Desde Mallorca, donde vive, la monja y activista nicaragüense Xiskya Valladares, una estrella en redes sociales con miles de seguidores, observa el cónclave con interés. Y también con cierta preocupación. Tanto que esta semana incluso decidió apoyar una iniciativa de jóvenes que le han pedido a los cardenales que elijan «un Papa del siglo XXI, y no del siglo XIX», cuenta una de las pocas mujeres que, por voluntad del difunto Francisco, participó como delegada en ese célebre Sínodo de la sinodalidad con el que el Papa empezó a poner la Iglesia católica al día con el mundo moderno.
El cónclave es, al fin y al cabo, una reunión de hombres para elegir a otro hombre. ¿Cómo ve esto, en el siglo XXI?
Hemos incluso retrocedido, pues, en la elección del obispo de Roma, que entonces no se le llamaba Papa, el consenso eclesial se hacía desde el discernimiento en el Espíritu, pero participaba el pueblo de la ciudad. Cuando el candidato era muy estimado y muy valorado, pues se le elegía por aclamación popular. Fue solo con Nicolás II (1059) que se estableció que solo los cardenales tendrían derecho a elegir al Papa, eliminando formalmente así la intervención directa tanto del pueblo como del emperador.
¿Teme retrocesos en los avances para que las mujeres ocupen espacios de poder y relevancia en la Iglesia católica?
Todo es posible en este momento porque no sabemos quién va a ser el nuevo Papa, pero tengo una esperanza de que el siguiente pontífice no cierre los procesos que el papa Francisco abrió. Quizás no los abra más, quizás no los fomente tanto, pero al menos que no vaya hacia atrás. El papa Francisco llamaba a los que iban hacia atrás indietristas, porque indietro es ir hacia atrás en italiano.
Aquí Valladares también explica la razón por la que decidió apoyar una iniciativa belga de enviar en estos días una carta al Colegio de Cardenales, para reflejar la preocupación de los jóvenes por el futuro. «La idea [fue] recordarles que existen los jóvenes y que los jóvenes también quieren un Papa para el mundo de hoy, para el siglo XXI, y no del siglo XIX», cuenta.
¿Cómo juzga el camino hasta ahora?
El papa Francisco decía que abría procesos y esos procesos, en cuanto al tema de la mujer, no fueron suficientes, porque no tuvo tiempo. Es decir, hay caminos que explorar. De hecho, él creó una de las 10 comisiones de estudio sobre el tema de la mujer en la Iglesia católica. Y también avanzó muchísimo: en el momento de su muerte, había 10 mujeres en lugares de toma de decisión importantes en el Vaticano, también había mujeres cancilleres en las diócesis, mujeres en la Rota, mujeres que, incluso en algunos lugares [ejercían funciones de] párrocos. Ahora, se está pidiendo desde un sector importante que se estudie el tema del diaconado femenino y eso es lo que esa comisión está estudiando. Tenía que entregar su informe en junio de este año. Será al nuevo Papa.
¿Por qué dice que no es suficiente?
Hay una clara resistencia de algunos sectores. Este es uno de los temas que crea más tensiones internas. Los motivos que arguyen son teológicos pero yo veo que existe un miedo. No sé si este miedo es a perder poder o es miedo a trabajar con mujeres, el caso es que para ellos no es fácil aceptar mujeres en los espacios de toma de decisiones. […] Es el tema en el Vaticano que genera más tensiones.
¿El acceso de las mujeres a espacios de poder?
Sí. Tienen miedo.
¿Miedo a qué?
No lo sé, pienso que pueden ser varias cosas: Miedo a perder poder, miedo a no saber trabajar con mujeres, miedo a ser opacados. Son muchos siglos de cultura masculinizada como decía Francisco. Apenas él fue el primero en abrir la puerta a las mujeres. Son siglos contra una década.
¿Cómo juzga el hecho de que el cónclave es una elección en la que las mujeres no tienen derecho legal al voto?
En el tema de la mujer, la Iglesia tiene mucho por avanzar todavía. Es difícil ir contra tantos siglos de tradición. Nadie se plantea en estos momentos otro modo de elegir al Papa.
¿Nadie?
Como el actual derecho canónico dice que debe ser varón, ya quedamos fuera. Pero sí, es interesante que no siempre se hizo así y pensar que puede cambiar.
En este momento discurre una breve conversación entre la periodista y la entrevistada sobre una realidad: cómo hace 2.000 años, el cónclave es una reunión de hombres, en la que las mujeres no tienen derecho no solo a ser elegidas, sino tampoco a votar. «Yo misma no me lo había planteado hasta que oí la pregunta», dice. La cuestión es que «es difícil ir contra tantos siglos de tradición», añade.
¿Qué Papa no quisiera que los cardenales elijan?
No me gustaría que los cardenales eligiesen un Papa que llevara hacia atrás los caminos que Francisco abrió. No me gustaría un Papa que apartase la vista a los migrantes, a los excluidos, a las mujeres. No me gustaría un Papa que fuera más un monarca que un pastor. Quisiera un Papa que sea más bien un padre, un Papa que sea cercano, que esté preocupado por el mundo en el que vivimos y sus problemáticas, por las guerras, por las migraciones, por la pobreza, por los excluidos, por las mujeres. Y un Papa que arroje luz a los gobernantes y arroje luz y acompañe a los fieles, a los fieles católicos.
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