¿Qué es lo que determina el progreso de una comunidad? ¿Son los recursos productivos de que dispone, o bien la capacidad para movilizarlos de forma colaborativa, productiva e innovadora? Pienso que esta cuestión es importante para enfocar de forma exitosa los debates del Foro del Noroeste.
Los economistas ven el progreso económico como el resultado de una ecuación en la que los sumandos son la cantidad de recursos productivos de que dispone un país: población joven, infraestructuras de movilidad y de conectividad, recursos energéticos, sectores productivos tradicionales y de vanguardia potentes, talento (una clase media laboral y directiva capacitada), espíritu empresarial, I+D público y privado. Cuanto mayor sea la cantidad de estos recursos, mayor será el progreso. Es de sentido común. Pero es una respuesta parcial. Hay un aspecto olvidado en esta visión de las causas del progreso.
Para resaltar lo que quiero decir, permítanme utilizar una anécdota deportiva. El Celta, mi equipo desde la primera infancia, está que se sale. Su «progreso» deportivo es extraordinario. Hemos pasado de sufrir hasta el último partido para no bajar de categoría, a estar ahora ilusionados por jugar en Europa. ¿Qué ha cambiado? ¿Ha hecho el Celta grandes inversiones en nuevos «recursos»: jugadores conocidos, entrenadores prestigiosos, técnicos afamados? No. Más bien ha prescindido de algún recurso caro y poco productivo. El factor de cambio ha sido la nueva cultura de gestión del club de la nueva presidenta, Marián Mouriño: ha construido un proyecto compartido por todos los interesados en el club (incluido el poder político municipal), apostado por el talento joven propio. El resultado ha sido una cultura de confianza y colaboración en el proyecto del club. Le podríamos llamar el «Efecto Marián».
Pasemos de la anécdota a la regla. David Landes, uno de los sabios de la historia del desarrollo económico, acaba su obra magna La riqueza y la pobreza de las naciones con esta conclusión: «Si alguna lección puede sacarse de la historia del desarrollo económico, es que la cultura es el factor determinante«. La cultura entendida como el conjunto de actitudes y valores íntimos que guían la conducta de un grupo humano (un club, una empresa, una comunidad), y que produce confianza y cooperación en un proyecto compartido.
El reconocimiento de la importancia de la «cultura de empresa» como factor de éxito está penetrando con fuerza en la gestión empresarial. Cada vez son más las empresas que desarrollan un liderazgo humanista, que pone a las personas en el centro, como forma de mejorar tanto las capacidades de sus directivos como las del conjunto de empleados. No se trata de «captar» talento (de sacárselo al de al lado), sino de comprometerse, junto con los centros educativos, en la «formación» del talento que se necesita.
La cultura de confianza y cooperación en un proyecto compartido es también fundamental para el progreso de un país. Esta necesidad se puso de manifiesto en la reunión que hace dos semanas celebró en Muxía el Foro Económico de Galicia, una asociación singular que reúne a empresarios, economistas, académicos y expertos y que ha impulsado hasta ahora el empresario orensano Emilio Pérez Nieto. Respondiendo a la petición del profesor Edelmiro López de más inversión para aprovechar las fortalezas de Galicia, el nuevo presidente del Foro, el empresario Víctor Nogueira, señaló categórico: «Pues, lo tenemos difícil, porque se ha perdido la confianza». Nogueira pidió que la sociedad defina qué proyecto de país quiere, y que haya un consenso político sobre él.
En los últimos años he tenido la oportunidad de reunirme con agentes sociales y responsables políticos de Galicia, Castilla y León y Asturias. He podido comprobar cómo se ha dejado atrás la cultura de fatalismo y han surgido iniciativas empresariales exitosas en las tres comunidades. No es un problema de falta de fortalezas. Si un líder global como INDITEX ha podido nacer y crecer en el Noroeste, otros podrán hacerlo también. La debilidad viene de la falta un proyecto compartido de futuro.
El Noroeste tiene una oportunidad histórica que se presenta una vez cada 100 años. La nueva era trae un nuevo reparto de cartas para promover el progreso. La transición a una nueva economía verde y el nuevo objetivo europeo de defensa y seguridad abren una oportunidad excepcional para la reindustrialización y la creación de buenos empleos en las tres comunidades. Para aprovechar esta oportunidad es necesario construir una cultura de cooperación y confianza en un proyecto común.
La confianza y la cooperación en un proyecto común se construye a través del diálogo y el acuerdo entre actores públicos, empresariales y sociales. Necesitamos espacios de diálogo, tanto formales como informales. Los Consejos Económicos y Sociales de Galicia y Castilla y León están desarrollando un trabajo excelente en este campo. Es el momento para que Asturias se una a esta tarea volviendo a crear el suyo. Pero además de estos espacios institucionalizados de diálogo, son importantes los espacios de diálogo no institucionalizado, como el que representa el Foro del Noroeste promovido por el Grupo Prensa Ibérica. En ambos casos, el objetivo está claro: promover una cultura de diálogo y acuerdo en un proyecto compartido de futuro. El «Efecto Marian» nos puede ayudar a comprender sus beneficios.
Antón Costas es catedrático de Economía. y presidente del Consejo Económico y Social de España (CES)