Un solo Iskander ruso fue capaz de reducir a escombros una calle entera en Markhalivka. En Kiev capital, los drones suicidas sobrevolaban los tejados de los edificios, mientras la defensa antiaérea ucraniana los tiroteaba para intentar derribarlos y las explosiones iban sacudiendo un distrito tras otro. Y casi a la vez, otro misil segaba la vida de tres niños de 8, 12 y 17 años en la región de Zhytomir. En total, 22 ciudades ucranianas fueron bombardeadas por Rusia durante la pasada madrugada.
“Estaba durmiendo sola con mi hija, en el segundo piso de la casa”, dice Tania con su bebé Solomiya en brazos. Es un milagro que ambas estén ilesas, viendo el estado en el que ha quedado la vivienda, que los rescatistas están desescombrando ante nuestros ojos.
“No escuchamos la alarma, nos despertamos cuando se produjo la explosión, y apenas tuve tiempo de cubrir a la niña con mi cuerpo. Enseguida hubo una segunda explosión, muy fuerte, y cuando miré hacia arriba vi que no había techo”, continúa relatando esta madre.
“Después de la segunda explosión, tomé al bebé, encendí la linterna de mi teléfono y comencé a bajar por las escaleras. Todo estaba cubierto de cristales. Todo estaba roto. Pero de alguna manera lo conseguimos, salimos al pasillo, lo conseguimos”, dice aún en shock.
Las familias de los 13 fallecidos y los más de 60 heridos no fueron tan afortunadas como Tania, y la noche dejó imágenes desgarradoras de civiles en plena calle, algunos ensangrentados, la mayoría aterrorizados, mirando cómo sus casas habían quedado destruidas de un minuto para otro.
En Kiev fueron miles y miles los ciudadanos que se refugiaron en las estaciones de metro, que, atestadas de gente, recordaban a las primeras semanas de la guerra –cuando las fuerzas rusas estaban intentando capturar la capital–.
Sentados en sillas plegables o tumbados en el suelo, sobre esterillas o sobre sus propios abrigos, las familias pasaron la noche pendientes de las notificaciones que llegaban a los canales de Telegram, relatando los estragos que los misiles y los drones de Putin estaban haciendo en la superficie. Exhaustos, aún con el miedo en el cuerpo, no pudieron volver a sus casas hasta que despuntaba el alba.
«1.000 por 1.000»
La de ayer fue la segunda noche consecutiva en la que Rusia lanzó un ataque masivo contra Ucrania, y lo hizo coincidir con el mayor intercambio de prisioneros de guerra que se ha llevado a cabo desde que empezó la invasión a gran escala. Entre el viernes y el domingo, 1.000 cautivos de cada bando han sido liberados, a tenor del acuerdo que se alcanzó hace diez días en Turquía.
Sin embargo, Rusia parece querer alejarse rotundamente de un acercamiento a Ucrania tras el gran intercambio de prisioneros –momento en el que se esperaba que se dieran nuevos pasos para alcanzar un alto el fuego–. En lugar de avanzar hacia la paz, el Kremlin ha decidido intensificar los ataques contra la población civil ucraniana –de manera indiscriminada– como respuesta a la esperanza de la gente de que esta guerra termine.