Mascota perdida A Coruña | Ocho días sin Gabo: «Si alguien lo tiene y se ha encariñado, se lo regalo; necesitamos saber que está bien y no por ahí tirado»

Mi dirijo a ustedes con la esperanza del que tira un mensaje en una botella al mar delante en las Esclavas creyendo que llegará a la Sierra de Guadarrama. Todo dependerá de la corriente del Manzanares…

Esta es la historia de un perro extraviado, pero no la de cualquier perro. Es la historia de Gabo, el peor dolor de muelas que haya podido existir jamás. Fue en Gabón donde se produjo el encuentro con el mayor dolor de cabeza que me haya tocado vivir. Desde el minuto uno supe que no era buena idea, pero siendo zurda, sagitario y Eneagrama 7, el actuar y luego reflexionar siempre ha sido mi tendencia vital.

Gabo es el fruto de un enorme descuido del alfa de una manada de Batekés (perros salvajes africanos). Con toda seguridad, durante la refriega final que se produce al alcanzar el clímax del celo, un oportunista aprovechó el estruendo para mancillar a su madre.. Nos basamos en varios elementos, como su aspecto sospechosamente diferente de sus congéneres, así como la inexactitud del veterinario al anunciarnos que no pasaría de los 15 kilos. Lo dejamos de pesar cuando alcanzó los 38…

 El caso es que este animal cayó en mis manos pensando 2k100, con los ojos apenas abiertos, desdentado y con unas pulgas subsaharianas que me miraban directamente a los ojos con ganas de apuñalarme. El maldito «malo será» se impuso…

Marzo del 2021… Mis doce gallinas aguantaron hasta junio. Fueron cayendo una a una, metódicamente… La primera fue Mitsubishi. La siguieron Delta, Tango y Maricarmen… Luego ya no recuerdo. Lo que si recuerdo es la cara de pánico de Souleymane, nuestro guardián senegalés cuando me vio zarandear a Gabo con el cadáver de la última en mis manos, Tokio, nuestra sedosa de japón que compré a un traficante de animales libanés por el precio de dos hienas nigerianas.

Luego fueron los tomates… A Gabo no le gustan, pero todas las mañanas necesitaba corroborarlo arrancando ramas enteras que luego escupía a mis pies. Las flores siempre han ejercido un poderoso efecto diurético sobre él. Cuanto mayor sea la majestuosidad de la flor, mayor será la micción.

Solo necesitó 48h para convertir mi pequeño jardín inglés en una réplica a escala del campo de la batalla de Verdún. ¡No falta ni un solo impacto de obús! ¡Tal cual, pero en miniatura!

Decidí renunciar a toda actividad agrícola, por lo que no le quedo más remedio que atacarse a los muebles… No es un perro, es un castor… Después, cuando ya no quedaron ni sillas, ni sillones y sofás donde sentarse, le entró el gusto por los zapatos. Ahí ya me empecé a poner nerviosa, porque en la selva gabonesa no hay ni Primark ni Decatlón.

 Los años fueron pasando, los niños creciendo y tras 16 años en el hemisferio sur nos llegó el momento de volver a la civilización. Y había que ocuparse de la repatriación del firulais…

Creo que todo lo que aprendí me lo convalidan por la carrera de Veterinaria. Pasaporte internacional, chip, vacunas, cuidado con las larvas del corazón, titrage rábico, extracción de plasma, booster rábico que esto no arranca, caja de transporte adaptada, esta sí pero no porque es Air France, aprender las normas de Aena, espera que falta el certificado de conformidad, reservar vuelo intercontinental, coger barco porque no entra en la avioneta, al final si que entra pero vale tanto, saca al perro de la cinta que no tiene agua, le pones agua y se la tira encima, etc, etc, etc,…

El caso es que, tras varias noches de insomnio y muchos euros dejados en el camino, el Gabo aterriza en A Coruña, en el barrio de la Sagrada Familia… Esa es otra… Pero no me eternizo porque no le quiero hacer competencia al Quijote.

A modo de descripción física, decir que Gabo tiene el aspecto de un border collie cervecero, bien pasado de kilos, muy bonito si se está quieto, pero en cuanto se mueve ya ves que la mezcla razas le ha resultado fatal. Camina con las patas traseras muy separadas, como si sintiese un enorme escozor en unos testículos inexistentes, ya que está castrado.

