Al presidente filipino, Ferdinand Marcos Jr, le espera un segundo trienio muy árido tras las elecciones de medio mandato. El recuento, ya muy adelantado, certifica el apoyo a su vicepresidenta y ahora némesis política, Sara Duterte, que afrontará más desahogada su inminente proceso de ‘impeachment’ o de destitución en el Senado. Estas elecciones se planteaban como el enésimo pulso entre los dos clanes que se han repartido el poder filipino en las últimas décadas, los Marcos y los Duterte, con el propósito de los primeros de borrar del escenario a los segundos. De la resistencia de los Duterte habla que su patriarca, el expresidente Rodrigo, haya ganado la alcaldía de Davao mientras espera en Holanda su juicio por sus desmanes durante la guerra contra las drogas.
Casi 70 millones de filipinos estaban convocados el lunes a las urnas para elegir a los 318 miembros de la Cámara Baja y 18.000 cargos políticos, desde alcaldes y gobernadores a los puestos más humildes, a escala nacional, provincial y regional. Pero la batalla esencial se libraba en el Senado, un órgano con poderes acentuados en la arquitectura nacional, y que renovaba a la mitad de sus 24 miembros.
Si conservaba Marcos su mayoría, podría sacar adelante sus políticas económicas y desembarazarse de Sara Duterte; ahora todo parece muy embrollado. Su partido, Alianza para una Nueva Filipinas, había ganado seis sillas de las nueve que sugerían las encuestas. Los aliados de Duterte se han hecho con cuatro y uno de ellos, Bong Go, ha sumado el mayor número de votos. El segundo es Bam Aquino, otro apellido ilustre en la política nacional, tan crítico con los Duterte como con los Marcos. Los analistas lo señalan como el corolario del hastío de muchos filipinos con esas dos dinastías y el candidato de consenso para aceitar acuerdos.
Un plan que se torció pronto
Marcos Jr, hijo del saqueador y brutal dictador, y Sara Duterte, hija del acusado por crímenes contra la humanidad, juntaron fuerzas en las presidenciales de tres años atrás. Era el plan perfecto. El primero añadía los votos sureños de los Duterte a los propios septentrionales y Sara, a cambio, esperaba el apoyo de los Marcos seis años más tarde para ocupar la presidencia. Pero se torció pronto.
Sara recibió el anodino ministerio de Educación cuando la casuística le otorga Interior y el Ejército a la vicepresidencia y su padre, escocido por la traición, llamó incapaz y drogadicto al presidente. En una guerra entre Dutertes y Marcos no caben las sutilezas. Sara reveló poco después que había encargado a un sicario que matara a Marcos Jr si a ella le pasaba «algo». Poco después abandonó el Gabinete aunque conservó la vicepresidencia.
Por aquellas amenazas y por malversación de fondos será sometida en breve Sara Duterte a un proceso de destitución en el Senado que sus seguidores califican de persecución política. Sus miembros actuarán como un jurado y, si la condenan, no podrá optar a la presidencia. Era vital para los Marcos retener una sólida mayoría en la Cámara porque es necesario el sí en 16 de los 24 votos. El viento sopla ahora a favor de los Duterte. El apoyo popular a Sara subió hasta el 59 %, según la última encuesta de Pulse Asia, mientras el de Marcos Jr se desplomaba hasta el 25 % por la inflación y la economía fláccida.
Guerra de tronos
Son estas elecciones otro episodio de una guerra de tronos a la que no se le adivina el colofón. En marzo fue detenido el expresidente Rodrigo Duterte en el aeropuerto de Manila y enviado de urgencia a La Haya para responder ante el Tribunal Penal Internacional por los miles de muertos que dejó su guerra contra las drogas.
Para los Duterte fue la enésima puñalada del clan al que había ayudado a ganar la presidencia: la operación necesitó la luz verde de Marcos Jr por más que este señalara a la Interpol. Desde Holanda ha disfrutado de su enésima victoria electoral en Davao, el feudo sureño durante más de cuatro décadas. Se desconoce aún el margen pero las encuestas indicaban que sus votos multiplicarían por ocho a los de su contrincante. Su hijo menor, Santiago, ha sido elegido vicealcalde y ejecutará las políticas dictadas desde una celda holandesa.