Hay historias que comienzan con algo tan simple como una camiseta. Elizabeth González tenía 15 años cuando entró por primera vez en la tienda recién inaugurada de Zara en la calle Juan Flórez de A Coruña. Buscaba una prenda y terminó saliendo con trabajo. «Fui a por una camiseta y me quedé 50 años trabajando en Zara», relata ahora, jubilada, con una sonrisa entre la nostalgia y el orgullo.
El viernes se cumplieron cinco décadas desde que Amancio Ortega y Rosalía Mera inauguraron aquel primer establecimiento. Era también un viernes, 9 de mayo de 1975, cuando en aquel bajo del número 64-66 de Juan Flórez, donde antes había estado el garaje Capitol y, en los sesenta, los almacenes de Maderas Molezún, se inició una historia que ha acabado vistiendo a medio mundo. Lo que nadie sabía entonces era que aquel local humilde sería el origen del imperio de Inditex.
Este es un viaje a los orígenes de Zara contado por tres mujeres que estuvieron en aquellos inicios. Tres de las primeras dependientas que, con apenas 15 años (todas tuvieron que pedir un permiso para trabajar a esa edad), contribuyeron a levantar desde dentro un fenómeno que, sin saberlo, transformaría para siempre la moda a nivel mundial. Sus recuerdos de hace medio siglo reconstruyen hoy los orígenes del buque insignia de Inditex.
«Yo digo que tuve un ángel», resume Elizabeth González, aquella adolescente que a los pocos días de la apertura de la primera tienda de Zara entró a comprar una camiseta e insistió en que la añadieran en la lista de aspirantes a un puesto, aunque el encargado le mostró una libreta repleta de nombres por delante del suyo. «Usted, por favor, póngame ahí, que malo será», le contestó. «Esto fue un martes. El viernes, 13 de junio de 1975, el día de San Antonio, me acuerdo perfectamente, me estaban llamando», rememora con nostalgia.
Elizabeth recuerda con una sonrisa cada detalle de aquellos primeros años. «Vendíamos sábanas, toallas, ropa interior, batas, pañuelos, telas por metros, camisas, zapatos… Había secciones de señora, caballero y niño. Las batas y la ropa de niño, bien hechita, tenían mucha salida», cuenta esta dependienta que estuvo 15 años en Juan Flórez.
La tienda original tenía algo de bazar textil y algo de boutique. «En caballero había unos polos parecidos a los de Lacoste, pero a precios asequibles. Digamos que eran el sustituto del Lacoste en versión humilde. Un día vino una señora a devolver uno con una etiqueta de Lacoste cosida por ella. Había comprado nuestro polo, le había cosido la etiqueta de Lacoste, lo había regalado, no le había gustado al que se lo regaló y ahora lo quería devolver», relata entre risas. Le dijimos: ‘Vaya a casa, descosa la pegatina y entonces se lo recogemos’».
Elizabeth, Menchu y Marivi, primeras dependientas de la tienda de Zara de Juan Flórez / Casteleiro/Roller Agencia
Menchu Penas también tenía 15 años cuando comenzó el 9 de mayo de 1975 en el primer Zara de la historia, pero su llegada fue distinta. Una vecina que trabajaba limpiando la casa de Amancio Ortega y Rosalía Mera le comentó a su madre que «el marido de su jefa» iba a abrir una tienda y que podía hablar con ellos.
A los pocos días, Menchu se presentó en la fábrica Goa, la precursora de Inditex, donde conoció a Amancio Ortega. Empezó preparando la ropa en el almacén, hasta que se unió a las primeras empleadas del nuevo local, aún en obras. «Los obreros estaban poniendo las luces, el suelo, el sonido… y nosotras allí, en medio de todo, organizando la ropa», recuerda. Estuvo dos décadas en el establecimiento de Juan Flórez.
«Era descargar camiones, planchar, ordenar… La gente no se imagina lo que trabajamos. En Reyes, por ejemplo, cerrábamos a las doce de la noche y después nos quedábamos colocando las rebajas hasta las tres o cuatro de la madrugada. Cenábamos en un bar cercano y continuábamos. Luego a la mañana siguiente, tocaba levantarse y repartir regalos a los niños», narra la trabajadora que también está ahora jubilada.
Mariví Martínez, que también fue una de las primeras dependientas y también se incorporó a los 15 años, describe los inicios de aquella aventura. «Cuando empezamos, la tienda estaba llena de batas, pijamas, toallas… teníamos que cortar las telas, aunque a veces lo hacíamos de una manera un poco improvisada», rememora. ¿Y cuánto cobraban al mes? «Mi primer sueldo fueron unas 1.700 pesetas (unos 10 euros)», confiesa tras afirmar que estuvo 35 años en Juan Flórez.

