Poco o nada ayudó el cambio de norma de la FIA para generar más emoción en el Gran Premio de Mónaco. La obligatoriedad de parar dos veces abría, a priori, una hipotética ventana de incertidumbre. A la apuesta de la Federación le faltó un coche de seguridad para hacerla más interesante. Pero eso no pasó. La actual configuración de los monoplazas, con sus casi seis metros de longitud, hace imposible adelantar, incluso con artificios reglamentarios.
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