El desmán ibérico, un pequeño mamífero huidizo y muy poco conocido, acaba de incorporarse junto al urogallo en el listado de especies en peligro de extinción con hábitats en Asturias. Se trata de una de las criaturas más amenazadas, con un aspecto que asemeja un híbrido entre topo y musaraña, que sobrevive silenciosamente en los cauces fluviales y que tiene en la zona suroccidental asturiana una de sus poblaciones mejor conservadas. El Ministerio para la Transición Ecológica ha hecho oficial la incorporación del desmán (Galemys pyrenaicus) en el catálogo de especies al borde de su desaparición tras sufrir un declive progresivo e imparable en los últimos treinta años.
Una de las personas que mejor conoce la peculiar existencia del desmán es Ángel Fernández, director técnico de la consultora asturiana Biosfera, encargada de elaborar los informes nacionales que han llevado a que el Gobierno incremente la protección sobre la especie. «Estamos ante una regresión sostenida y muy severa en las últimas tres décadas. El desmán ha desaparecido del 70% del territorio que ocupaba. Y si no actuamos ya, el colapso puede ser irreversible», advierte Fernández.
Ejemplar de Desmán Ibérico detectado en Asturias. / Biosfera
Pocos asturianos sabrían identificar un desmán. Su aspecto es tan extraño como fascinante: cuerpo alargado, pelo denso e impermeable, patas traseras palmeadas, cola prensil aplanada como un timón, y un hocico móvil y alargado que recuerda a una pequeña trompa. Vive en arroyos y ríos de montaña con aguas limpias y oxigenadas, donde se alimenta de larvas, moluscos y otros invertebrados acuáticos. Sale al atardecer, nada con agilidad entre las rocas y apenas deja rastro de su existencia más allá de sus heces, que resultan indiciarias de su presencia para los investigadores.
Su origen data de hace millones de años, pero su ciclo vital es muy corto. Los ejemplares más longevos apenas viven cinco años: “En ese periodo puede haber desaparecido una población entera sin que nadie lo note. Por eso hablamos de una extinción silenciosa», explica Fernández.
Hace medio siglo, el desmán se encontraba de forma continua en toda la cornisa cantábrica, desde Galicia hasta el Pirineo. En Asturias ocupaba prácticamente todos los tramos medios y altos de las cuencas fluviales. Hoy solo sobrevive en núcleos fragmentados y mal conectados: Las cuencas del Navia, el Narcea, el alto Nalón, algunas cabeceras del Sella, Somiedo, Teverga, el río Piloña…

Labores de identificación y evaluación de un ejemplar de desmán ibérico. / Biosfera
«Lo que antes era una red densa de poblaciones ahora son parches desconectados. Sin conectividad entre cuencas, esas poblaciones pierden viabilidad genética», resume Fernández.
Asturias sigue siendo, junto a Galicia, uno de los últimos bastiones de esta especie en España. El enemigo más dañino es el visón americano, una especie invasora introducida por el ser humano y ahora ampliamente distribuida en cuencas como el Narcea, el Navia o el alto Aller. «Es un depredador voraz, especialmente de juveniles. Allí donde aparece, las poblaciones de desmán colapsan», advierte Fernández.
A esto se suman la expansión de la nutria, el aumento de depredadores naturales (garzas, cigüeñas, rapaces nocturnas), y sobre todo, la alteración del régimen hídrico: presas, canalizaciones, minicentrales hidroeléctricas, vertidos sin depurar, y un cambio climático que deja estiajes más secos y lluvias torrenciales destructivas.
«El desmán necesita ríos con caudales estables y aguas limpias. Si eso se rompe, no tiene margen de adaptación. Es muy sensible a los cambios en su hábitat, y su esperanza de vida es muy corta», explica Fernández.
No hay un censo exacto, pero se estima que quedan solo unos pocos miles de ejemplares en toda España. En Asturias, la información es escasa y dispersa. «Estamos trabajando en modelos de densidad, pero aún sabemos muy poco. Hace falta invertir mucho más en conocimiento y seguimiento poblacional». Esta falta de datos dificulta la toma de decisiones. Fernández insiste en que «hay que incorporar al desmán de forma rigurosa en la planificación ambiental: cualquier obra en ríos, carreteras o aprovechamientos hidroeléctricos debe evaluar sus efectos sobre esta especie».

Un investigador del equipo de Biosfera, buscando ejemplares de desmán / Biosfera
Los intentos de criar al desmán en cautividad han fracasado hasta ahora. En Cataluña se intentó con dos o tres parejas, sin éxito. Pero se estudia replicar las condiciones de su hábitat en antiguas piscifactorías adaptadas. «Es una solución a medio plazo, pero no debemos descartarla. Cada esfuerzo cuenta», señalan los investigadores.
Mientras que otras especies en peligro de extinción gozan de mayor atención mediática, la discreción del desmán lo coloca en una posición poco ventajosa: es pequeño, nocturno, silencioso. Pero su desaparición sería una catástrofe ecológica.
«Es uno de los mejores bioindicadores que tenemos. Donde hay desmán, hay calidad ecológica. Si desaparece, es que algo grave está ocurriendo en nuestros ríos», concluye Fernández.
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