La cantidad de veces que el Levante soñó con subir a Primera División es incalculable. Cada viaje, hacia un imaginario de élite, supuso sumergirse en ilusiones maravillosas y en emocionantes momentos vividos en el pasado. Pero, sin querer, significó, en ocasiones, adentrarse en el amargo recuerdo de la última vez que estuvo a muy pocos segundos de conseguirlo. Sin embargo, da la sensación de que todo sucede por algo. De que hay golpes que debilitan, pero nunca adormecen hasta el punto de desfallecer. Esa es la esencia de un Levante que, en sus más de 100 años de historia, nunca ha tirado la toalla y cuyo destino, lleno de épica y resiliencia, le puso dos opciones de ascenso sobre la mesa para quitarse las espinas que lleva clavadas a sus espaldas: Burgos, ciudad donde Julián Calero, artífice de que en Orriols los sueños hayan empezado a convertirse en realidad, es leyenda, o en el Ciutat de València, escenario donde se perpetró la herida más grande que ha sufrido el club a lo largo de su existencia. Basta ya, por fin, de tantas desgracias y de tanto sufrimiento. El Levante, de una vez por todas, es equipo de Primera División. Su victoria contra el Burgos (2-3), acompañada del tropiezo del Mirandés ante el Almería, y con un golazo en el descuento para la posteridad de Carlos Álvarez, sirvió para no posponer la agonía. Para materializar uno de los ascensos más emotivos que se recuerdan. Y es que el Levante, desde la sentimentalidad más absoluta, los ha vivido de todos los colores, pero el de El Plantío, ante más de 2.000 levantinistas en las gradas, no tiene comparación. Tras tres años de sufrimiento, pesimismo, amargura y tristeza, el Levante vuelve al lugar que corresponde.
Los goles de Morales, Brugué y Carlos valieron para vencer un partido para nada sencillo. Si visitar El Plantío es un desafío difícil, empezar perdiendo, a las primeras de cambio, es como pegarse un tiro de pie por mucho que el Levante sepa navegar en la adversidad. En un domingo en la que los transistores echaron humo, en Anduva y en el Martínez Valero saltaron de felicidad al escuchar que el Levante, antes de que se cumpliera el primer minuto de partido, ya caía derrotado en Burgos. Un desajuste defensivo visitante fue aprovechado por el equipo de Luis Miguel Ramis para percutir por la izquierda, pisar línea de fondo por mediación Íñigo Córdoba y detectar a un Fer Niño que, tras acomodarse el esférico a su pierna derecha, la colocó en la escuadra, imparable para Andrés Fernández. Julián Calero, rabioso ante lo que vio desde la banda técnica, transmitió su furia a unos futbolistas aturdidos tras el 1-0, pero que no le perdieron la cara al encuentro. Se levantaron del golpe, mostraron firmeza y buscaron un empate que, 20 minutos después del arranque, pudieron encontrar tras el penalti de Florian Miguel sobre Roger Brugué. No obstante, la pena máxima, ejecutada por Pablo Martínez, se topó con la parada de Ander Cantero, cuyo rechace, recogido por Dela, se fue por línea de fondo. Más piedras en el camino granota, aunque nunca bajó su nivel de intensidad ni de implicación para conseguir una igualada que Morales, en el 20’, detectó con un sutil remate de cabeza a centro de Dela. Los más de 2.000 levantinistas presentes en El Plantío, que animaron sin cesar desde el principio hasta el final, rugieron como nunca mediante el que fue el tanto de la esperanza, pero, superada la media hora de partido, Fer Niño finalizó una contra teledirigida por David González que, tras el desvío de Ángel Algobia, terminó en el fondo de la red.
Los cambios mejoraron al equipo
El Levante, en el momento más inoportuno, sacó su versión más irreconocible. Dio la sensación, quizás, que la relevancia del escenario provocó un nerviosismo entre la plantilla que fue incapaz de controlar. Sin embargo, Calero intentó activar a su equipo dando entrada a Giorgi Kochorashvili y Álex Forés. Los visitantes lo notaron. Conectaron con más fluidez y merodearon el área defendida por Ander Cantero con más frecuencia que en la primera mitad, pero el Burgos, con los tres puntos bajo el brazo, decidió resguardarse en su portería. Los locales, más allá de un tiro envenenado de Morante que obligó a Andrés Fernández a estirarse, buscaron el contrataque, aunque sin precisar.
Golazo de Carlos Álvarez y ascenso confirmado
El Levante, mientras, peleó por meterse dentro de la pomada del ascenso otra vez. Y más, consciente de que el Elche se adelantó en el ecuador de su segundo tiempo y que el Mirandés no pasaba del empate contra el Almería. Dicha combinación de resultados provocó que el Levante, ganando, ascendía a Primera. Y el gol de Roger Brugué en el 85’, tras un centro medido de Morales desde la derecha, inyectó una euforia descontrolada en los granotas desplazados a Burgos. Solo faltaba uno más. Esa era la distancia con el cielo del fútbol español y al Levante no le fallaron ocasiones. En el descuento Carlos Álvarez falló una muy clara. Y Kocho, disparando de forma errática desde el punto de penalti, la mandó arriba para lamento granota. No obstante, el Levante, abonado a la épica desde su remontada contra el Eldense, subió a Primera División con una auténtica obra de arte. Carlos Álvarez, perfilándose de fuera hacia adentro, disparó un zurdazo a la escuadra que sirvió para subir por todo lo alto. Un ascenso histórico, de época y que no se olvidará nunca. Ahora, d’açí, ja no ens baixa ni deu. Porque el Levante, club de Primera División, ya no tiene que bajar de la élite.