Cada mes de mayo, cuando el rugido del público en Sancti Spiritu sacude la montaña y el barro se convierte en insignia, Zegama-Aizkorri celebra no solo una carrera, sino una historia. Entre las miles de personas que han cruzado la línea de meta, hay un grupo muy pequeño de corredores que pueden presumir de algo casi épico: haber estado en todas y cada una de las ediciones desde que esta aventura empezó.
Ellos son Mikel Legarreta, Koldo Urrestarazu, Gorka Gaviña y Ricardo Ruíz de Apodaca, cuatro montañeros de alma y piernas curtidas que han convertido Zegama en una forma de vida. Nos detenemos en las historias de Mikel y Koldo, para quienes esta carrera no ha sido solo un reto, sino parte inseparable de su identidad como corredores.
Una vida ligada a la montaña… y a Zegama
Para ambos, la primera edición fue una prueba de fuego. Mikel recuerda el sufrimiento de alguien que apenas empezaba a correr, sin imaginar que seguiría acudiendo cada año. Koldo, emocionado al cruzar la meta, decidió repetir sin pensar que acabaría formando parte del alma de la carrera. “Si sigo corriendo por el monte es en parte por Zegama”, confiesa.
Con los años, Zegama se ha convertido en mucho más que una cita deportiva. Es motivación, hábito, parte de su identidad. Mikel lo resume con sinceridad: “Me daría mucha pena fallar algún año”. Y aunque el recorrido no ha cambiado, el ambiente y el nivel han crecido hasta colocar a esta prueba en lo más alto del trail mundial. “Antes éramos montañeros, ahora llegan corredores de asfalto muy preparados”, apunta Koldo.
Koldo Urrestarazu, uno de los cuatro corredores que ha participado en todas las ediciones, en la cima del Aizkorri / ©Koldo Urrestarazu
Momentos de gloria y de dificultad también han marcado el camino. Mikel recuerda con emoción su bajada de las cinco horas en 2012, pese a no haber entrenado casi nada. En cambio, su año más complicado fue cuando corrió tras haber estado ingresado por problemas de salud: “No fue lo más sensato, pero me pareció una idea brillante”. Koldo no olvida el calor de aquella primera edición, ni el frío extremo en otra subida al Aizkorri que le hizo sufrir de verdad.
Volver, siempre volver
Ni entrenadores, ni planes estrictos. Ambos entrenan por sensaciones, con la naturaleza como gimnasio. Koldo valora el contacto con el monte, sin rutinas fijas. Mikel combina esquí de montaña en invierno con algunas salidas a correr: “No tengo rituales, sólo intento disfrutar de un día muy especial”.
Y aunque llevan un cuarto de siglo en la línea de salida, siguen emocionándose como la primera vez. El ambiente, el calor del público en zonas como Sancti Spiritu o la llegada a meta, les siguen poniendo la piel de gallina.
Para quien sueña con correr Zegama, el mensaje es claro: “Que no se obsesione con el reloj. Que disfrute del paisaje, del público, del ambiente… no se arrepentirá”, aconseja Koldo, con la serenidad de quien ha aprendido a saborear cada paso. Mikel, por su parte, recomienda llegar con fuerzas a la punta de Aizkorri, el tramo más exigente del recorrido. Y añade con humor: “Consejos vendo, pero para mí no tengo”. Lo dice quien reconoce que, año tras año, sale a un ritmo por encima de sus posibilidades: “Casi siempre empiezo demasiado fuerte… pero no aprendo”, confiesa entre risas.
Zegama es hoy uno de los templos del trail, y entre tanto nombre ilustre, hay algunos que brillan por constancia, humildad y pasión. Los que han estado siempre. Los que entienden que esta carrera no solo se corre con las piernas, sino con el alma.