En un clima algo enrarecido, repleto de incógnitas sobre el futuro del papado y también antecedido por algún ajuste de cuentas típico de las épocas de transición, León XIV ha inaugurado este domingo su pontificado como 267 jefe de la Iglesia católica. Y, por el momento, en su misa de entronización —que comenzó con la petición, por megafonía, de «evitar levantar carteles y ondear banderas» durante la ceremonia—, Robert Prevost ha vuelto a mostrarse cauteloso y moderado en un discurso en el que —eso sí— ha recordado que la institución desea ocupar un sitio como actor de paz.
«En nuestro tiempo, vemos aún demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente, por un paradigma ecónomico que explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres», ha afirmado. «Y nosotros queremos ser, dentro de esta masa, una pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad», ha añadido.
En una homilía pronunciada en italiano con un leve acento de Chicago —su ciudad natal—, acompañado por unos 200 cardenales y unos 3.000 sacerdotes, el pontífice naturalizado peruano también ha invitado a toda la Iglesia católica a acercarse a las demás ramas del cristianismo, cuyos líderes, en una nutrida representación, también estaban presentes en el acto. «Esta es la vía que hemos de recorrer juntos, unidos entre nosotros, pero también con las Iglesias cristianas hermanos, con quieren transitan otros caminos religiosos, con aquellos que cultivan la inquietud de la búsqueda de Dios, con todas las mujeres y hombres de buena voluntad, para construir un mundo donde reine la paz», ha afirmado, en un evento también presenciado por líderes musulmanes, hindúes, budistas, sijs, zoroastrianos y jainistas .
Iglesia misionera
De nuevo, su aparición pública ha estado también cargada de gestos, como suele ser habitual en este tipo de ceremonias. Antes de orar ante la tumba de Pedro —acompañado por los patriarcas y arzobispos mayores de las iglesias católicas de rito oriental— y de recibir el Palio (símbolo de su poder) y el anillo del Pescador (necesario para firmar documentos), León XIV ha recorrido durante unos treinta minutos, a bordo de un jeep-papamóvil descubierto y mientras las campanas sonaban incesantemente la plaza de San Pedro y las calles adyacentes abarrotadas de fieles. «¡Papa León! ¡Papa León!», se oía en ese momento entre la eufórica muchedumbre.
Después, ya en el sagrado de basílica de San Pedro, León XIV se las ha ingeniado para hacer coincidir la segunda lectura para poner énfasis en la necesidad de una institución sea un «modelo para el rebaño», o sea, para los creyentes. «Exhorto a los ancianos que están entre ustedes, como anciano como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que ha de revelarse, apacienten el rebaño de Dios que les ha sido confiado, cuídenlo, no por obligación, sino de buena gana, como Dios quiere; no por ambición de dinero, sino con generosidad; no como déspotas sobre los que les han sido encomendados, sino siendo modelos para el rebaño. Y cuando aparezca el Pastor supremo, recibirán la corona de gloria que no se marchita», se ha leído, en inglés.
Medios del poder
Para las más de 150 delegaciones internacionales que han acudido al inicio del pontificado —entre las que se encontraban numerosos jefes de Estado y presidentes de Gobierno, incluidos los reyes españoles, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski y el vicepresidente de EEUU, JD Vance—, el papa Francisco también tenía un mensaje.
«No se trata nunca de atrapar a los demás con el sometimiento, con la propaganda religiosa o con los medios del poder«, ha advertido. «Nuestro primer gran deseo (debe ser) una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado», ha razonado. «Como mi predecesor León XIII, hoy podemos preguntarnos: si esta caridad prevaleciera en el mundo, «¿no parece que acabaría por extinguirse bien pronto toda lucha allí donde ella entrara en vigor en la sociedad civil?» , ha argumentado el pontífice, en un mensaje en el que también ha insistido, una vez más en que su idea de Iglesia es la de una «Iglesia misionera, que abre los brazos al mundo».
Con ello, León XIV también ha mencionado al difunto Francisco, cuya muerte «ha llenado de tristeza nuestros corazones», ha dicho el nuevo pontífice. Y en este sentido, ha aplicado una metáfora artística para referirse a la decisión del cónclave de elegirle a él. El Espiritú Santo «ha sabido armonizar los distintos instrumentos musicales, haciendo vibrar las cuerdas de nuestro corazón en una única melodía», ha opinado, durante la misa, en la que se han incluido asimismo pasajes en chino, polaco, árabe, francés, portugués, español, además de griego antiguo y latín.
Ajuste de cuentas
Archivado este acto, En los próximos días, lo que se espera es que León XIV finalmente se zambulla por las luchas de poder que han marcado el final del pontificado del predecesor de León XIV.Y el arranque puede que no sea dulce, a juzgar, por ejemplo, por las palabras del resentido arzobispo alemán Georg Gänswein, exsecretario del difunto Benedicto XVI, quien en estos días ha criticado abiertamente a Francisco, incluso después de la muerte de este último.
Con la elección de León XIV, «se abre una fase nueva, percibo un cierto alivio difuso. Ha terminado la era de la arbitrariedad. Se puede contar con un papado que puede garantizar la estabilidad y que cuenta con las estructuras existentes, sin darlas vueltas o trastornarlas», dijo Gänswein, quien fuera alejado de Roma por Francisco después de una serie de declaraciones escandalosas.
«En la Iglesia de hoy existen grandes tensiones y afuera hay conflictos espantosos. Creo que ahora hace falta claridad doctrinal. La confusión de estos años debe ser superada. Y los instrumentos para usar son las estructuras que ya existen: las instituciones de la Iglesia no son ni una lepra ni una amenaza contra el Papa. Están ahí para dar ayuda a los pontífices, que tienen que dejarse ayudar. No se puede gobernar solos, desconfiando de las propias instituciones», soltó el sacerdote alemán.