Era un 18 de marzo y el cielo estaba cerrado, cubierto de nubarrones muy negros. Amenaza de tormentas fuertes por el norte, sur, este y oeste. Parecía que el cielo estaba a punto de caerse sobre el Real Zaragoza y provocar el mayor desastre en sus 93 años de historia. Gabi Fernández cogió el micrófono y soltó el siguiente vaticinio: “Lo vamos a sacar adelante. Si alguno tiene dudas, que lo tenga claro”.
El equipo aragonés estaba solo un punto por encima del descenso y emitía señales alarmantes desde todos los puntos de vista, deportivo, institucional y emocional. El entrenador madrileño acababa de recibir una herencia terrible de Miguel Ángel Ramírez, que había dejado La Romareda hecha un solar y venía de ser destituido después de volver de Almería escondido detrás de una capucha. Por convicción o por simple obligación ante la necesidad de elevar la moral de sus futbolistas, de la SAD, de la masa social y de la ciudad, Gabi quiso ofrecer seguridad desde un primer momento y aventurar certezas, aunque en ese momento fueran todas inciertas.
Desde aquel día de marzo, fecha de cumpleaños del Real Zaragoza, hasta ahora, el técnico y sus futbolistas las han pasado canutas. Gabi ha necesitado hacerlo bastante bien en casa, consiguiendo el 60% de los puntos sin ninguna derrota. También que el Eldense echara una mano imprescindible en momentos complejísimos y críticos para el Real Zaragoza, que ha habido varios en estos dos meses. Este viernes, el técnico verbalizó su extremo sufrimiento: «Este puesto es muy jodido y me está quitando años de vida». La primera línea de fuego desgasta mucho en este club.
Sea como fuere y por lo que fuere, el equipo tiene este domingo una oportunidad de oro para terminar el trabajo. Lo hará si suma un triunfo ante el Deportivo que le garantice la permanencia en el último partido de la vieja Romareda antes de que se derribe por completo para construir un estadio nuevo, moderno, adaptado a estos tiempos y que estará listo para 2027. El objetivo, colocar a la ciudad en otra dimensión arquitectónica, tener la obra lista y rodada para el Mundial 2030 y que el club se beneficie de todo ello deportiva y económicamente y entre por fin en el siglo XXI. Veremos qué ven nuestros ojos en estos próximos años antes de llegar al punto de destino. De todo.
La afición tampoco fallará esta vez y llenará las gradas de calor para meter el último gran gol de la histórica Romareda. Primero, para llevar en volandas a su equipo hacia la permanencia en el fútbol profesional, que en una canción así de triste habrá que buscar la felicidad en la tarde veraniega de este domingo. Después, para darle el último adiós al teatro de tantas gestas y sueños zaragocistas. Un lugar en el que miles y miles de personas han encontrado la felicidad durante casi 70 años y al que acudirán en masa para mantener al Zaragoza con vida.