Si existe un nombre asociado inevitablemente a una tragedia en un estadio de fútbol, es el de Heysel. Tristemente, hubo muchas otras, como Hillsborough, Luzhniki, Nacional de Lima o Puerto Said, entre otras, pero el viejo estadio de Bruselas pasó tristemente a la historia del fútbol el 29 de mayo de 1985, hace exactamente 40 años. El escenario de la final de la Copa de Europa, competición que cumplía 30 años, se convirtió en un dantesco cementerio.
Dos históricos, Liverpool y Juventus, llegaron a la final. El equipo inglés, que ya tenía cuatro Copas de Europa y era el vigente campeón, se enfrentaba a la Juventus, que buscaba su primer título después de perder las finales de 1973 y 1983.
Ambos equipos se habían visto las caras meses antes en la final de la Supercopa de Europa, el Liverpool como campeón de Europa y la Juve como campeona de la Recopa. Para algunos seguidores del Liverpool, la final de Heysel sería una especie de revancha.
Los ingleses también viajaron a Bruselas dispuestos a celebrar la hegemonía del fútbol británico, ya que los equipos ingleses habían ganado siete de las últimas ocho Copas de Europa.
Italia, eso sí, podía presumir de haber conquistado el Mundial de 1982 con una notable presencia de jugadores de la Juventus.
Placa de homenaje en el estadio Heysel, hoy llamado Rey Balduino / –
Primeros incidentes
Los incidentes entre aficiones empezaron en la víspera del partido, el martes 28 de mayo (las finales de la Copa de Europa se jugaron entre semana hasta 2010) en el centro de la ciudad, pero la policía belga no intervino. Nadie le dio importancia: eran años en los que ‘hooliganismo’ de los ingleses empezaba a invadir el continente europeo. Nadie sabía muy bien cómo frenar a aquellos seguidores británicos violentos y embrutecidos por el alcohol.
Una pésima decisión estratégica de la organización del partido sirve en bandeja la tragedia: en la curva de uno de los fondos del estadio coinciden las aficiones de ambos equipos. Los ingleses, mayoritariamente jóvenes y violentos, algunos ya totalmente descontrolados por culpa del alcohol.
Junto a ellos, aficionados italianos; en su mayoría familias o seguidores alejados de cualquier tipo de vinculación violenta. En total, se prevén 60.000 espectadores: 25.000 de cada equipo y (en teoría) 10.000 aficionados belgas y por lo tanto neutrales, aunque más tarde se supo que esas entradas fueron a parar en su mayoría a aficionados ingleses.
45 minutos antes del inicio del partido, los italianos tratan de abandonar esa zona en masa, ante el ataque de los ingleses, que les tiran objetos y los amenzan. Se producen las primeras avalanchas. Y los italianos chocan contra las vallas de seguridad que acotan las zonas del estadio. Pese a los ruegos desesperados de algunos, la policía belga se niega a abrir vías de escape en dichas vallas.
Una trampa mortal
La presión de los aficionados ingleses es asfixiante. La curva del estadio es una trampa mortal.
Los aficionados que estaban en otras zonas del estadio, sin problemas en las gradas, intentan bajar al campo o acceder a la zona problemática, algunos con la intención de frenar a los ingleses. La policía, por su parte, se limita a tomar posiciones para evitar que la situación empeore, con cordones de seguridad, pero es incapaz de solucionar lo que está ocurriendo en la zona afectada.
Cuando los especialistas pudieron liberar las vallas, la situación ya era desesperada: fallecieron 39 aficionados, en su mayoría asfixiados y aplastados contra las vallas. Fueron 32 italianos, cuatro belgas, dos franceses y un británico. Los que tuvieron más suerte pudieron ser evacuados y recibieron los primeros auxilios en el césped.
Muchos cadáveres fueron depositados en un espacio anexo al mismo terreno de juego, visibles desde otras zonas del estadio.

