Este histórico ascenso es para siempre

La cantidad de veces que el Levante soñó con subir a Primera División es incalculable. Cada viaje, hacia un imaginario de élite, supuso sumergirse en ilusiones maravillosas y en emocionantes momentos vividos en el pasado. Pero, sin querer, significó, en ocasiones, adentrarse en el amargo recuerdo de la última vez que estuvo a muy pocos segundos de conseguirlo. Sin embargo, da la sensación de que todo sucede por algo. De que hay golpes que debilitan, pero nunca adormecen hasta el punto de desfallecer. Esa es la esencia de un Levante que, en sus más de 100 años de historia, nunca ha tirado la toalla y cuyo destino, lleno de épica y resiliencia, le puso dos opciones de ascenso sobre la mesa para quitarse las espinas que lleva clavadas a sus espaldas: Burgos, ciudad donde Julián Calero, artífice de que en Orriols los sueños hayan empezado a convertirse en realidad, es leyenda, o en el Ciutat de València, escenario donde se perpetró la herida más grande que ha sufrido el club a lo largo de su existencia. Basta ya, por fin, de tantas desgracias y de tanto sufrimiento. El Levante, de una vez por todas, es equipo de Primera División. Su victoria contra el Burgos (2-3), acompañada del tropiezo del Mirandés ante el Almería, y con un golazo en el descuento para la posteridad de Carlos Álvarez, sirvió para no posponer la agonía. Para materializar uno de los ascensos más emotivos que se recuerdan. Y es que el Levante, desde la sentimentalidad más absoluta, los ha vivido de todos los colores, pero el de El Plantío, ante más de 2.000 levantinistas en las gradas, no tiene comparación. Tras tres años de sufrimiento, pesimismo, amargura y tristeza, el Levante vuelve al lugar que corresponde.

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