La desdichada privatización en 2000 de la Empresa Nacional Santa Bárbara, que ahora se trata de revertir o redirigir, tiene su antecedente en el furor privatizador desplegado por el felipismo entre los años 80 y 90 del pasado siglo y proseguido, a tumba abierta y ya sin complejo alguno, durante los dos gobiernos de José María Aznar, bajo los que tuvo lugar este concreto episodio. Se veía a la empresa pública como un residuo del pasado y se decía que la mejor política industrial era la que no existía. Ni la de armamento, un caso ejemplar de industria estratégica, se libró de la marea. Si ahora se intenta recomponer el sector debería hacerse con altura de miras, sentido de Estado, planificación al servicio del interés público (sea de quien sea la propiedad) y consenso entre bloques políticos, pues mal iríamos si ni siquiera la defensa de los españoles promueve una voluntad común.
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