El izado de la bandera azul en territorio costero es sinónimo de que el mismo cumple con el buen estado de sus aguas, tiene un alto nivel de servicios playeros y posee garantías de seguridad suficiente para los bañistas. El distintivo de la Asociación de Educación Ambiental y del Consumidor (Adeac) y la Asociación para la Educación Ambiental (FEE, por sus siglas en inglés) es por tanto un modelo extendido y de consenso con presencia en 692 lugares de España, y cientos más a lo largo y ancho del planeta. En el caso del Archipiélago, la categoría de calidad será visible en 2025 en 47 playas y en cuatro puertos deportivos.
De los datos dados a conocer esta semana por el jurado, con representación de la ONU y UE, se coteja que Canarias pierde frente a 2024 nueve símbolos. La disminución afecta a cuatro arenales de Tenerife (El Caletón, El Muelle, Fañabé y El Camisón), la misma cantidad en Lanzarote (Las Cucharas, Matagorda, Pocillos y Pila de la Barrilla) y uno en Fuerteventura (Corralejo Viejo). Gran Canaria, por su parte, se mantiene estable con 14 banderas azules.
El retroceso en el inventario de espacios reconocidos no debe derivar en parabienes para las administraciones cumplidoras y reservas con las inconstantes. Se impone una perspectiva regional a la hora de examinar los efectos que un determinado desequilibrio medioambiental puede acarrear a la imagen turística global de las Islas. Sin ir más lejos, la regresión que afecta a Tenerife y Lanzarote, la de más envergadura, constituye en primera instancia un fracaso de gestión de las jurisdicciones municipales correspondientes, pero también es una mala noticia para el sector turístico.
No faltan críticas sobre la objetividad del sistema de la Adeac, cuyo testeo es voluntario, financiado por las aportaciones institucionales y realizado con los datos que suministran las propias administraciones. Sin embargo, la prueba anual ha crecido en prestigio, ha avanzado en la vigilancia de kilómetros de costa y sus resultados son esperados con expectación por los evaluados. Desde el ecologismo, se exige más rigor en cuanto a la calibración de la presencia de restos de hidrocarburos en las aguas.
En un estadio comparativo procede significar que el podio de las banderas azules 2025 lo ocupan Valencia (143), Andalucía (138) y Galicia (108). Las dos primeras, ni con la suma de sus kilómetros de costa, llegan a los 1.583 que tiene Canarias; sin embargo, superan ambas con creces las enseñas de que dispone el Archipiélago. La geografía del noroeste español, con 1.498 kilómetros, es la que más se acerca a la extensión isleña, pero el recuento alcanza 108 símbolos, con lo que aventaja al Archipiélago en 61. Islas Baleares, casi a la par en kilómetros de costa con Canarias, tiene 32 distintivos entre playas y muelles deportivos, 15 menos que la autonomía canaria.
De todo ello cabe concluir, por un lado, que cada vez es más extrema la competitividad en la consecución de la seguridad del bañista, el cumplimiento de la Ley de Costas, la excelencia en la calidad del agua, la cartelería, accesos o ausencia de vertidos directos, entre otros aspectos. El in crescendo sin pausa de las playas y puertos deportivos puestos en valor por parte de otros destinos conviene que sea motivo de reflexión para Canarias. Hay que escalar posiciones y asumir que la bandera azul se ha consolidado como el test más aceptado, sin que ello suponga un pasaporte a la infalibilidad más absoluta.
Ejemplo de desavenencia con las decisiones del jurado de la Adeac lo encontramos en la Playa de Las Canteras, a la que se le retiró la categoría después de varios vertidos en el 2023. El Ayuntamiento, en desacuerdo, adoptó para testear su calidad el distintivo ‘Q’ , un valor del Instituto para la Calidad Turística (ICTE) creado en 2000 para verificar la excelencia. Caso aparte es la demora de años para solucionar la contaminación de El Confital, que ha perdido hasta su condición oficial de zona de baño.
Mantener y superar los estándares en la excelencia del litoral conlleva un esfuerzo permanente en vigilancia y un control exhaustivo de los indicadores medioambientales. Los ayuntamientos de pequeños núcleos poblacionales necesitan el auxilio financiero y policial para llevar a un resultado óptimo el empeño para el cuidado de su costa, tanto en el perímetro de suelo municipal como en lo que se refiere en el dominio marítimo-terreste, pasando por la calidad del agua.
Pero hay que ir más allá del distintivo. La trascendencia de un error que pueda derivar en un desastre ecológico y en un golpe para la economía turística explica, por sí solo, la necesaria eficiencia de la atención supramunicipal con el litoral. Que duda cabe que un estímulo para ello, además de un vehículo para no decaer en la búsqueda de políticas públicas efectivas, es la obtención y sostenimiento a lo largo del tiempo de la bandera azul.
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