Tiempo y distancia, dos factores que casan bien con la toma de decisiones relevantes. El Hércules y Rubén Torrecilla se han dado un margen de siete días para reevaluar el vínculo que les une. Hace un año, la figura del preparador extremeño era incuestionable. Ahora, con diecisiete derrotas en el casillero y una segunda vuelta con números preocupantes, cuesta creer, en el seno de la entidad, que él sea el hombre más indicado para buscar el asalto definitivo al fútbol profesional.
Todo juega en contra del preparador en este momento. Se ha dilapidado la energía positiva surgida tras el ascenso de hace doce meses, y la masa social ha vuelto a dividirse, ahora entre los partidarios del técnico y los enfadados con él por la ocasión malgastada por el equipo blanquiazul en una coyuntura competitiva muy ventajosa. Tampoco ayudan a su continuidad los roces que surgen en cualquier relación laboral, de un tiempo a esta parte más pronunciados por culpa de la erosión diaria y la ausencia de soluciones eficaces para resolver un problema que, se quiera ver o no, lleva adherido al sistema de juego desde hace bastantes meses.
Torrecilla dispone de un año más de contrato, aunque si continúa en Alicante no será por el coste que toque asumir en caso de tener que rescindirlo. Su salida del equipo no resultaría gravosa para las finanzas blanquiazules.
A la comisión deportiva le cuesta abstraerse de las 17 derrotas cosechadas, 12 de ellas a domicilio
El técnico, que en público se muestra muy seguro de que se prolongará su estancia en Alicante, se marchó de la sala de prensa del Rico Pérez el domingo con una sensación agria tras encadenar la cuarta derrota. Su crédito está muy al límite. Se sigue creyendo en él como formador de grupos, una tarea muy relevante en cualquier competición, pero se pone en tela de juicio su idoneidad para implementar un sistema que sea capaz de aprovechar todos los recursos.
Los dos años de relación pesan, sobre todo porque el entrenador no ha dudado en descargar cualquier responsabilidad de los malos resultados sobre los hombros de otros, señalando siempre las posibles carencias de los demás sin asumir jamás una propia a pesar de la dificultad que ha exhibido para explicar la reiteración de los errores sobre el césped que han provocado que el Hércules haya dejado escapar puntos que tenía ya atados, hasta 18 este curso.
Rubén Torrecilla sonríe irónico durante el último partido de liga, disputado en el Rico Pérez, en Alicante. / Héctor Fuentes
El Hércules quiere estar convencido de que el hombre que inicie la pretemporada es el idóneo, que rema en la misma dirección que el resto de la SAD propiedad de la familia Ortiz, y que no aprovechará el primer revés para desviar el foco sobre cabezas que nunca sean la suya. La sensación coral en el seno del club es de que había plantilla para más. Se cree en todo el entorno del Hércules, en el más lejano y el más cercano, que no haber sabido sacar rédito del factor corrector que supone el mercado de fichajes invernal no puede ser el lienzo que oculte todo lo que no ha funcionado en una estructura en la que lo que menos ha brillado ha sido precisamente lo que contaba con el sello personal del entrenador.
El hundimiento en la segunda vuelta y la falta de soluciones registradas también pesan demasiado
El bien común prima en una entidad que está tratando de no repetir errores pretéritos, reeditar tensiones intestinas que terminaron creando bloques enfrentados, viciando el aire y malogrando el trabajo estival, clave en la consecución de objetivos porque es en verano donde se conforma la idea y se almacena la gasolina que luego toca dosificar a lo largo del curso.
Las experiencias en ese sentido en los últimos 20 años son numerosas y ninguna acabó bien, de ahí que se esté tratando de atajar antes de que el posible daño que se sabe irreversible. Enemigos como tal no tiene Torrecilla dentro del club, lo que sí tiene es una corriente de pensamiento que considera que el técnico se ha equivocado en algunas decisiones importantes y que está lejos de aceptarlo. Por eso se abre un periodo de reflexión por todas las partes, por si todavía fuera posible hallar un punto de consenso a todos los niveles.
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