Un consorcio internacional acaba de aunar la saliva de sus descendientes con fragmentos óseos medievales para seguir el hilo biológico que teje el linaje Da Vinci desde el siglo XIV. Al desentrañar su árbol patrilineal y comparar ADN antiguo con muestras vivas, esta investigación inaugura la era del Renacimiento biológico.
Casi quinientos años después de su partida, Leonardo da Vinci regresa al laboratorio de la historia para someterse, esta vez, a un escrutinio molecular. Un ambicioso consorcio internacional que agrupa a universidades, museos y centros de investigación —bajo el paraguas del Leonardo DNA Project— ha tejido una intrincada red que enlaza archivos, tumbas familiares y la misma materia viva que palpita en descendientes actuales de la estirpe Da Vinci.
El fruto de treinta años de pesquisa genealógica acaba de cristalizar en el volumen Genìa Da Vinci. Genealogy and Genetics for Leonardo’s DNA, una obra que desentraña 21 generaciones de un árbol genealógico iniciado en 1331 y documentado con pasmosa minuciosidad.
Las páginas de Genìa Da Vinci despliegan un fresco familiar donde, entre cientos de nombres, emergen 15 hombres portadores de la línea patrilineal directa de Leonardo. Seis de ellos han donado una muestra de saliva para el cotejo de su cromosoma Y, aquel hilo inalterado que une a padre e hijo a través de los siglos.
Continuidad biológica
Los primeros resultados, obtenidos por el equipo de David Caramelli y la antropóloga forense Elena Pilli, confirman la continuidad biológica de los varones Da Vinci desde, al menos, la decimoquinta generación.
Mientras tanto, en la iglesia de Santa Croce de Vinci, las palas de la arqueología desentierran fragmentos óseos que podrían pertenecer a Antonio, abuelo del genio, o a sus hermanos de sangre y de apellido. Una muestra ha sido sometida a datación por radiocarbono y a un análisis paleogenómico preliminar que sugiere que aquel individuo era de sexo masculino.
Si el ADN extraído demuestra preservar suficiente calidad, los investigadores se atreverán a rastrear en él el mismo cromosoma Y que hoy habita en los labios de los últimos Da Vinci, cerrando así un círculo biológico de más de medio milenio.
Pero el libro de Alessandro Vezzosi y Agnese Sabato no se conforma con la pura genética. Desvela, a partir de antiguos catastros y registros notariales, las viviendas que albergaron a la familia en la colina de Vinci, las propiedades que heredó y disputó Leonardo, y deja al descubierto una versión menos edulcorada de su madre, Caterina, a quien sitúa como sierva al servicio de un banquero florentino. Incluso rescata de un viejo caserón local un dibujo monumental, el hipotético “Dragón Unicornio”, cuyos rasgos fantásticos y filiación estilística remiten, según los autores, a la mano del propio Leonardo.
Intuiciones epigenéticas
Y si aún quedara sitio para el asombro, la obra propone que Leonardo vislumbró intuiciones epigenéticas al reflexionar sobre cómo la dieta, la sangre y las pasiones parentales modelan al individuo. Sus apuntes sobre herencia y generación prefiguran debates futuros sobre genes y entorno.
Y aunque estos resultados proceden de un libro aún no revisado por pares y que la comparación con el ADN “original” de Leonardo depende de análisis adicionales a los fragmentos óseos hallados en Santa Croce, el proyecto sienta las bases de un verdadero Renacimiento biológico: un puente entre la grandeza artística de Da Vinci y las herramientas de la genética moderna.