Albania tiñó de rosa sus carreteras este fin de semana para celebrar el inicio de una de las carreras más emblemáticas del calendario ciclista. Las calles de Tirana acogieron el pistoletazo de salida de la 108ª edición del Giro de Italia, que tras las tres primeras etapas, regresa este martes a la tierra de Dante, escenario de una nueva epopeya sobre dos ruedas”.
Mientras Roma se recupera de la resaca emocional del cónclave y la elección del nuevo papa León XIV, las miradas de medio mundo vuelven a posarse sobre el país transalpino. Pero, ahora, la atención la acapararán los gladiadores del presente, que tendrán que superar montañas imposibles, llanuras infinitas y carreteras serpenteantes para tocar la gloria en la Ciudad Eterna.
Este 2025 la Corsa Rosa se presenta como una gran oportunidad para ver una igualada batalla por coronarse en una de las tres grandes vueltas. Con solo tres etapas disputadas, las posibilidades siguen muy abiertas y más aún, cuando cualquier imprevisto puede descartar a los favoritos de la lucha por la victoria, como ya vivió en primera persona el vitoriano Mikel Landa, que tuvo que abandonar en la primera jornada tras una fuerte caída.
A priori, Primoz Roglic, Adam Yates, Wout Van Aert, Richard Carapaz o los locales Antonio Tiberi y Giulio Ciccone componen el grupo de los gallos del pelotón de una carrera donde destacan también las opciones, ya sin Landa, del barcelonés Juan Ayuso.
Independientemente de su origen o los colores que defiendan, todos ellos comparten el sueño de vestir la ‘maglia rosa’ en el podio junto al Coliseo. Un sueño que se remonta a su infancia, cuando dieron sus primeras pedaladas y sintieron en la piel sus primeras caídas. Sin saber dónde los llevaría, todos ellos eligieron la bicicleta como compañera de vida. Muchas lágrimas de emoción, frustración y alegría más tarde han completado una evolución que los ha llevado a formar parte del pelotón profesional.
Tal y como hicieron en su momento los grandes nombres que reinan en el ciclismo actual, miles de niños, niñas y adolescentes se enfrentan hoy a ese mismo camino que conduce al profesionalismo. Los pequeños cuentan con la ilusión como principal combustible para superar todos los obstáculos que se encontrarán por delante. Aun así, solo unos pocos elegidos tendrán la suerte de competir con los mejores en este deporte que mezcla sacrificio y pasión.
Las primeras pedaladas
Una imagen de una carrera de escuelas de la Fundación Alberto Contador. / Cedida
En este recorrido por alcanzar su mayor ilusión juegan un papel fundamental las escuelas y los clubes ciclistas, que acompañan a estos deportistas apenas comienzan a ponerse en pie. Álvaro García es el director de las escuelas de la Fundación Alberto Contador y dedica gran parte de su tiempo a guiar a los niños y niñas de entre 6 y 14 años. “La bici empieza siendo un juego, una extraescolar más en la que los más pequeños ocupan su tiempo. Pero entre los once o doce años sucede un cambio. En ese momento se centran y les entra el gusanillo de la competición”, explica.
Entre risas y pequeños desafíos, los infantes van adquiriendo una habilidad que con el paso del tiempo convertirá la bicicleta prácticamente en una prolongación de su propio cuerpo. “Los que empiezan desde muy chicos aprenden a ir en grupo, saben rodar pegado a rueda, interiorizan el paso por curva e, incluso, quitan el miedo a las caídas, que al final forman parte de este deporte”, asegura García, que más allá de las cualidades técnicas también resalta los valores que transmite el ciclismo, como el compañerismo, la perseverancia o la superación personal, entre otros.
Lo mismo opina Jordán Mantilla, que al frente del Bathco Cycling Team, gestiona este equipo júnior de Cantabria con el que logró grandes victorias Juan Ayuso, como la Vuelta al Besaya o el doblete en el Campeonato de España en ruta y en contrarreloj en 2020. “Comenzar cuanto antes merece la pena por las experiencias y las amistades que generas para toda la vida. Es un círculo bastante saludable, un ambiente enriquecedor de cara al futuro”, apunta Mantilla.
