El centrista Luís Montenegro repetirá como primer ministro tras ganar unas elecciones que disparan a la extrema derecha

Portugal ha votado por la continuidad, aunque lo ha hecho en un contexto de fragmentación parlamentaria creciente y con un preocupante avance de la extrema derecha. El centrista Luís Montenegro, líder de la coalición Alianza Democrática (AD), se perfila como el próximo primer ministro tras imponerse en unas elecciones anticipadas que, sin embargo, vuelven a dejar a su bloque sin mayoría absoluta. La ultraderecha de Chega, liderada por André Ventura, protagoniza una subida fulgurante y se disputa con los socialistas el segundo lugar en la Asamblea de la República, lo que complica la gobernabilidad del país.

Los sondeos a pie de urna, difundidos por las principales cadenas de televisión —RTP, SIC y TVI—, otorgan a la coalición de centro-derecha entre un 29% y un 35,1% de los votos. Pese a ser el bloque más votado, la AD no alcanza los 116 escaños necesarios para controlar la cámara legislativa de 230 asientos. Por detrás, el Partido Socialista (PS), encabezado por Pedro Nuno Santos, y el ultraderechista Chega se sitúan prácticamente empatados, con estimaciones que oscilan entre el 19,4% y el 26%, lo que podría consolidar a los de Ventura como la segunda fuerza del hemiciclo.

Este vuelco se produce apenas 14 meses después de la anterior cita electoral. El adelanto fue provocado por la caída del Ejecutivo minoritario de Montenegro tras fracasar en una moción de confianza en marzo. El primer ministro fue cuestionado por su relación con Spinumviva, una consultora de protección de datos fundada por él antes de regresar a la vida pública y actualmente gestionada por su familia. Pese a las sospechas de conflicto de intereses por contratos adjudicados a empresas vinculadas a la firma, Montenegro negó cualquier irregularidad. El electorado, según los sondeos, no dio crédito a las acusaciones.

Las urnas reflejan un hartazgo creciente hacia un sistema que ha encadenado tres elecciones generales en otros tantos años. La inestabilidad se ha convertido en una constante, con gobiernos débiles incapaces de completar sus mandatos. El desgaste parece haber pasado factura tanto a socialistas como a conservadores tradicionales, con un trasvase de votos hacia Chega, que capitaliza el descontento con un discurso ultranacionalista, contrario a la inmigración y al modelo democrático vigente.

Montenegro ha reiterado su negativa a negociar con Chega, lo que reduce sus opciones para formar gobierno. Una alianza con la Iniciativa Liberal (IL), una formación de corte empresarial que podría obtener entre el 4% y el 8%, tampoco garantiza la mayoría absoluta. En ausencia de pactos estables, la viabilidad del próximo gabinete dependerá, de nuevo, de la abstención táctica del PS, como ocurrió tras las elecciones de 2024.

“Hay una demanda de estabilidad”, declaró Montenegro tras votar en Espinho, en el norte del país. Pero alcanzar esa estabilidad no será sencillo. El politólogo António Costa Pinto advierte de que el nuevo Parlamento será tan fragmentado como el anterior, y la duración del futuro Ejecutivo dependerá de factores externos y de la capacidad de la AD para tejer acuerdos puntuales.

El contexto económico, no obstante, juega a favor del país. Portugal ha mostrado una de las mejores trayectorias de crecimiento en la Unión Europea y ha reducido su deuda pública. Pero la parálisis legislativa amenaza con retrasar proyectos estratégicos, como la explotación del litio o la privatización de la aerolínea TAP. La incertidumbre política, lejos de disiparse, continúa marcando el rumbo del país.

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