A comienzos de los años ochenta, Andrés Pajares y Fernando Esteso eran los amos de España. El director y guionista Mariano Ozores, que vio a los actores actuando en distintas salas de fiesta, decidió juntarlos en una comedia estrafalaria, rodada con escaso presupuesto y titulada Los bingueros (1979). Como el filme reventó la taquilla, su máximo responsable decidió repetir la misma fórmula en ocho títulos más, que también cosecharon un descomunal éxito. Tanto es así que Pajares y Esteso fueron contratados para protagonizar una campaña publicitaria nacional de Thompson y El imperio contraataca retrasó su estreno en nuestro país para no coincidir en cartel con una de sus comedias, Yo hice a Roque III (1980).
“Aquellas películas calificadas como ‘españoladas’ surgieron en un momento muy definido de nuestra reciente historia”, apunta el escritor Juan José Montijano Ruiz, autor del libro Pajares y Esteso. Tanto monta, monta tanto... “Eran y continúan siendo el auténtico testamento visual de aquellos años. Reflejaban a la perfección la actualidad social, el acontecer diario de los españolitos de entonces con sus filias y sus fobias, con sus problemas… en una sociedad protagonizada por unos personajes con los que nos sentíamos enormemente identificados, eso sí, tamizados por la sátira y la burla. El español de entonces quería ver aquellos filmes con la única intencionalidad de olvidar sus penurias durante la hora y media que duraba su metraje”.
Pero no todo ha sido jauja en la vida de Pajares, hijo único de un padre camarero y una madre que se entregó a la familia. Desde pipiolo se propuso triunfar como actor cómico, y con solo nueve años ganó 25 pesetas recitando monólogos en un concurso de Radio Madrid. A los 16 abandonó los estudios para unirse a la compañía musical de Antonio Machín, y con 17 se enamoró de María del Carmen Burguera, popularmente conocida como Maby, una bilbaína que había llegado a Madrid con un hijo y huyendo de su marido maltratador. Con ella tuvo a su hijo Andrés Burguera y formó pareja cómica en los años sesenta.
Durante una larga temporada, Maby y él trabajaron en salas de fiesta, se enrolaron en compañías de teatro portátiles como la de Manolita Chen y hasta fueron contratados para amenizar la espera de cada etapa de la vuelta ciclista a España. “Había tournées tan lastimosas…”, recordaría luego el actor. “En un pueblo de Albacete no nos pagaban por nuestro teatro. Entonces tuvimos que rifar una botella de anís El Mono, y con las limosnas pudimos comer ese día”. Desgraciadamente, un cáncer de pulmón le segó la vida a Maby en noviembre de 1973, con apenas 33 años.
Andrés Pajares, invitado en el programa ‘La Revuelta’ en octubre de 2024. / RTVE
Algo antes de que Maby falleciera, Pajares fue relacionado con otras mujeres. Entre ellas, una rubia canaria llamada Chonchi Alonso y empeñada en triunfar como actriz. “Pajares le procuró apariciones en sus espectáculos, caso por ejemplo de una obra de café-teatro, en 1974, ‘Yermo’, parodia del drama lorquiano”, escribió al respecto el periodista Manuel Román. “Se casaron en diciembre del 74, ella luciendo un favorecedor vestido blanco con visón y manguito a juego; él, las patillazas, solapazas y el pelo setentero de rigor. La pareja de director-artista principal y actriz llamativa de su compañía era un habitual en los escenarios y fuera de ellos. Igual que muchas mujeres de su época, Chonchi pronto aparcó el trabajo por la vida familiar”.
En el momento de su boda con Chonchi, que además es madre de su hija Mari Cielo, Pajares ya tenía bastante tirón como artista. Había aparecido como secundario en comedias como la adaptación de Enrique Jardiel Poncela Un adulterio decente, y estaba a punto de debutar como rostro habitual de los especiales de Nochevieja de Televisión Española, que entonces tenía el monopolio audiovisual en nuestro país. En 1975 hizo historia, además, al convertirse en el primer hombre en salir vestido de mujer en la tele interpretando el papel de Madame Gigi. También grabó varios discos y, según cuenta, hasta fue número uno en Los 40 Principales parodiando Todo el tiempo del mundo, un tema de Manolo Otero.
Su verdadero boom se produjo a raíz de las comedias rodadas junto a Fernando Esteso. Comedias que por cierto la crítica intelectual de la época menospreció por no congraciarse ni política ni ideológicamente con la realidad circundante del momento. También una parte del público reniega hoy de ese tipo de cine al considerarlo machista. “Tampoco inventamos nosotros el desnudo”, se defiende Pajares. “Antes de nosotros estaban las películas que hicieron Landa, López Vázquez o Sacristán en las que aparecían chicas desnudas y escenas de sexo. Es curioso. De todas maneras, los primeros que criticamos esos desnudos absurdos éramos nosotros. A mí me parecía una estupidez pero en aquellos tiempos la gente quería ver desnudos y, si no, se iban a Perpiñán a verlo. Las películas no tenían nada que ver sobre el sexo. Todas eran sobre el humor, sobre la risa”.

Los actores Fernando Esteso y Andrés Pajares, en 2015. / CHEMA MOYA / EFE
Varios años después de trabajar bajo las órdenes de Ozores, el famoso dúo cómico volvió a coincidir sobre los escenarios en La extraña pareja, original de Neil Simon. Cuando le preguntan por qué dejó de rodar con Esteso, el madrileño explica que no quería caer en la monotonía y deseaba evolucionar como actor. A mediados de los ochenta estaba bastante denostado y encasillado. Pero nadie puede cuestionar que posee amplios registros interpretativos. Lo demostró en cintas como Moros y cristianos (1987), de Luis García Berlanga, ¡Ay, Carmela! (1990), de Carlos Saura, por la que ganó un Goya a mejor actor, o Bwana (1996) de Imanol Uribe. Las tres le ayudaron además a quitarse la pesada losa de ser el icono de la españolada.
