Aunque haya demostrado la posibilidad de una política económica que combine crecimiento y reparto, emita hoy el discurso más coherente en la defensa de los valores de Europa y haya conseguido volver a articular el Estado tras la dramática fractura del intento de secesión catalán, el suelo que sustenta a Pedro Sánchez se va achicando día a día por efecto de tres socavones muy reales que poco tienen que ver con el antisanchismo militante. El más sangrante es el de la corrupción, con los casos Ábalos y Koldo supurando de modo interminable. El más de fondo es el del apagón eléctrico, que podría cuestionar su política energética de acreditarse que, como parece, la fuerte apuesta por otras fuentes de generación exigía un cambio paralelo del sistema de distribución. El más determinante, en términos de normalidad democrática, es la incapacidad para lograr la aprobación de unos presupuestos del Estado.
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