El esfuerzo de la semana se pone a prueba el sábado y el domingo, cuando los niños y niñas de apenas seis años disputan carreras de poco más de un kilómetro, distancia que aumenta con la edad. No obstante, el responsable de las escuelas de la Fundación Alberto Contador reclama más pruebas en un “calendario escaso”. “Hemos tenido que hacer desplazamientos más largos y buscar carreras fuera de Madrid porque no encontramos suficientes”, lamenta.
De juego a deporte
Esta escasez de carreras en edades tempranas viene acompañada de la falta de chicos que quieren practicar ciclismo de carretera. El exciclista y actual director de la Fundación Alberto Contador, Rafael Díaz Justo, considera que estamos en una época pujante de disciplinas como en MTB y el ciclocross, pero en carretera hay menos, debido, en parte, al miedo de los padres al riesgo de atropello. Aún así, advierte que cuando los adolescentes hacen la transición a la categoría cadete muchos se transforman en ciclistas de carretera.
“En los primeros años no tiene que haber ninguna presión, no hay prisa y lo importante es divertirse»
Es precisamente en esa transición cuando los niños dejan de ver la bicicleta como un juego con el que únicamente divertirse. Las diferencias en el desarrollo de los cuerpos se empiezan a recortar, las fuerzas comienzan a igualarse y la lucha por los resultados se vuelve algo a tener en cuenta. “En los primeros años no tiene que haber ninguna presión, no hay prisa y lo importante es divertirse. Algunos padres cometen el error de exigir a sus hijos desde muy pequeños y les gritan durante la carrera”, subraya, García, que recomienda esperar a que sean más mayores para, con calma y tras la competición, analizar los errores y aciertos.
Con esta edad, los adolescentes se adentran en una nueva etapa en la que las primeras exigencias físicas y tácticas propias de la competición van ganando protagonismo. Las distancias se amplían y el deporte se convierte en un desafío personal que ocupa más tiempo y, de alguna manera, dificulta compaginarlo con los estudios. Los viajes para disputar las carreras se multiplican y los chicos se desenvuelven en un ambiente donde la presión aumenta. Es entonces cuando las estructuras más profesionalizadas y las propias familias brindar el apoyo que necesita el ciclista. “El club, a través sobre todo de la figura del director deportivo, está en comunicación constante con los chicos. Además, en la categoría cadete, el equipo adapta en cierto grado el calendario a cada corredor y se disputan las primeras carreras nacionales y las competiciones un poco más serias”, apunta Jordán Mantilla.
En busca del gen ganador
Clubes ciclistas como Bathco o la Fundación Alberto Contador analizan pormenorizadamente las actuaciones de los adolescentes más prometedores, intentando descubrir el próximo diamante del ciclismo. Pero, ¿qué es realmente eso que buscan los ojeadores y marca la diferencia?
“Si tienes los datos peso-potencia-vatios, los tienes. Son condiciones innatas”
Rafael Díaz, además de director de la Fundación Alberto Contador, es coordinador del área de ‘scouting’ y centra sus esfuerzos en buscar corredores en la categoría de cadetes, pues según explica, chicos más mayores ya están «atados por equipos World Tour». El exciclista del equipo ONCE destaca que en la actualidad los test de esfuerzo, de lactato, los datos pulmonares… revelan las cualidades físicas del corredor y subraya: “Si tienes los datos peso-potencia-vatios, los tienes. Son condiciones innatas”. Pero, más allá de la estadística que revela la tecnología, Díaz pone una atención individualizada en cada corredor: “Normalmente me fijo en adolescentes que estén de forma continuada en el top-10 y sean regulares en diferentes tipos de prueba. Tiene que rendir tanto en el frío del invierno, como en el calor del verano”.

Carlos Rodríguez, en el Tour de Normandia. / Instagram
Con sus más de once años de experiencia en el cargo, García ha visto pasar por las filas de la fundación a lo que hoy en día son grandes figuras del ciclismo, como el sevillano Juanpe López, hoy en el Lidl-Trek; el granadino Carlos Rodríguez, del INEOS Grenadiers, o el balear Enric Mas, del Movistar Team. De todos ellos sobresalen, más allá de sus condiciones físicas, sus cualidades personales. “Son gente muy centrada, muy ordenada. El que es bueno en la bici, suele ser bueno en los estudios. Solo si tienes una vida organizada puedes sacar adelante el colegio y los entrenamientos”, advierte García.