Menchu, Mariví y Elizabeth, delante de la tienda de Zara de Juan Flórez / Casteleiro/Roller Agencia
Tanto Elizabeth como Menchu como Mariví han trabajado cinco décadas en Inditex, las mismas que cumple la primera tienda de Zara. Pasaron por varios establecimientos, presenciaron el nacimiento de nuevos formatos, experimentaron todas las transformaciones que ha vivido la compañía… Las tres se prejubilaron después de 40 años de carrera, orgullosas de haber formado parte del nacimiento de algo grande, aunque ninguna era consciente.
«Juan Flórez era como la calle Serrano de Madrid», evoca Elizabeth. Pero al principio, matiza, la clientela era más humilde. «Iban de todas las marías. Gente currante, sencilla. Las señoras de Juan Flórez no frecuentaban tanto», reconoce.
Y, aun así, la tienda progresaba. La clave, según Menchu, estaba en la visión comercial de Amancio Ortega. «Él viajaba, veía lo que se llevaba en otras partes y lo reproducía aquí a un precio muchísimo más bajo. Así, la gente podía ir moderna sin gastar una fortuna», explica.
Una de las anécdotas que guarda en la memoria Mariví es que, en los primeros años, en rebajas, la tienda estaba siempre repleta, hasta el punto de que no se veían unas a otras. «En las rebajas, se llenaba tanto que no podíamos ni movernos. Nos gritábamos entre nosotras para ver dónde estábamos, porque era una locura», recuerda entre risas.
Una de las prácticas que hoy resultaría impensable, pero que entonces era habitual, era permitir que las clientas se llevaran la ropa a casa para probársela con tranquilidad. «Teníamos una libreta donde anotábamos lo que cogía cada señora. Luego venían, lo que les valía lo pagaban y lo que no lo devolvían. Pero a veces alguna no volvía así que eso se eliminó», relata Menchu.
Los robos de ropa también ocurrían con frecuencia en aquellos primeros años. «Me reñían porque yo, que era una cría, salía corriendo detrás de la ladrona: recuperaba toda la ropa. Pero un día me dieron un golpe y me riñeron. Ahí ya vino Amancio Ortega y me dijo que no importaba, que robaran lo que quisieran, pero primera era nuestra salud y después lo demás», cuenta Mariví, que reconoce que, aún hoy, sigue doblando la ropa igual que lo hizo durante 40 años en Zara.
Ha pasado medio siglo desde aquel viernes de mayo de 1975. El local del número 64-66 de Juan Flórez ya no vende batas ni telas al peso, pero permanece como el lugar donde comenzó todo. Donde Amancio Ortega y Rosalía Mera apostaron por un modelo novedoso.
Hoy, Inditex tiene más de 5.000 tiendas en el mundo y Zara es su buque insignia. Pero para quienes estuvieron allí desde el principio, como Elizabeth, Menchu, Mariví y tantas otras, todo empezó con unas toallas, unas telas, una libreta… y una camiseta.
Amancio Ortega, el jefe cercano que visitaba cada establecimiento en su Renault 5 rojo
En los años en que Zara apenas daba sus primeros pasos en la calle Juan Flórez, Amancio Ortega no era aún el empresario discreto y multibillonario que hoy elude los focos. Era, simplemente, «el señor Ortega» que conducía «un Renault 5 rojo» y que se pasaba por las tiendas para comprobar cómo iba el negocio, pero también para felicitar las fiestas a las empleadas y preguntar por la familia. Así lo recuerdan Elizabeth González, Menchu Penas y Mariví Martínez, tres de las primeras dependientas del primer Zara, inaugurado en mayo de 1975.
«Venía tienda por tienda y se quedaba a hablar contigo un rato. Te preguntaba cómo estabas, cómo estaba tu familia. Siempre fue muy cercano», relata Elizabeth, quien trabajó durante medio siglo en la empresa. «Cualquier ayuda que necesitabas, si estaba en su mano, te la daba», resume. Esa cercanía también se traducía en pequeños gestos. Menchu recuerda las visitas navideñas: «Nos decía: escoged lo que queráis hasta mil pesetas. Para la época, era un detalle estupendo».
Mariví confirma que era habitual, al principio, que Amancio Ortega visitase cada tienda: «Venía todos los sábados. Se acercaba y te preguntaba si todo iba bien. Era muy cercano». «Antes de irme le escribí una carta de agradecimiento», reconoce. «No tengo que hacer la pelota porque ya no trabajó allí. Es una persona muy humana. La verdad no tiene más que un camino y hay que decir las cosas por su nombre: es un buen jefe», zanja Elizabeth.
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