Circula por las redes un minivídeo del admirable actor londinense Michael Caine (mucha atención: pronúnciese, más o menos, "maicolkéin") en el que cuenta, serio como es, una anécdota descacharrante, como es él también. La resumo y seguro que por desgracia desvirtúo. Resulta que una noble dama adinerada de avanzada edad y severas dificultades auditivas lo invitó, ya famoso, a una fiesta en su (de ella) mansión de la campiña inglesa, junto a un nutrido grupo de celebridades.
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