La historia de Carlos, un joven que acaba de comprar su primera vivienda en Madrid, resume el sentimiento de frustración compartido por miles de españoles que sueñan con tener casa propia. Tras años de esfuerzo y ahorro, se topó con una realidad que no aparece en los anuncios ni en las webs inmobiliarias: la carga fiscal sobre la vivienda en España puede desbaratar cualquier planificación financiera.
“Te das cuenta que hay millones de impuestos que hacen que lo que hayas ahorrado no sea suficiente. Tienes que tirar de la familia. La verdad es que es desesperante”, lamenta Carlos, que como tantos otros ha tenido que recurrir a sus padres para completar la operación. Su testimonio llega en un momento en el que la presión impositiva sobre la vivienda se ha convertido en un tema candente.
La fiscalidad, una barrera invisible
Según explica la periodista experta en economía Victoria Ballesteros, España aplica hasta diez impuestos distintos sobre la vivienda. “Los que más cuesta arriba se hacen para quienes intentan acceder a su primera casa son el de transmisiones patrimoniales, que oscila entre el 6 y el 11% del valor, dependiendo de la comunidad, y el IVA para la obra nueva, que es un 10%”, señala.
Fachada de una casa con una típica contraventana verde mallorquina, con un cartel de «se vende» escrito en español.
Esta situación complica especialmente el acceso de los más jóvenes, como explica el economista Leandro Escobar, profesor en Comillas y Cáceres: “Y esto, claro, dificulta el ahorro inicial necesario y eleva barreras de acceso a jóvenes y a personas de rentas más bajas”. La carga fiscal sobre la vivienda en España es muy superior a la media de la OCDE. De hecho, el tipo efectivo sobre las casas en propiedad es del 30%, solo superado por Canadá. Y cuando se trata de vivienda en alquiler, los propietarios pueden llegar a pagar un 44% en impuestos respecto a los ingresos que perciben por esa vía.
En este contexto, no es de extrañar que el mercado inmobiliario español presente una oferta cada vez más limitada y unos precios que no dejan de subir. Las trabas fiscales están distorsionando el acceso a la vivienda y contribuyendo a una tensión sostenida en la demanda.
Un problema estructural y creciente
Los datos lo confirman. En 2024, los impuestos relacionados con la vivienda generan una recaudación de 52.200 millones de euros, lo que representa un 3,5% del PIB, según el Instituto de Estudios Económicos. Una cifra que no ha dejado de crecer y que refleja hasta qué punto el Estado se apoya en el ladrillo como fuente de ingresos.

Rótulos de inmobiliaria (‘se vende’, ‘se alquila’, en español) en una ventana de Valencia
Frente a esta situación, cada vez más voces reclaman una reforma estructural. “Si no se revisa el marco fiscal, seguirán aumentando las desigualdades y dificultando el acceso a un bien básico”, advierte Ballesteros. Pero de momento, quienes como Carlos intentan cumplir el sueño de comprar una casa en España, deben enfrentarse a una jungla de impuestos que pone en jaque incluso las decisiones más responsables.
Mientras los precios suben y la oferta escasea, la política fiscal actúa como un muro invisible. Y en un país donde la vivienda en propiedad ha sido tradicionalmente sinónimo de estabilidad, la realidad es que hoy ahorrar ya no es suficiente.