«Yo pensaba que era algo que me llevaría a la tumba«. Esta frase de Alberto del Val, psicólogo y superviviente de una agresión sexual, resume el silencio que envuelve una realidad invisibilizada: las violencias sexuales entre hombres que tienen sexo con otros hombres. A pesar de las campañas de concienciación en el ámbito LGTBTIAQ+y del avance de los discursos sobre consentimiento, este tipo de violencia sigue siendo un tabú para quienes la padecen. Alberto y Emilio López, docente, ‘artivista’ e ilustrador, más conocido como ‘@_emirau’ en Instagram, han decidido romper ese silencio.
El silencio como condena
Desde septiembre de 2023, Alberto impulsa el grupo de ayuda mutua “Arrimando el hombre”, un espacio seguro para hombres gays, bisexuales y trans* que han vivido agresiones sexuales. Desde su doble mirada de superviviente y psicólogo, identifica patrones comunes: “La vergüenza, la culpa, el miedo a no ser creídos y, sobre todo, la falta de referentes. No conocer a otros hombres que hayan pasado por esto te hace pensar que solo te ha pasado a ti”.
Emilio López / Kike Rincón
Durante mucho tiempo, Alberto vivió su experiencia como un secreto que pensaba que jamás compartiría. Solo al escuchar los relatos de otras personas supervivientes, principalmente mujeres, empezó a entender que lo que le había pasado también tenía nombre, y que su cuerpo llevaba años lanzando señales: “Sentía mareos con las caricias. Mi cuerpo hablaba por mí. Entendí las secuelas, como la hipersexualización y el miedo al rechazo”.
Artivismo y visibilización de la violencia sexual entre hombres
Emilio comenzó a recibir testimonios anónimos a través de su cuenta de Instagram @_emirau. Observó que muchos hombres escribían por primera vez sobre lo que habían vivido: “No tenían claro que lo que les había pasado fuera una agresión. El cuerpo lo sabía, pero no lo habían racionalizado”. Él, docente de secundaria e ilustrador, decidió canalizar aquella oleada de dolor a través del hashtag #GayMenToo.
Muchos de estos hombres me decían que era la primera vez que ponían palabras a lo que les había ocurrido
“Publicar estos relatos no es para curar a nadie. Eso se hace en terapia. Pero sí sirve para mostrar la magnitud del monstruo, como decía Cristina Fallarás”. Emilio insiste en que el arte no sustituye al trabajo psicológico, pero puede abrir espacios de reconocimiento y romper el aislamiento: “Muchos de estos hombres me decían que era la primera vez que ponían palabras a lo que les había ocurrido”.
Mitos y estigmas
Tanto Alberto como Emilio señalan la cultura sexual dentro del colectivo como uno de los factores que contribuyen al silencio. “Existe la idea de que los hombres siempre queremos sexo, que, si estás en una app o en una sauna, te lo estabas buscando. No hay entornos ni prácticas culpables: el único responsable de una agresión es quien agrede”, dice Alberto.

Alberto del Val / A.V.
También recuerdan que las respuestas fisiológicas durante una agresión, como una erección o un orgasmo, pueden añadir aún más confusión a la vivencia: “Son respuestas automáticas del cuerpo. No tienen nada que ver con el consentimiento”.
Emilio añade que se han normalizado conductas claramente abusivas: tocamientos no consentidos en discotecas, presiones dentro de la pareja, miradas invasivas en espacios de intimidad. “Hemos confundido la liberación sexual con la ausencia de límites. Y eso hace muy difícil identificar una agresión, sobre todo para los más jóvenes”.
Claves para salir del silencio
Uno de los elementos más repetidos por ambos entrevistados es la importancia de tener referentes. “Cuando no hay otros hombres hablando de esto, te sientes un bicho raro. Piensas que solo te ha pasado a ti”, dice Alberto. Para él, crear el grupo de ayuda mutua fue una forma de dar sentido a su experiencia: “Quería que quien se encontrara como yo estuve, tuviera a dónde acudir”.
Hemos confundido la liberación sexual con la ausencia de límites. Y eso hace muy difícil identificar una agresión
En el GAM ‘Arrimando el hombre’, se reúnen una vez al mes de forma virtual. “Compartimos experiencias, herramientas, silencios, miedos. Nos convertimos en referentes los unos para los otros”, explica Alberto. Este apoyo colectivo, añade, complementa la terapia individual: “No solo vemos que no estamos solos, sino que de pronto tomamos conciencia de que nuestra experiencia puede servir de ayuda a otras personas que están pasando por lo mismo”.
Hasta que no dejemos de normalizar las conductas abusivas entre hombres que tienen sexo con hombres, no podremos cuidarnos de verdad
Educación sexual con perspectiva LGBTIAQ+
Como docente, Emilio tiene una visión clara sobre el sistema educativo: “No está preparado para abordar estas violencias. Falta formación, voluntad institucional y una mirada interseccional sobre el placer, el consentimiento y la diversidad”. Propone hablar de sexualidad desde el placer y el respeto, no desde el miedo: “Si educas en el placer y el consentimiento, será mucho más fácil detectar cuándo algo hace daño”, comenta. También reclama que los espacios de ocio del colectivo sean seguros. “Ahora mismo, ni una discoteca de ambiente, ni una manifestación del Orgullo, ni un festival lo son. Tenemos que construir espacios donde sepamos que si alguien cruza un límite, habrá respuesta”.
Responsabilidad institucional y transformación colectiva
Tanto Emilio como Alberto coinciden: es necesario que las instituciones dejen de mirar hacia otro lado. “La información es poder. Si no se habla, no existe. Y si no existe, no se denuncia”, dice Emilio. “Hasta que no dejemos de normalizar las conductas abusivas entre hombres que tienen sexo con hombres, no podremos cuidarnos de verdad”, resume Alberto. Y añade que “la comunidad siempre nos ha salvado. Ahora nos toca también cuidarnos entre nosotros”.