Pocos eruditos en todo el mundo pueden jactarse de haber estudiado tanto el envejecimiento saludable como el valenciano José Viña. Catedrático de Fisiología en la Universidad de Valencia, donde lidera el grupo de investigación FRESHAGE, director de la Cátedra de Gerociencia en la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM), y autor de más de 350 estudios científicos, el investigador se asoma ahora a la divulgación para todos los públicos con su nueva obra, La ciencia de la longevidad.
«He dedicado toda mi vida a trabajar sobre el envejecimiento, y este libro es mi manera de salir de la clínica y devolver a la sociedad un poco de todo lo que me ha dado», explica a EL ESPAÑOL. Al doctor Viña le guían dos ideas principales. La primera, que «cuidarse es altruista, no egoísta«. Envejecer con salud evita situaciones de dependencia que tienen un coste de 18.000 millones de euros anuales en España, según sus cálculos. La segunda es que los daños ligados al envejecimiento aparecen a edades avanzadas, pero sus causas empiezan mucho antes. «Si fuma a los 20, no lo notará a los 25, sino a los 60», resume.
Estamos viendo enfermedades ligadas al envejecimiento, como el cáncer o el infarto, aparecen a edades cada vez más tempranas ¿A qué lo atribuye?
Que una enfermedad esté ligada al envejecimiento no significa que sea su causa exclusiva. En el caso del alzhéimer, por ejemplo, no se ven casos por debajo de los 50 años. Pero ahora, efectivamente, vemos enfermedades graves en la juventud que no aparecían antes. Creo que hay varias cosas. Lo primero, los cambios en el estilo de vida. Y segundo, algo muy importante, en lo que yo trabajaría si empezase ahora: la contaminación por plásticos, gases, incluso lumínica… Están produciendo una cantidad de pequeñas alteraciones en el organismo que terminan haciéndote mal. Añádase un peor control del estrés, hay mucho más que hace 40 o 50 años. Creo que eso va a acelerar la aparición de enfermedades crónicas, vinculadas a un envejecimiento acelerado.
Uno de los aspectos más interesantes de la gerociencia es el descubrimiento del reloj epigenético, la posibilidad de tener una edad biológica menor que la cronológica.
Sí. Yo dirijo una Cátedra de Gerociencia en la Universidad Católica de Murcia, con la idea de aprovechar los conocimientos sobre el envejecimiento para entender sus enfermedades asociadas. Medimos dos cosas. La primera, las alteraciones en el ADN -no son mutaciones- causadas por el estilo de vida y el ambiente, incluso en el vientre materno. La segunda es la metilación del ADN, que en mi opinión es la mejor manera de medir el reloj biológico. Nos puede decir que la edad biológica de una persona es de 60 aunque tenga 70, o viceversa. Y así podemos saber si una intervención concreta ayuda a rejuvenecer biológicamente a un individuo.
¿Cuáles serían los rasgos comunes de las personas que tienen una edad biológica más joven que la cronológica?
Para aquellos que van a llegar a los 100 años, hay un gran componente genético. Son casos excepcionales, de uno de cada 5.000. Para la edad media: ¿por qué hace 70 años la expectativa de vida era de 45 años y ahora es de 80? Pues ha influido la medicina preventiva, la capacidad de coger a tiempo enfermedades como el cáncer. Pero también depende mucho del estilo de vida. En mi opinión son cuatro patas, y no necesariamente en este orden de importancia. Uno, nutrición. Dos, ejercicio. Tres, control del estrés incluyendo control del sueño; y cuatro, suplementos. Y le voy a dar una pinceladita de cada una, si le parece.
Sí, por favor.
Sobre la nutrición: en el siglo XX se perseguía la nutrición mínima, es decir, lo justo para crecer. Ahora, en el siglo XXI, aspiramos a la nutrición óptima, que es lo mejor que podemos hacer para vivir lo mejor posible hasta los 90 años. A continuación, el ejercicio, pero cualquier ejercicio no basta. Debe ser multicomponente y personalizado. No puede ser el mismo para una señora de 95 que para un señor de 70. Y ha de ser social: mejor en grupo. En cuanto al estrés, es esencial prepararse para el sueño. En las ciudades nunca lo hacemos. Nunca se hace de noche. En la naturaleza, en cambio, en cuanto anochece, la luz roja libera una hormona, la melatonina. Ahora es la luz azul de las pantallas la que no te prepara para dormir. En cuanto a los suplementos, no hacen falta si se toma una dieta óptima, pero a menudo las personas mayores han perdido el gusto o las ganas por la cocina.
¿Cuáles serían ahora mismo los aspectos más deficitarios de la dieta en España?
Es una buena pregunta. La dieta mediterránea sería la nutrición óptima para que una persona de edad media se prepare para envejecer bien. ¿Y cuando nos hacemos mayores? El 40% de la población de Europa de más de 65 años tiene deficiencia de proteínas. Parecerá paradójico, pero una persona mayor necesita más proteínas que una joven, porque las que tiene se estropean más de lo que las remodela. También hay que tomar cantidades sustanciales de fruta y verdura, las cinco piezas al día. ¿Y los suplementos? Tendrá que ser una pauta individualizada, pero como pauta general recomendaría un multivitamínico multimineral, que cubre bien las deficiencias.
