China ha encendido los motores de su “Star Compute”, una ambiciosa iniciativa que no solo pone en órbita los primeros componentes de una supercomputadora espacial, sino que también siembra las bases para una nueva era en la inteligencia artificial, la soberanía de datos y el equilibrio de poder global.
China ha iniciado la construcción de la primera supercomputadora espacial del mundo, un proyecto que promete revolucionar tanto la inteligencia artificial como el procesamiento de datos a escala planetaria.
Bajo el nombre de “Star Compute” y con el respaldo de ADA Space, el Laboratorio Zhijiang y la Zona de Alta Tecnología de Neijang, el país asiático lanzó el pasado 14 de mayo los primeros 12 satélites de una constelación que, en su fase final, estará compuesta por 2.800 unidades interconectadas en órbita baja terrestre.
El objetivo de esta ambiciosa red, bautizada como la “Constelación de Computación de Tres Cuerpos”, es claro: llevar la potencia de la inteligencia artificial fuera de la Tierra y consolidar la supremacía china en la naciente era de la computación espacial.
Cada uno de estos satélites está equipado con un modelo de IA de 8.000 millones de parámetros y una capacidad de procesamiento de 744 teraoperaciones por segundo (TOPS), cifras que superan con creces a la mayoría de los sistemas convencionales en tierra. Para dimensionar este avance, basta señalar que una PC con Microsoft Copilot apenas requiere 40 TOPS para operar.
Innovación técnica
La arquitectura de la constelación no solo destaca por su potencia, sino también por su innovación técnica. Los satélites están diseñados para procesar la información directamente en órbita, eliminando la tradicional dependencia de estaciones terrestres para el análisis de datos.
Esta capacidad de procesamiento autónomo permite gestionar en tiempo real enormes volúmenes de información, algo esencial en un mundo donde la demanda de datos crece exponencialmente. Además, la comunicación entre satélites se realiza mediante enlaces láser de hasta 100 gigabits por segundo, lo que garantiza una transferencia ultrarrápida y segura de datos a lo largo de toda la red.
El impacto medioambiental de esta infraestructura orbital es otro de sus puntos fuertes. Alimentados por energía solar y con la capacidad de disipar el calor directamente en el espacio, estos satélites prescinden de los costosos y contaminantes sistemas de refrigeración que requieren los centros de datos terrestres. En un contexto donde se estima que los data centers consumirán más de 1.000 teravatios hora de electricidad al año para 2026 —una cifra comparable al consumo eléctrico de Japón—, la solución espacial de China se presenta como una alternativa mucho más sostenible.
Competencia geopolítica
Pero las implicaciones van mucho más allá de lo tecnológico y lo ambiental. Este avance sitúa a China en la vanguardia de la competencia geopolítica por el control de la infraestructura digital del futuro. Al procesar datos y ejecutar inteligencia artificial directamente en el espacio, el país reduce su dependencia de sistemas terrestres vulnerables y se blinda ante posibles ataques o interrupciones en conflictos.
Además, la capacidad de crear “gemelos digitales” de la Tierra y de procesar información para aplicaciones en emergencias, vigilancia o simulaciones virtuales abre la puerta a usos tanto civiles como militares de enorme valor estratégico.
El despliegue de la supercomputadora espacial china no solo marca el inicio de una nueva era tecnológica, sino que también redefine el tablero global de poder, con el espacio como el próximo gran escenario de la competencia por la supremacía digital y científica. China, con su constelación de inteligencia artificial orbital, se posiciona a la cabeza de esta transformación histórica.