Judoka de vocación, presidente del COE desde septiembre de 2005 y recién reelegido para un sexto mandato al frente del olimpismo español, Alejandro Blanco (Ourense, 1950) respira deporte por los cuatro costados. En esta segunda parte de la charla que mantuvo con SPORT (Prensa Ibérica), Blanco recuerda sus ídolos de infancia, rescata sus primeras memorias olímpicas y viaja al momento en el que intentó poner letra el himno de España, un reto que no acabó de cuajar pero que acabó convertido en una aventura que algún día explicará con detalles.
¿Cuál es su primer recuerdo olímpico?
Mis primeros recuerdos tienen que ver con el salto de Bob Beamon en México. También con los de Fosbury, y su nueva técnica. Pero el salto de Beamon me impresionó especialmente. Se me pone la piel de gallina al recordarlo. 8,90 metros. ¿Cómo era posible? Beamon se elevó en el aire y nunca bajaba.
¿Dónde estaba usted el día que Fermín Cacho ganó el oro en Barcelona’92?
En el mejor sitio posible, en el estadio. He visto mil veces esa foto de Fermín y sigo emocionándome. Recuerdo mucho la medalla de Miriam Blasco, después de todo lo que había pasado, la de Almudena Muñoz, la final del fútbol…. Aquello era un éxtasis. Es verdad que los JJOO de Pekín fueron difíciles de igualar, pero una implicación como la de Barcelona no se ha vuelto a ver. La ciudad se volcó.
¿Qué hubiera dado el Alejandro Blanco judoka por una medalla olímpica?
Lo hubiera dado casi todo. Pero nunca tuve la oportunidad. Empecé en el judo muy tarde y eso siempre me quedó muy lejos. Pero por haber ido a unos Juegos y haber sacado una medalla, lo daría todo, claro. Ir a unos Juegos solo está al alcance de los elegidos. Nosotros somos casi 50 millones de personas. A los juegos van 383. Por eso no entiendo que se les critique. Eso solo lo alcanzan los que tienen un gen especial.
Blanco, en la sede del COE / S. Reyes
¿Cuál es la medalla que más ilusión le ha hecho?
No soy capaz de elegir una. Porque más o menos desde que estoy en esta casa de presidente, conozco prácticamente a todo el mundo y todos tienen su historia. Y los que no consiguen medalla, también. Hay deportistas que ese año quedan campeones del mundo, van a los JJOO y ese día no les sale la competición. ¿Y qué pasa? ¿Les decimos que son malos, o cómo es esto? Para valorar ese esfuerzo, ese sentimiento que hay en la victoria y en la derrota, hay que estar ahí.
¿Es cierto que solo duerme cuatro horas?
Sí, me han hecho estudios y soy así. Es lo que me hace estar todo el santo día dándole vueltas a las cosas, pero no es ningún mérito.
¿Y que quiso ponerle letra al himno de España?
Totalmente. Aquello fue una historia maravillosa. Lo intentamos, pero el final fue… ya lo contaré algún día. Si escribo un libro, que no lo haré, le dedicaré varios capítulos.
¿Cuál fue su ídolo deportivo en la infancia?
Me apellido Blanco, así que no es difícil imaginar de qué equipo soy. Di Stéfano, Puskas, el Madrid de las primeras Copas de Europa. Eran tiempos de televisión en blanco y negro. En Orense tampoco teníamos mucho entretenimiento y el fútbol era nuestra escapatoria. Luego he tenido la suerte de admirar y conocer a otros enormes deportistas, auténticos fueras de serie.