A su reciente galería de disparatadas celebraciones, Adrián Barbón debería añadir a partir de hoy la conmemoración festiva del Día del Maestro. O al revés, bien harían los docentes en encender una vela al Bradomín de Laviana, que les resolvió en un periquete la demanda que la consejera de Educación, erre que erre, se mantuvo firme en rechazar. Los manifestantes de la docencia deberían regalar una camiseta negra al presidente asturiano con el lema: “Gracies, salao”. Dicho quede también que no ha habido multitudinaria manifestación más cívica como la de los docentes de estos días y la que se avecina el domingo. Dice un amigo hostelero que ojalá la huelga dure unas semanas, que tiene la terraza que parece un claustro.
Resulta chocante la actitud del Gobierno regional, que concede hoy lo que negó ayer en cuanto que un colectivo se le sube a las barbas. Lo cual augura una creciente conflictividad laboral en el sector público, que quien no llora no mama y a los que mandan las lágrimas les resultan conmovedoras, hasta el punto de aflojarles la cartera. Ya ocurrió con la huelga de los empleados de la Inspección Técnica de Vehículos. Mandó al entonces viceconsejero Isaac Pola a negociar y cuando el asunto estaba enquistado resolvió que el acuerdo lo firmara la vicepresidenta Llamedo, aceptando, eso sí y una por una, las condiciones de los huelguistas. Ahora ha dejado a su consejera de Educación a los pies del séptimo de caballería, desautorizada por el comandante del fuerte y a merced de las flechas de los indios. Temo por su cabellera.
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