Perdóname, mamá

Libreta y portátil. / DIPUTACIÓN DE BADAJOZ

La realidad no es una papilla homogénea, sino una mezcla mal batida repleta de tropezones difíciles de digerir. Esto es lo que pensaba a menudo cuando administraba a mis hijos, cuando eran pequeños, los potitos de carne o de verdura. Me preguntaba si los críos saldrían al mundo con la idea de que la realidad era así de asimilable. Mi madre preparaba una especie de puré de verduras al que añadía pequeños cubos de pan frito que encantaban a mis hermanos, pero que yo evitaba porque interrumpían en dulce discurso del puré. Salgo a caminar temprano porque a esa hora hay poca gente y el aire me sabe a aquel antiguo puré, solo que sin picatostes.

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