En los años en que Zara apenas daba sus primeros pasos en la calle Juan Flórez, Amancio Ortega no era aún el empresario discreto y multibillonario que hoy elude los focos. Era, simplemente, «el señor Ortega» que conducía «un Renault 5 rojo» y que se pasaba por las tiendas para comprobar cómo iba el negocio, pero también para felicitar las fiestas a las empleadas y preguntar por la familia. Así lo recuerdan Elizabeth González, Menchu Penas y Mariví Martínez, tres de las primeras dependientas del primer Zara, inaugurado en mayo de 1975.
«Venía tienda por tienda y se quedaba a hablar contigo un rato. Te preguntaba cómo estabas, cómo estaba tu familia. Siempre fue muy cercano», relata Elizabeth, quien trabajó durante medio siglo en la empresa. «Cualquier ayuda que necesitabas, si estaba en su mano, te la daba», resume. Esa cercanía también se traducía en pequeños gestos. Menchu recuerda las visitas navideñas: «Nos decía: escoged lo que queráis hasta mil pesetas. Para la época, era un detalle estupendo».
Mariví confirma que era habitual, al principio, que Amancio Ortega visitase cada tienda: «Venía todos los sábados. Se acercaba y te preguntaba si todo iba bien. Era muy cercano«. «Antes de irme le escribí una carta de agradecimiento», reconoce. «No tengo que hacer la pelota porque ya no trabajó allí. Es una persona muy humana. La verdad no tiene más que un camino y hay que decir las cosas por su nombre: es un buen jefe», zanja Elizabeth.