regulaciones y recortar el gasto público.
El anuncio llega justo un día después de criticar al presidente republicano y expresar su «decepción» con un megaproyecto fiscal —conocido oficialmente como One Big Beautiful Bill— que aplicará un masivo recorte de impuestos, pero que también aumentará el gasto público en el país, algo que «socava el trabajo que el equipo de DOGE está haciendo».
Límite legal
Sin embargo, su adiós se debe a una cuestión legal. Desde el 20 de enero, Musk había operado como empleado especial del Gobierno, una designación que le permitió no publicar su información financiera ni cumplir con las normas sobre conflictos de intereses que se aplican a los empleados públicos a tiempo completo, pero que también limita su trabajo en la Administración estadounidense a un máximo de 130 días por año, período que finaliza el viernes.
«Ahora que mi tiempo programado como empleado gubernamental especial llega a su fin, quiero dar las gracias al presidente Donald Trump por la oportunidad de reducir el gasto despilfarrador», escribió Musk en una publicación en X, la red social de su propiedad y anteriormente conocida como Twitter. «La misión de DOGE se fortalecerá con el tiempo a medida que se convierta en una forma de vida en todo el Gobierno».
A pesar de elogiarse en público, la tensión entre Musk y Trump ha ido creciendo en los últimos meses. Al magnate no le ha sentado nada bien que la Casa Blanca haya tendido puentes con OpenAI, la start-up de inteligencia artificial responsable de ChatGPT, dirigida por su archienemigo Sam Altman y con la que trata de competir con su compañía xAI. Por eso, la semana pasada amenazó con bloquear un acuerdo con Emiratos Árabes Unidos que permitirá a varios gigantes estadounidenses construir uno de los centros de datos de IA más grandes del mundo en Abu Dabi, según destapó ayer ‘The Wall Street Journal’.
Retorno a los negocios
Musk lleva tiempo preparando el regreso a sus negocios. El pasado 22 de abril, el empresario ya avanzó que a partir de mayo reduciría «significativamente» su dedicación a DOGE para centrarse en las compañías que dirige. Durante el primer trimestre de 2025, Tesla vio cómo sus ganancias se desplomaban un 70% y su valor bursátil se hundía, malos resultados que responden a la feroz competencia china en el mercado de los vehículos eléctricos, pero también al rol de Musk como recortador público y a su apoyo a partidos de extrema derecha en todo el mundo.
Musk también se centrará en la empresa aeroespacial SpaceX, que ayer realizó su noveno lanzamiento de prueba de un cohete al espacio, así como en X y xAI, su proyecto dedicado a comercializar productos de IA. El pasado fin de semana ya aseguró que estaba pasando todo su tiempo trabajando y durmiendo en «salas de conferencias, servidores y fábricas».
Musk prometió la semana pasada que en el futuro reducirá su financiación política, un posible cambio de dirección que llega tras haber financiado la campaña presidencial de Trump y la de otros políticos conservadores con al menos 290 millones de dólares. «Creo que ya he hecho suficiente», apuntó, matizando: «si veo una razón para hacer gasto político en el futuro, lo haré». ‘The New York Times’ destapó en marzo que Musk planeaba donar 100 millones de dólares a grupos trumpistas antes de las elecciones de medio mandato de 2026.