En pleno resurgir profesional, Almodóvar pensó en él para el papel de juez en Tacones lejanos, pero la negociación no llegó a buen puerto, supuestamente por motivos económicos. Lo que sí salió adelante fue una serie, ¡Ay, Señor, Señor! (1994-96), en la que Pajares interpretaba a un cura moderno. En otra serie de la misma época, Tío Willy (1998-99), encarnó a un español que se ve obligado a marcharse de su país debido a su homosexualidad. “Yo no quería configurar un personaje de mariquita al uso”, ha dicho al respecto, “sino darle un toque humano, natural, sin aspavientos ni retoricismos, creíble y sobre todo, cercano, que el público, los espectadores, entendiesen que su tendencia sexual era tan válida y respetable como la de cualquier hetero”.
Pero la habitual tranquilidad de Pajares saltó por los aires después de que Chonchi Alonso se separara de él y empezara a contar a quien quería escucharle que su matrimonio se fue a pique por repetidos episodios de celos y broncas. “Chonchi declaró que tomó la decisión de salir corriendo del lado de su marido un día tras llegar a casa de un viaje y encontrarse con un panorama difícil de digerir”, contaron algunos medios. “Eso hizo que se fuera a vivir a un apartamento. Jamás ha querido revelar qué circunstancias ocurrieron”. Como un clavo saca a otro clavo, Pajares se ennovió enseguida con Conchi Jiménez, una fisioterapeuta que pronto empezó a vivir con él en su piso del barrio madrileño de Chamberí.
La prensa del colorín se puso las botas con el destape de los trapos sucios de Pajares, que en septiembre de 1998 tuvo que ser hospitalizado tras sufrir un infarto. Aunque este no fue el episodio más amargo que vivió en esa época. En 2003, Conchi rompió con él y le acusó de ser un acosador moral. Algo parecido dijo Chonchi, protagonista de varios enfrentamientos televisivos con Andrés Burguera, quien dijo que la canaria se mostró fría con él en su infancia y le rechazó por homosexual. También Pajares concedería algunas entrevistas para tratar de defender su honor y hasta presentar en sociedad a una hija secreta, Eva, nacida de una relación paralela del artista. “Quizás aquellos años fueron en detrimento de su carrera”, señala Montijano Ruiz, “pero también porque muchos directores dejaron de llamarle. José Luis Garci tuvo a bien hacerlo [para protagonizar el filme ‘Tiovivo c. 1950’]”.

Chonchi Alonso y Andrés Pajares salen de la capilla ardiente de Carlos Saura, en 2023. / José Ruiz / Europa Press
En febrero de 2008, con los ánimos aparentemente más calmados, Pajares regresó a los escenarios para celebrar su 50º aniversario en la profesión con un show donde recreaba sus números más populares. La obra apenas resistió tres semanas en cartel dada la escasa afluencia de público. Poco después de su cancelación, Pajares fue detenido tras haber agredido a los trabajadores de un bufete de abogados. En ese momento quedó en libertad con cargos acusado de amenazas y lesiones, aunque enseguida fue ingresado en Barcelona por un ataque de ansiedad sufrido mientras se alojaba en el lujoso hotel Arts de Barcelona. En la calle circulaban rumores de que el actor sufría graves problemas de salud mental y adicciones.
Su abogada Emilia Ceballos sostenía sin embargo que quienes más daño habían ocasionado a Pajares fueron sus mujeres. “El deterioro de las relaciones con Chonchi y Conchi ha sido determinante”, le dijo en 2008 a una periodista. “Los juicios, las demandas interpuestas por ellas y por la cuñada Nana Alonso, las acusaciones falsas por malos tratos, las imputaciones de que consumía cocaína…. todo eso ha sido tremendo para él. Quiero dejar constancia que esos juicios los ha ganado Andrés Pajares, tanto en primera instancia como en los recursos. En cuanto al asunto de las drogas, durante los últimos años y para cada juicio (que han sido más de una decena), se han aportado análisis clínicos donde no aparece nada raro”.
Algo más tarde, Pajares tuvo que pasar por la clínica López Ibor para tratarse de un diagnóstico de trastorno bipolar mixto y apareció de forma periódica en prensa por su estado de salud. Los Javis le llamaron luego para que apareciera en un par de capítulos de su serie Paquita Salas, y en 2019 publicó una autobiografía —Mis memorias…antes de que se me olviden (Almuzara)— en la que repasa su trayectoria vital y artística, sin entrar en los temas escabrosos.
“Tengo un show personal de aproximadamente una hora y 45 minutos que hago de vez en cuando”, contaba a ABC en enero de 2022. “Cuando me llaman para una gala, la hago y luego vuelvo a mi casa. Así me quito el mono y, además, hay que seguir comiendo porque esto no es Hollywood. Lo que no hago es una comedia o un musical porque no estoy en condiciones. Llevo cuatro operaciones de espalda y tengo más hierros que Terminator. Pito en los aeropuertos”.
Hace apenas unos días celebró su 85º cumpleaños en compañía de su amada Juani Gil. La interfecta apareció en su vida en 2010, en principio contratada como secretaria, y en diciembre de 2019 se casó con ella en secreto ante un notario. “Para que nadie piense mal de Juani, nos casamos en régimen de separación de bienes. Fue ella quien lo decidió, cosa que le honra. Yo dispondré después en mi testamento lo que me dé la gana”, ha dicho el actor, que a su lado parece haber encontrado la tranquilidad emocional que tanto ansiaba.