Imagen de una de las gradas del estadio / –
«Indiferencia e improvisación»
Uno de los periodistas españoles que estuvo en Heysel fue Emilio Pérez de Rozas (‘El Periódico’), enviado por el diario ‘El País’. Pérez de Rozas lamenta «la improvisación y la indiferencia» con la que se manejaron las autoridades belgas. «Yo llegué a Bruselas el lunes por la tarde, y ese mismo día, en el centro de la ciudad, ya se podía intuir que podía suceder algo grave: escaparates rotos, aficionados ingleses bebidos… y la policía no tomó medidas».
«Se comentó que una de las escasas medidas preventivas tomadas por las autoridades belgas fue prohibir la venta de alcohol en un radio de cinco kilómetros del estadio. Pero no fue así: al día siguiente volví al estadio y vi que había cientos de botellas, incluso cajas: alguien se había aprovechado de esa supuesta prohibición para vender alcohol en camionetas o furgonetas junto al estadio», recuerda Pérez de Rozas.
Aunque estaba en Bruselas enviado por ‘El País’, Pérez de Rozas fue el encargado de narrar el horror para toda España. Lo hizo a través de los micrófonos de TVE porque José Ángel de la Casa, recientemente fallecido, no había podido salir de la cabina debido a los incidentes. Un compañero tomó nota desde la redacción de ‘El País’ de las palabras de Pérez de Rozas en la televisión antes de que pudiera sentarse en su pupitre para sentarse a escribir la crónica de una jornada negra.

La tragedia de Heysel cambió para siempre el fútbol / –
Incomprensiblemente, la UEFA decide que el partido se tiene que jugar. Las televisones de todo el mundo ya han conectado: hay cierta confusión sobre el número de fallecidos pero es evidente que algo grave ha sucedido en Bruselas. La televisión alemana decide no emitir el partido, por respeto a las víctimas.
El partido se juega porque según la UEFA, suspenderlo podría provocar nuevos incidentes. Según las autoridades locales, se jugó para evitar una guerra.
Hoy sería absolutamente impensable que el partido se llevase a cabo, pero en mayo de 1985, se jugó: los capitanes de los dos equipos, Gaetano Scirea y Phil Neal, visiblemente confusos y desconcertados, leen un comunicado antes del partido, pero nadie sabe a ciencia cierta cuántos fallecidos hay. Los jugadores piden calma para evitar más incidentes, pero es demasiado tarde. «Jugaremos por vosotros», dicen los capitanes, sin saber muy bien dónde mirar.

La UEFA expulsó a todos los equipos ingleses durante 5 años / –
El partido arranca con una hora y media de retraso, pese a la oposión de la delegación italiana. Y lo gana la Juventus gracias a un penalti inexistente. Lo marca Michel Platini, que años más tarde sería presidente de la UEFA. El título más importante de la historia de la Juve fue también el más triste.
Cuando la polícia de Bruselas decreta el estado de sitio en la ciudad, ya es demasiado tarde. La cifra de fallecidos corre por todo el mundo: 39 muertos en la final de la Copa de Europa.
Los ingleses, fuera de Europa
La tragedia trajo consecuencias deportivas, más que políticas o penales. En un primer momento, ni la UEFA ni la policía belga ni las autoridades responsables de seguridad asumieron responsabilidades. Días después, el escándalo fue de tal magnitud que obligó al alcalde de Bruselas y al ministro del Interior de Bélgica a renunciar a sus cargos.
En cambio, la UEFA expulsó a los equipos ingleses de las competiciones europeas durante cinco años, un veto que hizo perder potencial al fútbol inglés.
En los años posteriores dejaron las islas jugadores tan emblemáticos como Gary Lineker, Mark Hughes, Glenn Hoddle, Ian Rush, David Platt o Paul Gascoigne.
El estadio de Heysel, que posteriormente sería remodelado y rebautizado como Rey Balduino, no volvió a acoger ninguna final europea. Asistir a un estadio ya nunca fue lo mismo: UEFA y FIFA empezaron a subrayar la necesidad de eliminar las localidades de pie y las vallas, aunque este último aspecto, el de las vallas, no se afrontó en serio hasta 1989, cuando otra tragedia sacudió el mundo del fútbol, en el estadio de Hillsborough de Sheffield, con 97 aficionados del Liverpool fallecidos por una avalancha.
También se restringió la venta de alcohol en los estadios, se instalaron cámaras de seguridad y se empezaron a calificar los partidos en función de su riesgos de posibles incidentes.