En un convento de Villalva, hubo una fiesta en cuanto el nombre de Robert Francis Prevost fue nombrado en el balcón de la basílica de San Pedro del Vaticano. Roberto, su Roberto, se acababa de convertir en el nuevo pontífice. Entre esos frailes estaba una de las personas que mejor le conocen, Miguel Ángel Martín Juárez, al que todavía le cuesta hablar de su amigo como León XIV.
Solo unas horas después, este viernes, Martín Juárez explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA que mandó un mensaje por Whatsapp a su amigo. Siendo prudente y, creía, realista, le escribió que no sabía si llegaría a leerlo, pero que se imaginase la alegría que tenían todos en el convento. Para su sorpresa, tardó solo 10 minutos en responderle.
«El hombre imagino que tiene un susto encima. Ser Papa está muy bien, pero es una responsabilidad enorme», expone. Unos días antes del Cónclave, hablaron sobre esta posibilidad. Prevost creía que el sábado ya tendrían el nombre. Le dijo que intentaría llamarle al salir. «Yo le respondí que igual salía de allí siendo cardenal o siendo Papa. A lo que me respondió: ‘Ay, Dios mío. Ay, Dios mío. Yo estoy en manos de Dios, lo que me quiera pedir. Pero ay'».
Las conversaciones con otros cardenales y la información que se iba filtrando colocaban a Prevost entre uno de los favoritos para relevar al Papa Francisco. «Sobre todo por su manera de ser. Es un persona muy afable, conciliadora, tranquila y serena. Escucha mucho. Es un hombre de diálogo y muy conciliador», expone.
Martín Juárez destaca también su experiencia. La califica de «tremenda». Por su cargo en la orden, le ha tocado viajar por más de 40 países, donde visitó iglesias y capillas, colegios o centros sociales. Solo en España visitó 17 casas de la orden,
«Ha sido párroco de joven para seguir siendo obispo y cardenal. Y ha viajado por todo el mundo. Nació en Estados Unidos pero vivió 30 años en Perú. Todos los caminos que hay se cruzan en él. Yo diría que es el indicado. Sí, es el hombre indicado«, recalca.
Lo sabe porque ambos compartieron 12 años de convivencia en Roma durante su etapa como prior general de la Orden, donde Martín Juárez fue secretario. Aquello, expone, no era como ir a la oficina y volver a casa. Había mucha convivencia y comidas juntos. Explica que al Papa le gustaba el fútbol. Eran seguidores de la Roma todos. Dice riéndose que para no tener conflictos. Veían los partidos.
También salían a dar paseos o ver ruinas por la capital italiana. Hasta hace poco, Prevost también jugaba al tenis.
Nombre por sorpresa
Lo que no supieron ver venir es el nombre del León. «Al anterior, León XIII, se le conoce como el primer Papa de la modernidad, el que abrió un poco las puertas después de tantos problemas que había habido en el siglo XIX. Y también a los problemas sociales. Algunas cuestiones ahora pueden parecer antiguas, pero en aquel momento era de lo más moderno».
Un amigo le decía que se tendría que poner Agustín, por la orden de San Agustín, igual que el Papa Francisco se puso ese nombre por San Francisco de Asís. Les extraño, por lo general, que eligiese León. Aunque ahora entienden que igual es en clave social.
Pero con la cuestión del nombre cayeron tarde. Antes vinieron los gritos, la celebración y las lágrimas. «Que a un hermano tuyo le hagan Papa es un orgullo y, de alguna manera es un reconocimiento», expone.
De los agustinos, el ex secretario de la orden explica que siempre se han dicho que resaltan por ser «personas más humanas, más naturales y espontáneas«. Eso dice que se nota ya en el simple hecho de que le haya contestado a un Whatsapp al poco de ser nombrado Papa, con todo lo que eso significa a nivel de ocupación. «Es un hombre tremendamente humano», añade.
También recuerda que la noche del jueves 8 de mayo, se trasladó, al Palazzo del Sant’Uffizio, «donde tenía sus cosas», se encontró con un grupo de personas mexicanas. «En seguida se paró a hablar con ellas. Le pidieron hacerse un selfie y se lo hizo», relata. Entre los presentes estaba Michela, una niña que, tras saludar al Papa, le preguntó si le podía firmar una Biblia. «Faltaría más», le respondió él.
Influencia española difusa
Sobre su pasado español, no se conoce mucho. El ex secretario general de la orden de los agustinos recuerda que los bisabuelos del Prevost eran españoles, pero que su bisabuela tuvo a la hija en el barco que les llevaba a Estados Unidos, donde se radicaron. Su padre murió cuando el nuevo Papa solo tenía cuatro años, así que se crio sobre todo con la familia materna, la estadounidense.
Eso, sumado a que en aquella época las conexiones eran difíciles, y a que «los migrantes cuando llegaban a otro país trataban de identificarse con él, no como ahora, que tratan de mantener la identidad y las relaciones son más fáciles», hacen que su influencia española sea más bien escasa. Eso sí, amigos en el país no le faltan. Ahora tendrán que mentalizarse de que a su Roberto lo verán más por la tele del convento que al otro lado de la mesa.