Tras la máquina, la persona y el profesional. Es todo un alivio saber que toda patología capturada por los retinógrafos en manos de la inteligencia artificial será valorada por un médico de familia filtrador de consultas oftalmológicas. Una medicina ya sobresaturada de por si, siempre por detrás de la demanda, no puede recaer en el mal crónico del predominio de la tecnificación. La IA es el instrumento, no el remedio. A partir de ahí podemos empezar a trazar un diagnóstico certero.
Las pruebas piloto que se realizarán en cinco centros de salud de Mallorca para detectar retinopatías en pacientes afectados de diabetes tipo 2 son una nueva oportunidad, un notable avance pero, con 60.000 personas de por medio, supondrán otra presión más para la atención primaria. No hace falta recurrir a la IA para corroborarlo, basta con tener una visión borrosa de la sanidad pública. Ocurre como tantas veces, la leve descongestión hospitalaria se traduce en mayor colapso para el primer término de la asistencia y la prevención. Pequeños remedios para grandes males estáticos.
En tratamientos y asistencia médica, las visiones de especialidad ofrecen un enfoque parcial y localizado de la situación del sistema general. Ahora la oftalmología se entusiasma y hasta es posible que deslumbre por la mano que le da la IA. El enfoque quedará bien encuadrado si el Plan estratégico de transformación e innovación de Salud Digital de Balears 2025- 2029 logra expandirse y equilibrarse de forma adecuada. Que no mire solo con ojos de oftalmología.
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