Los Jiménez Déniz son una saga de taxistas en Gran Canaria. Ramón, el conductor de 53 años amenazado de muerte el sábado en el aeropuerto por un joven que terminó abatido a tiros por la Policía, lleva más de tres décadas a bordo de un vehículo trasladando clientes. Ha sufrido tres atracos, varios altercados… Nada comparable a lo que ocurrió este fin de semana en el aeródromo de Gando. Él se recupera del susto en su casa, tras decidir tomarse toda la semana libre, junto a su madre, Lucía. «Tengo mucha pena», resume ella sobre la muerte de Abdoulie Bah, el chico de 19 años tiroteado. El mismo chico que solo dos minutos antes de recibir cinco impactos de bala amenazó de muerte a su hijo Ramón por negarse a trasladarlo a Las Palmas de Gran Canaria gratis.
«Son chicos que vienen aquí buscando una mejor vida y les pasa esto», dijo Lucía Déniz, en una conversación el lunes con La Radio Canaria, donde criticó la gestión que las administraciones públicas realizan con los menores migrantes. «La culpa la tiene el Gobierno, que los admite aquí siendo menores y cuando tienen 18 años los echan a la calle», afirmó, casi entre lágrimas. «¿Por qué no les buscan un trabajo y les arreglan los papeles? Hay un montón de chicos así», concluyó.
Abdoulie sí tenía trabajo, era mediador y educador en un centro de Las Palmas de Gran Canaria donde ayudaba a jóvenes como él, adolescentes que llegaron en patera a España huyendo de sus países en África. Él lo hizo hace cinco años, cuando rondaba los 14. Estuvo tutelado por el Gobierno hasta mayo del año pasado cuando cumplió la mayoría de edad y se mudó a un piso de alquiler en Lomo Blanco junto a varios amigos. También estudiaba un FP de administrativo.
Pero hace dos semanas todo cambió. Abdoulie, natural de Gambia, había estado en tratamiento psiquiátrico. Su comportamiento —afirman quienes lo trataron— siempre fue ejemplar: solo quería integrarse y buscarse un futuro. Este mes su actitud se volvió otra: guardaba silencio con sus amigos pero, a la vez, hablaba solo. Creía que lo perseguían e, incluso, llegó a decir que alguien se lo iba a comer.
«¡Me tienen harto!»
El sábado por la tarde todo explotó. Abdoulie —Figo para sus amigos, por el jugador de fútbol al que admiraba— llegó al aeropuerto de Gran Canaria con la intención de irse su país, pero no tenía billete. Al no lograr pasar el control de seguridad, se subió a un taxi al que pidió que llevase a Las Palmas de Gran Canaria. El taxi era el de Ramón, que se negó al ver la actitud desorientada que mostraba Abdoulie, quien tampoco llevaba dinero. Esa negativa a trasladarlo causó la ira del joven. «¡Me tienen harto, me tienen harto!», le gritó al taxista, sin saber a quién se refería y quien recibió un puñetazo cuando intentó bajarlo del vehículo. En ese instante, Abdoulie lo amenazó con un cuchillo de 20 centímetros de hoja que guardaba en su mochila, la única pertenencia que llevaba.
Ramón corrió por la terminal y él lo siguió. A punto estuvo de apuñalarlo en un momento en que el taxista se cayó al suelo. Los testigos consiguieron disuadirlo y el chico se fue al exterior, hacia la parada de guaguas, donde la Policía Nacional lo localizó. Eran las 16.44 horas del sábado. Abdoulie arremetió contra los agentes, tal era su violencia que casi alcanza a uno con el arma blanca. Sus compañeros, tras varios disparos disuasorios y pedirle que tirara el cuchillo, le dispararon. Recibió cinco tiros, uno en el cuello.
Tres días antes, protagonizó otro episodio violento, al golpear a dos agentes que intentaban sacarlo de la GC-5, a la altura de Barranco Seco, cuando caminaba por el medio de la carretera. Fue detenido por atentado a la autoridad, pero el juez lo dejó en libertad. Ahora, un Juzgado de Telde investiga el incidente en la terminal y el tiroteo que terminó con la muerte de Abdoulie.