La primera declaración de Gobierno del líder conservador alemán, Friedrich Merz, no fue una mera exposición de sus líneas maestras como canciller de Alemania. Sirvió sobre todo para vincular sus prioridades en política exterior con los conflictos actuales, especialmente respecto a Moscú: «Se equivoca quien piensa que Rusia se dará por satisfecha con una victoria sobre Ucrania o con la anexión de parte de su territorio», sentenció ante los diputados, una semana después de su investidura ante el Parlamento, el Bundestag. «Los envenenamientos, los atentados mortales en ciudades europeas, los ciberataques a nuestras infraestructuras, la destrucción de cables submarinos, la desinformación sistemática a nuestra población… Todo ello es, en primera línea, obra de la cúpula estatal rusa y sus cómplices», advirtió Merz.
Aludió así a lo que, para la población alemana, son ejemplos recientes –el asesinato en 2019 y en pleno centro de Berlín de un opositor checheno, cuyo asesino recibió luego con honores Vladímir Putin, o el envenenamiento de Alekséi Navalni, al que se devolvió a la vida en una clínica berlinesa pero acabó muerto en una cárcel siberiana. Las advertencias de Merz se producían, además, horas después de que se conociera la detención de tres presuntos agentes del Kremlin con planes de sabotaje en Alemania.
También recordó Merz el ultimátum lanzado a Putin el pasado fin de semana junto con el francés Emmanuel Macron, el británico Keir Starmer y el polaco Donald Tusk, en lo que fue su primera visita a Kiev como canciller. «No puede haber una paz dictada por Moscú ni sobre hechos consumados contra la voluntad de Ucrania», añadió, en lo que parecía ser una advertencia ante la posibilidad de que Volodímir Zelenski acabe arrinconado o abandonado por sus aliados en la ambigua cita en Estambul.
Merz aludió a sus dos conversaciones recientes con Donald Trump, al que agradeció su apoyo a la iniciativa de un alto el fuego de 30 días como «ventana» para un proceso de paz. E insistió en la necesidad de mantener implicados en ese proceso a los socios europeos y a EEUU. Volvió a referirse a la amenaza rusa al pasar en su discurso al capítulo económico, para expresar su «preocupación» ante la «creciente cercanía entre Pequín y Moscú». Alemania anhela nuevos socios comerciales y especialmente con el Mercosur, lo que topa con el rechazo francés.
Fue un discurso que podría haber pronunciado su antecesor, Olaf Scholz, al que agradeció su compromiso con Ucrania desde el arranque de la invasión rusa en 2020. El agradecimiento iba más allá de lo obligado por el hecho de que los socialdemócratas son ahora sus socios de gobierno. Tenía algo de reconocimiento hacia el excanciller, que sigue como diputado en el Parlamento en lugar de optar por una plácida retirada como hicieron otros exmandatarios.
Varias frases de Merz parecían calcadas de discursos pronunciados por su antecesor socialdemócrata. Desde la promesa de que Alemania no se convertirá «en parte del conflicto» –en lo que Scholz justificaba su rechazo a entregar a Kiev los misiles Taurus— a los propósitos de hacer del actualmente débil Ejército alemán el puntal defensivo en la UE o la convicción de que Europa debe asumir una mayor responsabilidad en la OTAN.
Las prioridades económicas
No fue muy clarificadora su declaración de gobierno en lo que respecta a la economía. Relanzar el motor económico germano es el desafío prioritario explícito del conservador Merz. Para lograrlo se propone desburocratizar la actividad empresarial y la vida pública, activar la digitalización, renovar infraestructuras, reducir cargas fiscales, abaratar el coste de la energía y, algo que muchos alemanes escuchan como un mal chiste, lograr que sus trenes pasen de los récords de impuntualidad actuales a ofrecer un servicio eficiente.
«Están en juego puestos de trabajo en sectores clave como la automoción, el químico o la maquinaria industrial», destacó. El objetivo es que Alemania abandone la zona de recesión en que lleva dos años inmersa. La respuesta debe proceder de la inversión y las reformas, mientras que para la gran preocupación ciudadana actual, la falta de vivienda, ve un único camino: «construir, construir y construir», como base, a su juicio, para rebajar la presión sobre el mercado inmobiliario.
«Tenemos que volver a ser la locomotora de crecimiento que admiró al mundo», resumió Merz. El canciller no promete soluciones rápidas, sino a lo largo de la legislatura que recién empieza. Fija sus planes de rebaja fiscal a partir de 2028 y escalonados en cinco fases. La promesa de sus socios socialdemócratas de subir el salario mínimo interprofesional a 15 euros por hora trabajada –de los 12,85 actuales– queda, para Merz, como horizonte para 2026.
Baño de realidad en materia migratoria
Tampoco se diferenció mucho el discurso de Merz respecto a los de Scholz en materia migratoria. El líder conservador, que en su campaña prometió practicar las devoluciones en caliente desde su primer día como canciller, ha rebajado el tono tras recibir en Varsovia, al día siguiente de su investidura, un baño de realidad. Ahora insiste Merz en que no habrá «decisiones en solitario», sino en consenso con sus socios europeos. Comparte además con Polonia el objetivo de reforzar las fronteras exteriores de la UE.
Alemania seguirá siendo un «país receptor» de inmigración, garantizó. La población de raíces extranjeras es «parte de nuestra sociedad», pero debe reducirse la inmigración «descontrolada». Es decir, nada que no se haya escuchado en Alemania en los últimos decenios.
Incluso el anuncio de Merz de proceder a una «ofensiva de repatriaciones» a Siria y Afganistán recordaba al plan planteado hace aproximadamente un año por Scholz, cuando habló de «deportaciones a gran escala» incluidos a esos países para reducir la inmigración irregular.