Para Mantilla, detalles que el denomina “picardía” son los que marcan la diferencian. “Una persona que entiende de ciclismo percibe esos gestos, esa postura encima de la bicicleta, esa manera que tiene de correr y de competir. Pero, más allá de la actuación en la carrera, los ojeadores se fijan en el antes y el después: que descanse, que no esté mucho tiempo de pie, que sea un chico tranquilo…”, considera el mánager de Bathco Cycling Team, aunque reconoce que la genética juega un papel fundamental.
En un deporte tan sacrificado como el ciclismo, Mantilla está convencido de que la paciencia es un arma fundamental para cumplir el sueño de ser profesional. El ciclista joven no puede olvidarse de “disfrutar cada paso y cada etapa” de su trayectoria. Muchos adolescentes se desvían del camino y ceden ante las tentaciones y al final son pocos los que quedan, por lo que «el más perseverante es el que consigue el objetivo».
Una profesionalización adelantada
Una vez superada la etapa cadete, los jóvenes de 17 años dan el salto a juveniles, donde los retos tanto físicos, como psicológicos se intensifican y la exigencia se dispara a niveles casi profesionales. Esta categoría siempre ha sido el preámbulo de la competitiva sub-23 y, eventualmente, del profesionalismo. Una verdadera prueba de fuego.
«Los juveniles son los nuevos sub-23 y los cadetes, los nuevos juveniles”
Sin embargo, tal y como asegura Rafael Díaz, esta categoría ha vivido en los últimos años un salto exponencial y se ha acelerado enormemente el proceso. “La Covid-19 ha supuesto un antes y un después. Todo se ha transformado y los procesos de adaptación de los chavales se han acelerado. Los juveniles son los nuevos sub-23 y los cadetes, los nuevos juveniles”, alerta el director de la Fundación Alberto Contador, que remarca de que la categoría de menores de 23 años “se está quedando algo desahuciada”.
Hoy en día, los equipos World Tour ponen el ojo en adolescentes de la categoría juvenil para atraerlos a sus proyectos profesionales. “A nosotros nos pasó con Carlos Rodríguez, que estando en nuestro equipo de juveniles lo fichó INEOS”, señala Díaz. Caso similar fue el de Juan Ayuso, que siendo corredor del equipo juvenil del Bathco Cycling Team firmó por el UAE Team Emirates. Lejos de ser dos excepciones, Rafa Díaz, asegura que es cada vez una tendencia más habitual que, indirectamente, está haciendo que “ciclistas que llegan a amateur tengan dudas de si seguir corriendo o abandonar el deporte”.

Pablo Torres, la joya española que apunta alto. / Instagram
Esta profesionalización tan temprana está llevando además a los adolescentes a poner su cuerpo al límite con entrenamientos más duros. “Los cadetes empiezan ya a trabajar con potencias, aumentar sus horas de entrenamiento y hacen trabajos específicos en plataformas online. Los juveniles también están empezando a entrenar en horas de trabajo y datos propios de los sub-23”, lamenta el exciclista y apunta a los excesos que también se cometen con la nutrición, donde se estudia al milímetro todo lo que ingieren estos deportistas y el gasto calórico que tienen sus cuerpos.
“Ser ciclista profesional requiere no solo de un esfuerzo físico, sino de un trabajo mental muy fuerte”
Para Díaz, es “antinatura” que lo juveniles, a los que considera aún niños, se sometan a tal nivel de presión. “¿Quién gestiona la mente de estos ciclistas a nivel emocional?”, se pregunta. En la misma línea apunta Mantilla, que recuerda que “un juvenil es ciclista 24 horas al día” y los que quieren llegar a ser profesionales exprimen su cuerpo al máximo, realizan entrenamientos estudiados al detalle y se someten a controles y mediciones diarios. “Ser ciclista profesional requiere no solo de un esfuerzo físico, sino de un trabajo mental muy fuerte”, advierte el mánager del equipo cántabro.
Esta nueva tendencia que busca descubrir a edades cada vez más tempranas a las próximas estrellas del deporte de las dos ruedas pone en peligro trayectorias de larga duración. Según Rafael Díaz “el corredor que perdura en el tiempo es aquel que llega al profesionalismo siendo más veterano, que aterriza con cierta solvencia física y psíquica” y deja en el aire una cuestión que solo el tiempo podrá responder: “¿El ciclista actual va a ser capaz de aguantar como Alejandro Valverde hasta los 40 años?”