El sueño desempeña un papel fundamental para el bienestar tanto físico como mental. Sin embargo, cada vez dormimos menos y peor. Los jóvenes del siglo XXI se han convertido en la generación que menos horas duerme. En diez años, el descanso adecuado entre los adolescentes de 11 a 18 años españoles ha caído en picado. Si en 2010 el 75% dormía las horas adecuadas para su edad, en 2022 ese porcentaje se desplomó un 25%, lo que significa que solo el 66% tiene un buen descanso. Además, el 63,1% de los adolescentes reconoce que tiene problemas de sueño.
Emilio Rodríguez Sáez, neurofisiólogo vigués experto en sueño, reconoce que los jóvenes de hoy duermen peor que hace años, entre otras causas, por el uso de los dispositivos móviles antes de acostarse. De hecho, el 45% de los adolescentes se van a dormir sin silenciar el móvil, lo que muchas veces interrumpe su descanso, según revela el estudio ‘Cómo es la vida de los niños en la era digital’, realizado a partir de las estadísticas de el informes PIRL (que mide el rendimiento de los estudiantes de 4º de Primaria) y el PISA (que evalúa el de los estudiantes de 15 años).
Asimismo, el 83% de los españoles de 18 a 34 años reconocen que usan dispositivos con pantalla en la cama antes de dormirse, con un tiempo medio de uso de 48,6 minutos, según el estudio ‘¿Cómo duernen los jóvenes, Hábitos y prevalencia del trastorno del sueño en España’ de la Fundación Mapfre.
«El teléfono móvil es un gran problema para el sueño. La luz que emite la pantalla impide la salida de melatonina y el inicio del sueño se retrasa. De poco sirve que el joven se vaya a dormir a las once o a las doce si luego está una hora o más chateando o con el WhatApp. El móvil dificulta conciliar el sueño y roba horas de descanso», explica el médico.
Sin embargo, no es la única causa del deficitario descanso de los adolescentes. «Los hábitos sociales ahora son peores que las de hace quince años. Los jóvenes tienen unos horarios desajustados con el ritmo circadiano. No es un problema exclusivo de ellos; toda la sociedad duerme mal. Socialmente es difícil controlar la organización del sueño y la vigilia para cualquier persona, y los jóvenes están en ese contexto social», apunta el especialista.
Otro factor clave es el horario para irse a dormir. Solo el 10% de los adolescentes se acuesta antes de las 22.30 horas, el 27% lo hace entre las 22.30 y las 23.00 h., el 43% entre las 23.00 y las 23.30 h., y el 20% a partir de las 24.00 h. Asimismo, el 42% se levanta entre las 06.30 y las 07.00; el 43% entre las 07.00 y las 07.30 h. y solo un 5% lo hace después de esa hora. Esta rutina implica un déficit crónico del descanso nocturno. «Entre los universitarios está muy extendido el hábito de estudiar por las noches. Si a esto le sumanos salidas de noche el fin de semana, el resultado son muchas horas de falta de sueño que no se recuperan entre semana», explica.
El resultado de todo esto: cada mañana, miles de adolescentes en España se levantan sin haber dormido las horas mínimas de sueño recomendadas.
La falta de sueño acarrea serios problemas, desde alteraciones del estado del ánimo a bajo rendimiento académico. Además, puede desencadenar trastornos de sueño a largo plazo, como el insomnio, que puede llegar a cronificarse. De hecho, una parte de estos trastornos del sueño comienzan en la adolescencia y continúan en la edad adulta.
Según estudios poblacionales, hasta un 40% de la población adulta experimenta síntomas de insomnio y en España, un 14% cumple criterios de trastorno de insomnio crónico, un problema «muy difícil de manejar», según el doctor Rodríguez. Esta cifra duplica la encontrada veinte años atrás. El mayor incremento se ha producido en el segmento de edad de los adultos jóvenes (18-34 años).
«El insomnio se produce por una falta de horas de sueño, pero también porque el sueño se desestructura. Es un problema social muy importante que no se puede banalizar y que produce verdaderos trastornos de comportamiento y personalidad, mal humor, déficit de concentración, problemas en las relaciones sociales, accidentes de tráfico, accidentes de trabajo, bajo rendimiento, sueño diurno, agotamiento…», señala el neurofisiólogo, que matiza que detrás de este trastorno puede haber múltiples causas, que hay que averiguar para que el paciente pueda recibir el tratamiento más eficaz para su caso concreto.
Según este especialista, los trastornos del sueño en población adolescente y joven también se traduce en las consultas, donde suelen acudir cuando estos ya genera fricciones en la familia. «Los trastornos del sueño no solo afectan a quienes los padecen, sino también a su entorno y para tratar problemas como el insomnio también es necesario que la familia se implique porque algunas terapias suponen que el resto de la familia también tenga que cambiar sus hábitos de sueño», comenta este especialista.
Para este especialista, la falta de sueño es un problema estructural. «Los horarios de trabajo, y las costumbres y hábitos sociales no favorecen una buena higiene del sueño. También somos un país muy ruidoso, un problema que se agrava en los meses de verano con las terrazas. Por todo España es uno de los países que peor duerme del mundo», sentencia.
Dos horas menos de sueño que en el siglo XIX
El doctor Emilio Rodríguez Sáez explica que al sueño se le lleva restando minutos desde la invención de la lámpara incandescente (1879). «Antes la gente se acostaba cuando se ponía el sol porque no podía estar consumiendo velas por la noche. Esto cambió a partir de la lámpara incandescente, un gran invento aunque no para el sueño. Se calcula que hoy estamos durmiendo dos horas menos que en el siglo XIX», explica.
En el caso de los adolescentes, el déficit de sueño no solo afecta a su rendimiento escolar y abre la puerta a desarrollar trastornos del sueño en la edad adulta como ya apuntaba este neurofisiólogo, sino que también afecta de forma directa en su estado físico y emocional, lo que se traduce en fatiga, dificultad de concentración e irritabilidad.
También afecta directamente al rendimiento académico, la autoestima y la salud mental, aumentando el riesgo de ansiedad, depresión y trastornos emocionales. Diversos estudios apuntan a que hasta el 30% de los adolescentes podrían presentar algún tipo de trastorno relacionado con el sueño.
Incluso afecta al estado físico. Problemas como el bruxismo, la tensión mandibular y las cefaleas tensionales son cada vez más frecuentes en adolescentes, ya que es durante el sueño cuando el cuerpo recarga energía y repara los músculos y órganos.
Por todo ello, el doctor Rodríguez señala que es importante reconocer los signos de la alteración del sueño desde edades tempranas y acudir a un profesional si estos problemas perduran para evitar que se cronifiquen.
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