David Rodríguez Martín (Inglaterra, 1986) no ocultaba su alegría por ser testigo del momento histórico que se vivió a las 18:13 horas –hora canaria–, cuando el cardenal protodiácono, Dominique Mamberti, anunciaba al mundo: «Habemus papam».
El que fuera hasta el pasado agosto delegado de pastoral juvenil-vocacional de la Diócesis de Tenerife se trasladó ocho meses atrás hasta Roma para comenzar el primero de los dos cursos de Teología Moral en la Academia Pontificia Alfonsiana.
Con motivo de la ordenación episcopal y la entrada en la diócesis de Tenerife de Eloy Cabrera, prolongó su estancia en la Isla después de la celebración de Semana Santa antes de retomar sus estudios en Roma, tiempo que destinó a colaborar en los preparativos de la llegada del nuevo prelado.
De regreso a la ciudad eterna y coincidiendo con la celebración del cónclave, David bajó a la plaza de San Pedro la tarde del miércoles, coincidiendo con la primera fumata que, tal y como se preveía, fue negra.
La mañana de este jueves cumplimentó su formación por la mañana y por la tarde volvió a la plaza de San Pedro en compañía de una veintena de compañeros del Colegio Español, entre ellos los sacerdotes de la Diócesis de Canaria Juan y Gerardo que también cursan estudios en Roma; uno, de Teología Moral, mientras que Gerardo se forma en Jurisprudencia.
Cuando ya habían perdido las esperanzas y se confiaban a esperar la segunda votación de la tarde del jueves, estalló de júbilo la plaza de San Pedro con la fumata blanca que salió de la chimenea a las 18:08 horas en el Vaticano. «La gente, que estaba dispersada por la plaza de San Pedro, comenzó a correr hacia la parte más próxima a la fachada entre vítores y aplausos y la alegre interpretación de la banda de música de los Carabinieri.
Eloy Cabrera, en su toma de posesión como obispo de Tenerife el pasado 1 de mayo. / Andrés Gutiérrez
David cuenta su testimonio minutos después de la fumata blanca y en una segunda conversación telefónica, después de la salutación del nuevo Papa, León XIV. «Soy un privilegiado; recuerdo que la primera vez que viví un acontecimiento familiar estudiaba en la Universidad y lo seguí por los medios de comunicación; la segunda la ví a través de una pantalla en el salón de actos del Diocesano y ahora en la plaza de San Pedro».
David es el segundo de tres hermanos –el condumio del sandwich, dice con humor– del matrimonio que dejó La Palma en busca de un futuro laboral más próspero. Su padre, agricultor, desarrolló su labor como cocinero en Inglaterra, al igual que su madre, que también se dedicó a la restauración.
Con tres años y medio, David regresa a La Palma, de donde procede su familia. «Yo soy de la parroquia de Los Remedios, en Los Llanos de Aridane, aunque fui bautizado en Tijarafe», precisa.
Después de finalizar sus estudios universitarios en Empresariales y en busca de una respuesta a su pregunta: «¿qué lleva a los religiosos a vivir así?», en referencia a las Hijas de la Sagrada Familia que regentaron el colegio de Los Llanos donde aprendió sus primeras letras, entró en el seminario y fue ordenado en 2015. Diez años después vivió en primera persona la llegada del Papa León XIV.
Alegría por el papa «que nos invita a ser constructores de paz»
«Con gran alegría, la Iglesia Nivariense recibe el nombramiento del cardenal Robert Francis Prevost, agustino, como nuevo sucesor de Pedro, habiendo elegido el nombre de León XIV. Nos unimos a la alegría de la Iglesia Universal porque tenemos un nuevo pastor que nos conducirá por caminos de paz, como ha expresado en sus primeras palabras», hizo constar monseñor Eloy Cabrera, quien hace nueve días fue ordenado obispo y se puso al frente de la Diócesis de Tenerife.
Además de desear al pontífice «un fructífero ministerio», monseñor Cabrera hizo suyas las palabras del nuevo papa León XIV, quien subrayó «la misión evangelizada de la Iglesia, de llevar un mensaje de gozo, de alegría, transmitiendo y viviendo en una iglesia sinodal». Y en particular la invitación a «ser constructores de paz, como nos pide también el Señor en las Bienaventuranzas. Bienaventurados los constructores de paz porque ellos se han llamado hijos de Dios».