Tanto en el contexto del debate abstracto de las ideas como en el de lo concreto, la mirada, los horizontes, debe tener la máxima amplitud para enriquecer realmente los proyectos, partiendo siempre de la realidad inmediata y liberándose de preconceptos o de complejos limitantes.
Desarrollamos en Compostela, además en su papel de capital acogedora, un foro con la presencia de actores directamente implicados, que toca ejes tan relevantes como los de la economía, la política ambiental, la tecnología, el turismo o las comunicaciones, con una referencia territorial: el Noroeste.
Geográficamente, el Noroeste nos sitúa respeto de un punto de observación ajeno; nos ven desde fuera y puede parecer que nos coloca en la periferia. Pero es en la dimensión diacrónica donde ese territorio encuentra vínculos identitarios, culturales y políticos. En el horizonte del tiempo, el Noroeste es la Gallaecia romana y es el primer reino de la Europa medieval, del que se desprendió la nación que le daría a nuestra lengua el estatus internacional llevándola al otro lado del Atlántico. La misma lengua que se convirtió en el vehículo de una lírica, la conocida como lírica gallego-portuguesa, que traspasaba las fronteras del reino, comunicado también por los caminos del peregrinaje que cruzaban el continente, para convertirse en la lengua de cultura de otras cortes.
Aquellos reyes de la Galicia que escogieron ser enterrados en Compostela, señalando este lugar en el centro de sus dominios, la impulsaron como meta de una ruta por la que transitaban innovaciones técnicas y de pensamiento que fueron dejando huella en nuestro territorio y en nuestra manera de relacionarnos con el mundo, abierto y cosmopolita. Esos mismos caminos y las personas que los pisaron ayudaron a conformar los enlaces de una Europa, para la que somos Suroeste y que aún continuamos construyendo, en la que no deben decaer los valores de la paz, de la solidaridad y del respeto por el patrimonio cultural y natural.
El devenir histórico colocó a Galicia en otras posiciones políticas y económicas y nos hizo un pueblo resiliente, con esa habilidad tan útil y deseable en el actual contexto. Esa capacidad para resurgir en los momentos más duros, que simbolizamos en Rosalía de Castro o en la Xeración Nós, nació siempre de una mirada hacia nosotros, que valora lo que somos y nos sitúa en el centro, apreciando todo nuestro potencial para ponerlo al servicio del mundo.
Galicia se conecta también por el mar. Como nación Atlántica, estamos al Este de ese inmenso océano que atravesaron miles de emigrantes para acercar su fuerza de trabajo y su ingenio creativo al desarrollo americano, estableciendo lazos que perviven y se renuevan al acoger ahora la emigración de vuelta. Ese océano, prolongado en el Cantábrico, del que somos Sur, nos hizo potencia mundial en la pesca, un sector que suministra la relevante industria conservera que se extendió por toda la costa y en la que la fuerza de trabajo de las mujeres fue y es fundamental.
Así pues, somos Norte, somos Sur, somos Este y somos Oeste de una concepción amplia del mundo, que siempre fue la nuestra y con la que debemos seguir siendo consecuentes, sin perder el centro.
Nuestro país tiene un enorme potencial productivo en sectores como el agroganadero, el forestal, el pesquero o el energético y está situado en una favorable isla climática. Contamos con tres universidades con capacidad investigadora, de las que podemos sentir orgullo sincero. El emprendimiento está en nuestro ADN y se manifiesta en proyectos locales y en empresas que alcanzan los mercados globales. A pesar de los tópicos, el trabajo colaborativo y la cooperación son nuestra manera de hacer tradicional y conservamos viva la memoria de las prácticas sostenibles que ahora parecen innovación.
Diría que para convertir todo ese potencial en una situación más favorable, en mayor calidad y de vida y más oportunidades para nuestra población, solo nos falta creer más en nosotros, pensarnos con esa mirada autocentrada y abierta a todos los horizontes, como lo que fuimos y somos de verdad, y acreditar que en ese saber basado en la tradición y en esa cultura resiliente tendremos las mejores respuestas para los retos con los que nos enfrentamos.
También hace falta que compartamos con quien nos ve desde fuera o se acerca hasta aquí, quiénes somos, huyendo de imitaciones ajenas, como la mejor manera de contribuir a la comunidad.
Muchas de las personas y empresas participante en este Foro del Noroeste son ejemplo de que es posible erguir proyectos de gran calado desde este rincón del mundo. Acoger en Compostela eventos de este tipo es, pues, una oportunidad para escuchar y aprender de la experiencia y también lo debe ser para compartir esos saberes y generar nuevos intercambios.
Santiago sigue siendo acogedora para quien nos visita, haciendo de ese papel un recurso que da trabajo y riqueza a buena parte de nuestra vecindario. Pero no podemos resignarnos a que nuestra economía se ciña a los servicios. Tenemos que diversificarla, cuidando de lo que tenemos e intentando nuevas oportunidades para el desarrollo de un sector empresarial con ejemplos de primer nivel, de las iniciativas innovadoras, de la investigación o de la enorme capacidad productiva en nuestra entorno rural.
El apoyo a estos sectores es un reto para las políticas públicas, que deberán seguir mejorando las infraestructuras para facilitar las comunicaciones o transporte de las mercancías, dotando suelo para el asentamiento de industrias con alto valor añadido y mejorando los servicios, impulsando prioritariamente la sostenibilidad ambiental y social, sin la que corremos el riesgo de acelerarnos hacia el desastre colectivo. El Ayuntamiento de Santiago tiene señalados los retos en su Agenda Urbana y está aplicando políticas valientes que equilibren el rendimiento económico con las necesidades sociales y ambientales. Necesitamos ahora la de las complicidades y de las alianzas estratégicas con las demás administraciones y con el sector privado. Este es el mejor momento para apostar por el futuro y hacen falta todas las manos para lograrlo.