El tema de las grasas es controvertido. ¿Por qué algunas personas mayores llegan a vivir más con niveles de colesterol por encima de lo recomendado?
En el reino animal se fabrica colesterol, y nosotros somos animales. La hipercolesterolemia viene en gran parte de causas familiares endógenas, producidas por cada uno. La dieta y el ejercicio pueden contribuir hasta un 30% en el colesterol, y esto es mucho. Pero las grasas han sido malignizadas, estigmatizadas, y no lo merecen. Se ha visto que se puede tomar grasa, mientras que no hace falta tanto carbohidrato como se decía hace veinte años. Las grasas tienen vitaminas liposolubles y ácidos grasos esenciales, especialmente en la grasa de pescado. Y esto es importante: la grasa es fundamental en el arte de la gastronomía, en Occidente como en Oriente. Para que las cosas estén buenas tienen que tener grasa. Yo soy de Valencia. ¿Qué tiene la paella que no tiene el arroz hervido? Pues un sofrito, claro.
¿Tiene el colesterol alimentario tanta importancia en las enfermedades crónicas como hemos considerado hasta ahora, o hay otros factores que deberían preocuparnos antes?
Hemos de estar más preocupados por el colesterol heredado, el que produce uno mismo. Yo ya no pregunto a mis pacientes si tienen antecedentes, directamente pregunto: «¿Quién tiene colesterol? ¿Su padre o su madre?». Hay varios métodos farmacológicos para tratarlo; son muy eficaces, aunque tienen contraindicaciones. Dicho esto, hay que tener una precaución, pero no una obsesión, por bajar la grasa animal. Concretamente, la de la carne: no solamente porque contiene colesterol, sino porque tiene ácidos grasos omega-6. Los omega-3, en cambio, vienen en el pescado.
Gran parte del libro versa sobre aspectos psicológicos y emocionales. ¿Tenemos cada vez más claro que los estados del cerebro influyen en el estado físico, y viceversa?
Sí, somos todo uno. El ejercicio físico también es mental, porque las órdenes para que se muevan los miembros vienen del cerebro. Por otro lado, para vivir mucho y sobre todo para vivir con calidad de vida es fundamental controlar el estrés. Sabemos desde hace años que si provocas estrés en un animal, se muere antes. Cuando el estrés te controla a ti es malo, pero me temo que engancha. Para producir adrenalina, la hormona de estrés, hay que pasar por la L-DOPA: literalmente, nos ‘dopa’. Pero si no tenemos recursos, esa situación se convierte en amenaza. Creo que muchas veces nos falta decir, «Oye, no puedo con esto». No es ningún pecado pedir ayuda.
¿Nos perjudica ser una sociedad individualista? Si te dicen que mejores tus hábitos para dormir pero no lo consigues, lo único que aumenta es tu ansiedad e insomnio.
Efectivamente, es un gran problema. Para prepararnos para dormir, no solo influye la luz. Se puede practicar la meditación: en la tradición cristiana era más o menos la oración, pero ahora puede ser un rato de parar y de descansar la mente. Eso es muy bueno. Hay otra cosa infravalorada que ayuda muchísimo: la gratitud. Puede ser tanto darle gracias a Dios como dárselas al vecino. Últimamente no se hace tanto, y hay que recuperarlo.
¿Las personas que agradecen y valoran el altruismo ajeno están trabajando por su longevidad?
Muchísimo. Están trabajando por su longevidad saludable, por vivir más y encima hacerlo bien. Porque les lleva a ser más felices. Cuando en las ciudades de España vemos a la gente salir de las torres como de un hormiguero, cada uno a su asunto, sin contacto humano, cada uno reivindicando únicamente sus derechos… Pues claro que hay que tenerlos, pero no agradecer nunca a quien te haya hecho un favor nos lleva por el mal camino. Nos aleja de la felicidad, y por tanto del envejecimiento saludable, porque genera un estrés no controlado.
Aunque sea un hecho puntual, ¿el reciente apagón nacional es un ejemplo de crisis que pone por delante la empatía y la gratitud entre las personas?
Sí. Una de las características del estrés que yo explico en clase es que une a las personas. Les digo a mis estudiantes: algunos me estáis escuchando, otros estáis pasando de mí. Pero si ahora entra un señor con una pistola en la mano, todos nos uniremos para ver cómo nos defendemos. Y habremos aprendido de la lección, poniendo un pestillo en la puerta. Claro, no es deseable tener un apagón cada semana, pero fue una situación estresante que favoreció la unión. Ahora, aprendamos, vamos a mantener esos valores sin necesidad de catástrofes energéticas.
¿Veremos realmente a alguien cumplir los 125 años en poco tiempo como preveían algunos estudios, o hemos tocado techo con la longevidad?
La longevidad máxima actual ronda los 111 años: para entendernos, un máximo de entre 110 y 118 años. Pero no 150. Ahora, yo siempre pongo el ejemplo de Lord Kelvin, que dijo a finales del XIX: «La Física se está acabando». Y luego vinieron la termodinámica de Planck y la Teoría de la Relatividad de Einstein. Podría pasar lo mismo en la gerociencia, un fenómeno que lo revolucione todo y nos permita vivir 500 años. Pero con lo que hay ahora, hagamos hincapié en llegar cerca de los 100 en buen estado de salud y con el menor grado de dependencia.