Tiene un diente adicional en medio del paladar inferior, que tanto mi marido como yo sospechamos que emplea a modo de navaja suiza. En todo caso, hemos descubierto que consigue hacer palanca para abrir, con una precisión quirúrgica, las mochilas de nuestros hijos y así poder extraer el táper con potenciales restos de bocadillo en su interior.

Los órganos no los tiene en su sitio. El cerebro lo tiene en el estómago y el cráneo sospechamos que lo tiene vacío, ya que cuando aplicas golpes suaves, suena a hueco. Es como una especie de oxímoron con patas, un tonto listo, capaz de abrir puertas y cerrar ventanas pero incapaz de retener que la alfombra del salón no es un váter. 

Una vez se extravió en el parque de Santa Margarita y lo encontramos sentado en el interior del portal de mi hermano que vive en San Pedro de Visma, edificio al que yo nunca jamás lo he llevado. Ahí piensas que el bicho tiene recursos… que es un superviviente nato, pero luego ves que también presenta tendencias suicidas, como ingerir cuatro docenas de huevos con sus correspondientes hueveras de una tajada o tres tabletas jumbo de chocolate con frutos secos tamaño Airbus 380… No murió de aquella, pero estuvo perdiendo avellanas durante una semana. Y no en la alfombra del salón, no. En lugares estratégicos de la casa con el único fin de desarrollar al máximo nuestro sentido del olfato. Y si no que alguien me explique como puede un animal de 40 kilos aliviarse debajo de una cama de matrimonio…

De hecho, un día llegamos a pensar que había tratado de atentar contra su propia vida: tras una ausencia de menos de una hora, lo encontramos en un estado somnoliento tumbado en un sofá y con todo el cuerpo recubierto de una sustancia amarronada, semejante a la sangre seca. Tras unos momentos de pánico tratando de encontrar la herida de la que brotaba toda esa sangre, alguien encontró el bote de ‘Cola-cao’ mordisqueado y debidamente escondido detrás de la lavadora.

A nivel educación académica, vive Dios que todas las escuelas caninas de la Coruña lo conocen. La mayoría me propuso devolverme el dinero. ¡Pero no fue en balde! Al menos consiguió integrar dos nociones básicas: que las charcuterías del Gadis están prohibidas y que los demás perros, por muy pequeños que sean, no son comestibles.

A nivel léxico, cero patatero. Ni ‘plis’, ni ‘plas’, ni ‘splasch’. Solo conoce una palabra: ‘chuche’. Es la única palabra con la que consigues establecer una conexión momentánea con él. Eso sí, como vayas de farol y no tengas nada que ofrecer, su mirada de desprecio haría palidecer al mas argentino de todos los gatos…

Lo dejo aquí. Gabo es como un dolor de muelas, como una ciática eterna, un perro fibromiálgico… ¡Un verdadero forúnculo! Pero es Mi forúnculo.

Y después de todas las batallas que he perdido contra él, nuestra historia en común no puede acabarse de este modo, de una forma tan banal, con un simple extravío.

Al final, él no le ha pedido nada a nadie, he sido yo la que ha ido de buena samaritana por la vida y la que ha querido ocuparse de esa bola de pelo de ojos azules que me regaló el karma para recordarme que, por muy bien que te vaya la vida, siempre se puede torcer, así que hay que aprovechar el momento.

Quiero que vuelva conmigo, aunque sepa de antemano que en dos días le volveré a gritar que ojalá lo secuestre una vieja amargada que solo lo alimente a base de croquetas diet marca blanca.

Y digo que quiero que vuelva conmigo y no con nosotros porque, a pesar de que todos en esta familia lo adoran, la única que se ocupa de recoger sus enormes baobabs multicolores, de darle de comer las cositas que le gustan, de pasearlo en el parque de Bens todos los días llueva, haga viento o sol es esta menda lerenda.

Así que, por favor, le pido a ‘El Faro de Vigo’ que me ayude a quemar mi último cartucho difundiendo la noticia de su desaparición en el Puerto de Suevos el 20 de mayo tras una crisis epiléptica. (Otro capítulo de los muchos que componen sus cuatro años de existencia)

A modo de epílogo, decir que muchos propietarios de perros piensan que a su perro sólo le falta hablar. Lo único que le pido a Dios es que el mío no lo haga nunca: lo ha hecho en mis sueños y tenía la voz de Juan Tamariz…

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